Julio de 1816, tras el fin de las guerras napoleónicas. La fragata francesa de la Medusa zarpa destino a Saint-Louis, en Senegal, con el objetivo de recuperar las antiguas colonias africanas de mano de los ingleses. A bordo se encuentran casi 400 personas, incluyendo militares, marinos y el capitán, el oficial de la marina Hugues de Chaumareys. Era un navío puntero, construido con robles de la mejor calidad. Como un bosque flotando en mitad del océano. Nada de eso importó.
Chaumareys cometió diversos errores que acabaron en una gran tragedia. Al introducirse por aguas poco profundas, el navío encalló en un banco de arena y la tripulación tuvo que abandonarlo. Pero había un problema: en los botes solo había espacio para la mitad de los pasajeros. Los menos afortunados acabaron en una balsa minúscula que acabó a la deriva tras soltarse las amarras. Lo que vino después acabó siendo representado por el pintor Théodore Géricault en uno de sus cuadros más famosos: un ring en mitad del mar por la supervivencia con peleas, suicidios o canibalismo.
Esa es precisamente la historia que cuenta El vientre del mar, una película dirigida por Agustí Villaronga que este viernes 12 de noviembre se estrena en Filmin. Su director atiende a elDiario.es al otro lado del teléfono, dos días antes de someterse a una operación por un cáncer que padece. Aun así, se muestra contento por poder compartir un filme nacido precisamente en un contexto turbulento que nada tiene que ver con una marejada, sino con una pandemia.
La película está basada en un naufragio real. ¿Cómo fue la tarea de documentación?
Partió de la novela Océano mar de Alessandro Baricco. Dentro de ella hay un capítulo independiente llamado El vientre del mar, donde contaba el naufragio de la balsa de la Medusa. También está el diario escrito conjuntamente por el oficial Henri Baptiste Savigny junto al cartógrafo Alexandre Corréard, dos de los que escaparon del naufragio. Además, sobre la Medusa se ha escrito mucho. Hay novelas o películas, y todo eso lo he estado mirando, pero está muy circunscrito a lo que escribió Baricco. No es habitual que haya tanta documentación de un naufragio, pero este caso fue una mancha negra para la marina francesa porque se comportó muy mal todo el mundo.
De los 147 pasajeros quedaron 15 supervivientes que realizaron todo tipo de atrocidades. ¿Qué dice este relato de la naturaleza humana?
Atrocidades no hicieron, sino que se encontraron una situación terrible. Las atrocidades las hicieron quienes los mandaron allí. Estaban 150 personas en una balsa que no tenía ni bordes, ni quilla, ni timón, ni nada, a merced del oleaje. La primera tormenta ya acaba con media humanidad de la que había allí. Luego súmale el sol o la escasez de los víveres. Muchos de ellos se volvieron locos, otros se suicidaron, incluso se llegaron a comer entre ellos. Pero yo a esto no lo llamaría una atrocidad, sino uno de los rasgos de la supervivencia.
¿En una situación límite a los humanos nos daría igual todo?
Creo que sí. Pero es que además en este caso concreto, de alguien que se ha muerto y te comes un trozo para sobrevivir, yo particularmente no tendría el más mínimo problema y cualquier persona que lo haya hecho no merecería ninguna reprobación por mi parte. Hay otras cosas que sí, porque llega un momento en el que se establece como un ring en medio del mar. Y claro, cuantos menos sobrevivan, más víveres habrá. Entonces ahí sí que interviene la guerra. Hay tres cosas que en la historia de la humanidad siempre han estado presentes: la guerra, las hambrunas y las pandemias.
La cinta se articula en torno a dos relatos: el de un oficial y el de un marinero raso, el primero más frío y el segundo, más humano. Es una lucha entre dos poderes, el de arriba y el de abajo. ¿Se siguen dando ese tipo de enfrentamientos en la sociedad actual, en otros entornos?
Sí, se da. Un naufragio no solamente tiene que ver con el agua. Se puede naufragar de mil maneras: hay gente que naufraga emocionalmente, en una guerra, en catástrofe natural... Pienso por ejemplo en la gente de La Palma. Mucha de esta gente está como si estuviera en un naufragio: tienen que salir adelante en una situación nueva, no saben cómo les irán las cosas y es un sálvese quien pueda.
Un naufragio no solo tiene que ver con el agua: se puede naufragar emocionalmente
En la película, de hecho, se contrapone el caso del naufragio de la Alliance con imágenes más actuales de migrantes en el mar. ¿Qué tienen en común ambas situaciones?
