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ENTREVISTA | Alejandro Amenábar: “Con esta entrevista he intentado no ofender”
Antes de comenzar la entrevista, Eduard Fernández (Barcelona, 1964) le esconde el móvil a su hija Greta debajo del bolso. Lo hace con un gesto suave y una mirada de advertencia de las que solo le pueden salir a un padre. El veterano actor tiene años de experiencia en promoción, pero es la primera vez que lo vive junto a la persona que más le importa del mundo y con la que estos días se pasea por la alfombra roja de Donosti.
La hija de un ladrón compite por la Concha de Oro y reúne al doble ganador del Goya con una joven promesa de 24 años que lleva en sus genes el amor por la profesión. Él habla, la escucha con orgullo y le invita a explayarse en sus reflexiones. Viéndoles, su afinidad parece estar a años luz de la que representan en la cinta de Belén Funes.
Pero ninguna relación paternofilial es idílica. Si bien nunca ha estado en la cárcel ni es un ser miserable como su alter ego, Eduard confiesa haber sido en cierta forma un padre ausente para Greta.
“Es la parte negativa de una profesión tan bella”, se lamenta. Por eso, dice, ha sido un un rol tan difícil de interpretar como el de Millán Astray en Mientras dure la guerra, también presentada en San Sebastián. El papel de Greta, favorito para alzarse con la Concha de Plata, no es más sencillo. Sara es una madre desempleada que vive en los márgenes de Barcelona y pelea –literalmente– con su padre por la custodia de su hermano pequeño.
Ambos ponen piel, manos y rostro a una España de precariedad, hambre y silencios que solo de vez en cuando recibe atención cinematográfica. “La que va en autobús o en metro” o, como diría Sara, “la normal” y precisamente por ello, la más importante.
¿Preparabais las escenas antes o usabais vuestra relación familiar como espejo para sacar la violencia en pantalla?
Eduard Fernández (E.F): Qué va, nada. Tanto Greta como yo teníamos ganas de ver cómo nos iba a afectar como padre e hija. Pensamos que podían producirse situaciones que nos tocasen la fibra a alguno de los dos o a ambos, pero nada. De hecho, al final nos dijimos que tendríamos que haber forzado algo. No sé, un llanto, una hostia... (ríe). Trabajamos de una manera muy natural y salió de forma orgánica.
Cuando la persona que tienes delante es tu propio padre, ¿cómo se hace para mostrar ese odio o ese desprecio?
Greta Fernández (G.F): Creo que nunca llegué a odiar al personaje de mi padre porque Sara tampoco lo hacía. En cualquier caso no ha sido difícil porque las escenas de la película eran muy desagradables. Yo las vivía como si fueran de verdad y las reacciones del padre eran tan terribles que se puede decir que mi papel consistía en reaccionar ante su actitud.
Eduard, llega a San Sebastián de la mano de dos personajes difíciles: Millán Astray en Mientras dure la guerra y el padre ausente y violento de esta cinta. ¿Con cuál le costó más mimetizarse?Mientras dure la guerra
Los dos son muy lejanos a mí, por suerte, pero a la vez maravillosos de trabajar. El de Millán Astray es espectacular, histriónico y por eso muy difícil, y el otro es un papel de soporte, como dicen los americanos. De acompañamiento tanto de Greta como de la directora, Belén [Funes], a quienes he visto crecer. Tenía mucho sentido para mí entrar en ese proyecto como soporte de las dos.
Pero ser padre siendo actor, ¿no implica también muchas ausencias?
Totalmente. Me acuerdo de una vez que llegué a la estación de Sants, en Barcelona, y me vinieron a buscar Greta y su madre. El tren estaba parando y sin abrir las puertas avanzó un poco más, y la niña y se puso a llorar como una loca porque pensaba que me iba ya. Otra vez. Años más tarde me confesó que lo pasó mal con las ausencias de su padre.
Esta es la parte negativa de una profesión tan bella, que es dura. Muchas veces decía, ¿qué hostias hago aquí en Logroño, por ejemplo? No tiene sentido. Pero también tiene mucha belleza.
