A Dios rogando y con el mazo dando
Hay días en que leo el periódico por la mañana sin enterarme de nada, días en que no consigo retener ninguno de los titulares. Cero concentración, cero sensibilidad y la mente vacía. Por la misma sinrazón, hoy lo he leído y me he encontrado al menos tres noticias sobre las que me gustaría hacer una película. Es lo máximo que puedo decir respecto a cómo me ha impregnado su lectura.
En primer lugar, una información mundana, que seguro le gustaría a Truman Capote: los restaurantes se han convertido en la nueva alfombra roja de las celebrities. Modelos, cantantes y actrices, famosos de cualquier tipo, han convertido los restaurantes en las nuevas pasarelas. Al entrar y salir, posan ante los paparazzis (que no se lo pueden creer) luciendo looks todo menos casuales. No es nada nuevo. Cualquier persona conocida sabe que salir de tu casa te convierte en modelo y editora de moda, ya sea para ir a un aeropuerto, un hospital, al supermercado, a un tanatorio o un evento solidario.
Lo más complicado es salir a correr o a un chino, tratando de dar la impresión de que te has tirado a la calle con lo que llevabas puesto en casa. Tampoco es fácil encontrar la sencillez para participar en una manifestación de izquierdas, por ejemplo. Los de derechas con una buena bandera de España lo tapan todo, en la izquierda lo importante es no destacar, fundirte con la gente, ser uno más.
Todo se ha convertido en una alfombra roja y siempre ha sido así, lo que ha cambiado es la actitud del personaje. La de ahora es cordial, colaboradora. Te paras en la puerta o en cualquier acera y prefieres que los paparazzis hagan su trabajo y tú salir lo más mona posible y, si eres influencer, simplemente, ese es tu trabajo. Mejor posar, las fotos robadas son siniestras, muy de crónica negra. Vivimos unos tiempos donde el exhibicionismo es abrumador. Hasta los narcos se exhiben en TikTok. También ellos hacen ostentación de su mercancía. He visto varias capturas grabadas y fotografiadas del interior de las lanchas, rebosantes de sacos de cocaína, en el Estrecho de Gibraltar.
Pero hay alguien que en estas fechas huye del exhibicionismo y piensa en la muerte (no me refiero a las dos guerras que vivimos en directo cada día), me refiero al Papa Francisco. Leo que ya ha dejado por escrito todo lo relacionado con su muerte, cuando esta llegue. Su voluntad es la de huir de la pompa vaticana. El representante de Cristo en la tierra quiere irse de un modo sencillo, dar una última lección de humildad a esos cardenales que parecen prima donnas diseñadas por Fellini. No es raro que el director italiano incluyera en su película Roma un desfile de modelos cardenalicios.
Este gesto me acerca al Papa, aunque todavía no sé qué pensar de él. Rompió con la rigidez del Papa anterior, pero creo que no ha conseguido, como todos esperábamos (incluidos los no cristianos), situar a la Iglesia Católica en el siglo XXI. Entiendo que los cardenales que le rodean tampoco estaban por la labor.
De todos modos, la iglesia se congratula hoy de haber tomado una decisión que ellos califican de histórica: permitir a los sacerdotes bendecir a las parejas homosexuales o de divorciados que vuelven a casarse. Aclaran que estas benditas uniones no son equiparables al matrimonio, y por lo tanto no hay ningún tipo de liturgia que celebre la unión. Sonrío con cinismo acerca de lo histórico de esta decisión. Lo único nuevo que aporta al problema de las uniones entre personas del mismo sexo o de divorciados es la ausencia de repulsa, la Iglesia es consciente de lo inane de semejante decisión, la Vida y el Mundo van a otra velocidad.
Hace años que las parejas del mismo sexo se unen legalmente y lo celebran según su propia liturgia. Por mucho que lo haya intentado, Francisco, el hombre que estas navidades reflexionaba sobre su mortalidad, la Iglesia Católica continúa sin acercarse al tiempo en el que vive. Nunca fue contemporánea (a pesar de los rosarios de la calle Ferraz, y de la publicación del Calendario Romano 2024, con una selección de los curas más jóvenes y atractivos de cada congregación. Es como la respuesta de la iglesia a los calendarios tipo Pirelli, Michelin, etc.) Este calendario puedes comprarlo en cualquier kiosko o tienda de souvenirs en Roma y Venecia, o por la red.
Yo creo que con este calendario la iglesia quiere demostrar que todavía hay chicos jóvenes y guapos que prestan oído a la llamada de Dios. El último ejemplo lo he visto en un programa del corazón. El joven que ha sido elegido Míster Italia 2023, un modelo al que se le podía ver en múltiples fotos posando como tal, poses muy gays, todo hay que decirlo, también había escuchado la llamada divina y no ha dudado en abandonar la pasarela y los platós por el alzacuello blanco.