El tema del poder actuando sobre el débil es algo que ha sido, es y será. En el naufragio de la Medusa evidentemente eran todos blancos, pero nosotros hemos puesto personajes en su mayoría negros como dando a entender que estos naufragios siguen dándose hoy día. Y en la actualidad solo ocurre con gente que viene de África. Hay que recordar lo que ocurre en el Mediterráneo, porque no es una cosa que pasó hace 200 años: sucede cada día al lado de nosotros.
En un principio iba a ser una obra de teatro, pero debido a la pandemia ha acabado siendo una película realizada de forma exprés y con un presupuesto limitado. ¿Cree que estos condicionantes han afectado negativamente a lo que querían contar?
No, en absoluto. Nace durante el estado de alarma, en el momento más duro de la pandemia, y ya sabíamos las condiciones de las que íbamos a partir: que tendríamos muy poquito dinero y un equipo reducido. Con lo cual, todo el guion estaba ajustado para que no fuese una película que necesitase demasiado. De la carencia al final hemos acabamos haciendo una virtud.
Es, de hecho, una película bastante conceptual a pesar de que la historia se presta a ser explícita. ¿Teme que esto aleje a los espectadores más tradicionales?
Pues puede ser, porque se podía contar de una manera convencional. Pero a mi parecer es mucho más interesante mostrarlo así porque, aunque en los telediarios vemos que hay gente que quiere salir de sus países para llegar a las costas, no se habla de qué pasa por sus cabezas. Lo más interesante es que en nuestro relato se muestra la vida interior de personas enfrentadas a esa tragedia, sobre todo a esa naturaleza tan amorosa y al mismo tiempo tan traidora como es el mar. Eso es muy interesante, porque una vivencia de este tipo hace a la gente inconsolable y lo hace para toda la vida.
Un productor no puede confiar en las salas de cine a no ser que sea un producto muy comercial
Su película se estrena en Filmin. Parece que después de la pandemia las plataformas digitales han ganado terreno en el debate de si son adecuadas para distribuir películas. El propio Almodóvar, que fue muy crítico, sacará su última película en Netflix. Esto afecta a toda la industria: desde a los creadores hasta a los exhibidores. ¿Qué implica entonces este cambio de paradigma?
Hay gente muy perjudicada, que son las que trabaja en los cines. Creo que irán cayendo poco a poco y algunas salas tienen los días contados. No todas, pero ya se ve cómo un productor no puede confiar en las salas a no ser que sea un producto muy comercial. Con esta película, por ejemplo, confío más en lo que haga una plataforma de cine. Me alegra saber que películas como Maixabel de Icíar Bollaín u otros filmes españoles funcionan bien en taquilla, pero desde luego no son los números de 2019 o anteriores.
Las plataformas también cambian la forma de ver el cine, no solamente por si se ve en una pantalla grande o en un ordenador: cambia la actitud ante él. A veces hay poca concentración con la obra que quiere comunicarse de una manera más desde su interior.
Y este cambio de actitud, ¿perjudicaría a los creadores que quieren hacer obras más introspectivas?
Sí, es muy posible que pase. Pero también depende, porque nunca sabes cómo reacciona la gente. Hace años Ingmar Bergman no era un director comercial, pero la gente iba al cine a verle. Entonces puede volver a pasar, que existan otras ideas. Lo que pasa es que ya hay muchas propuesta y muchas películas [risas].
Al igual que otros de sus anteriores filmes, esta es una película rodada en catalán. ¿Cree que en el cine español escasea la representación de las diferentes lenguas del país?
Eso es evidente que es así. En Catalunya ahora son los premios Gaudí y este año se presentan solo cuatro películas habladas en catalán. El número ha ido bajando hasta el punto de estar en riesgo de desaparecer. Quizá se podría aprovechar parte de la difusión europea para películas en lenguas diferentes al castellano. Yo no sé si esto llegará ni si ayuda del todo, porque creo que las ayudas más de base tienen que ser ayudas industriales. Es decir, pensar las cosas desde la propia industria.
Tras el Goya me han caído ofertas de gente que jamás hubiese imaginado que me llamaría
Pa negre arrasó en 2011 con nueve goyas, entre ellos el de mejor película. Ahora que ya han pasado unos años de aquello y se puede valorar desde la distancia, ¿cambia algo la vida de un director tras recibir un Goya?
A mí me la cambió totalmente. Antes era una persona más o menos interesante dentro del cine, un poco maldito. Pero en definitiva no pasaba de ser un poco raro. Entonces, claro, al ganar tantos Goya con esa peli te sitúas en la industria. De repente es como si te aceptan dentro de lo que es el mundo del cine. Me empezaron a caer ofertas de gente que jamás me hubiese imaginado que me llamaría. No es que mi vida fuera muy diferente, porque seguí más o menos fiel a las cosas que yo quería, pero sí que cambia.