El año pasado, Viaje al cuarto de una madre mostraba el síndrome del nido vacío a través de una mujer y su hija. En cambio, la ausencia, como en esta película, se suele mostrar casi siempre del lado del padre. ¿Es la vida misma?Viaje al cuarto de una madre
La madre está nueve meses entrenando. Yo fui padre cuando nació Greta sin ningún entrenamiento previo. A mí, si tuviera otra vida, me gustaría ser madre embarazada. A ver qué es eso. Que te nazca una criatura dentro debe ser muy fuerte. Es que el día que nació Greta me preguntaron qué sentía y dije que nada. Pero de una forma muy grande, no peyorativa. Porque es algo tan ajeno, tan raro...
Es cierto que las ausencias se relacionan más con la figura del hombre. Pero el caso de mi personaje es muy extremo porque se trata de un ser que no sabe querer, no sabe cuidar y no sabe funcionar en la vida, pero sin nada espectacular. Se sitúa en una Barcelona muy poco contada y una clase muy poco contada que seguramente sea la más común. Y la directora lo hace con una honestidad y una naturalidad muy difíciles de conseguir en una película.
Decía Juliette Binoche que los actores sois políticos sin fronteras. ¿Os veis obligados a veces a tener una significación política?
El actor es como una esponja. Para interpretar a un personaje nunca puedo juzgarle, ni siquiera a Millán Astray. Por eso no podría hacer de pederasta. Creo que es bueno tener una significación relativa. Como decía Bigas Luna, hay actores y hay estrellas. Yo soy un actor no demasiado famoso, y eso permite que la gente vaya al cine y vea al personaje, no al actor.
Está bien preservarse de significarse con siglas en política. Yo soy claramente de izquierdas, pero decir de qué partido forma parte de lo casual o de lo anecdótico. Pero cuando toca posicionarse en determinados asuntos, lo hago.
¿Y cómo ha afectado ese entendimiento hacia Millán Astray a tu posición sobre la exhumación de Franco?
Son cosas distintas. Yo no juzgo a Millán Astray como personaje, pero la exhumación de Franco hay que aceptarla con la naturalidad que debe tener en una democracia. Me parece algo que está muy bien hecho y tiene mucha lógica. Pero sin más. Celebrarlo demasiado es como señalar al enemigo. Vamos a intentar alejarnos de las dos Españas. No hace falta alardear tanto porque igual el otro se siente mal.
Greta, ¿cuál es el mejor consejo profesional que te ha dado tu padre?
G.F: Me ha dado muchos, pero en situaciones concretas. Lo que sí me ha transmitido con esta profesión es el relativizarlo todo un poco. Hay cosas que salen bien y otras peor, pero sin frustrarme ni dejarme llevar por los logros y ponerlos en un lugar que no toca. Y eso tampoco es fácil.
Primero Elisa y Marcela, ahora La hija de un ladrón. A la hora de elegir papeles al empezar una carrera, ¿es importante tener criterio o es más bien lo que caiga y ya habrá tiempo de filtrar?Elisa y MarcelaLa hija de un ladrón
La verdad es que tampoco estoy en un momento en el que pueda decidir muchas cosas. No es que tenga cuatro guiones y pueda escoger cuál hago. Ojalá. Todo lo que me ha ido llegando ha tenido sentido. Por suerte no me ha llegado una cosa con la que no me haya sentido identificada.
Sí que creo que cuando estás empezando es un momento que te permite escoger qué es lo que quieres hacer. Cuando tenga 40 años, una familia y unos hijos, quizá tendré que aceptar papeles que no me apetezca hacer. Ahora, dentro de lo que cabe, hago cosas que me motivan y me enamoran de esta profesión.
¿Y cuál es ese criterio? ¿Guiones con una carga social o ha sido casualidad?
G.F: Más bien que sea una película que esté bien escrita. Que la historia me interese y que los personajes estén bien definidos.
E.F: Totalmente. A veces dicen, 'hay que ver esta película porque habla de nuestra historia'. No, hay que verla si es buena. Si no, mejor comprarse un libro que habrá muchos muy buenos sobre todos los temas.
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