Reconozco que, aunque ateo, me fascina el tema del clero. Aunque no pertenezca a ese redil estoy esperando que se anule de una vez el celibato (entre otras consecuencias acabaría en gran medida con los abusos a menores en el seno de la iglesia, a cuyos obispos españoles parece no importarles lo más mínimo el estudio que ha llevado a cabo el Defensor del Pueblo, cuyos primeros resultados, después de cinco años de investigaciones suman más de cuatrocientas mil víctimas). Estos días son muy propios para hacer propósitos y pedir deseos.
Aunque peque de ingenuo, en esta década en la que el feminismo ha revolucionado la sociedad, yo animo a las monjas de todas las congregaciones que se planten y exijan igualdad con los religiosos varones. Poder ser sacerdotisas. Si hay dos milagros por los que yo casi me haría cura, son el poder de perdonar los pecados del prójimo y el de convertir el vino y la oblea circular en el cuerpo y la sangre de Cristo, y poder compartir con los fieles ese cuerpo y esa sangre. Es difícil que otras religiones ofrezcan a sus ministros semejantes maravillas, pero las monjas no tienen acceso a nada de esto. Y no hay derecho. Que aproveche ahora Francisco, antes de morir, porque los futurólogos premonizan lo peor para la institución que él lidera.
Hay una tercera noticia que también me resulta muy inspiradora: hace 50 años que murió el obispo de Calahorra y La Calzada, Fidel García Martínez. Este hombre sufrió una verdadera conspiración franquista por su expreso e inequívoco antinazismo. Me gustaría que, ya puesto, también hubiera cuestionado mínimamente el régimen en el que vivía nuestro país, algo que no hizo. Era partidario de la separación de Iglesia y Estado, y su concepción pastoral le enfrentaba al resto de la iglesia que no dudó en completar el nombre del régimen que así se convirtió en nacionalcatolicismo. Y ese puntito religioso fue suficiente para que los nacionales llamaran Cruzada, a su Golpe Militar.
Este obispo complejo y peculiar era perseguido por la policía, el Servicio de Información Militar y la propia jerarquía eclesiástica. Llegó a estar entre los favoritos para ocupar el lugar de honor en el Vaticano, después de una serie de brillantes intervenciones en varios congresos eucarísticos; incluso participó en el Concilio Vaticano II y fue ponderado por su independencia y lucidez. Una rara avis, con las imperfecciones de un ser humano.
Al obispo Don Fidel García, 'Don Manolo', así le llamaban en confianza, reveló, según los archivos desclasificados de la época, un aspecto que definitivamente le hace mucho más interesante como hombre y como sujeto de una película (o un personaje secundario de alguno de los episodios de la guerra interminable que tan extraordinariamente noveló Almudena Grandes): la policía encontró pruebas inequívocas de que después de brillar como teólogo en el Congreso Eucarístico de Barcelona, Don Manolo se vestía de paisano y dirigía sus pasos hasta el cabaret Copacabana. Nunca iba solo, solían acompañarle algunas de las trabajadoras del sexo de la famosa casa La Coronela.
Esto lo escribí el día 24, antes de ir a cenar con mi familia. De estas fiestas lo peor para mí es el fin del año, aunque este, a veces, lo he hecho a miles de kilómetros en una isla paradisíaca con un mojito en la mano. Incertidumbre es la palabra que mejor define el año que acabamos de despedir y que continuará exactamente igual durante enero.
La polarización extrema que vive nuestro país continuará mañana, incluso tendrá su aquelarre esta misma noche frente a la iglesia de Ferraz. Curiosa amalgama la de los rezos arrodillados en la calle de unos y los palos y gritos de otros mientras apalean un muñeco espantoso, previamente ahorcado en una farola, para festejar la llegada del año.
No quiero vivir más con la repulsión y el asco que me provocan este tipo de barbaridades y la ausencia de crítica de quienes las provocan. (A Dios rogando y con el mazo dando, nunca mejor dicho). ¿Tan misterioso resulta reconocer que el discurso de odio sin fisuras (“habrá un momento dado en el que el pueblo querrá colgarlo de los pies” –a Pedro Sánchez–) solo generará más odio, como así lo demuestra el aquelarre de nochevieja en Ferraz? Aunque no fueran muchos los asistentes, no se puede calificar a esta catarsis delirante de simple escrache.
Realmente el año empieza hoy, día 8. Yo me he propuesto autolobotomizarme y desaparecer en la película que empezaré a rodar en marzo, The Room Next Door (La habitación de al lado). Huir de la realidad. Me quedo con unas palabras de mi querida Manuela Carmena: “Tenemos que ser capaces de profundizar de una manera completamente nueva en la democracia, y no estamos haciéndolo. Me sorprende que la clase política escuche la disminución de la confianza en ella, constate la lejanía que tiene, pero no esté dispuesta a cambiar nada”.
Reflexionemos un momento en las palabras de nuestra mejor alcaldesa.
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