Cómo escribir sobre el feminicidio de tu hermana
Liliana Rivera Garza era una mujer lista y luminosa, dicharachera y burlona, era una amiga confiable, una estudiante de arquitectura apasionada, una líder carismática, una mujer que iba creyendo cada vez más en sí misma. Tenía 20 años cuando un exnovio entró por la fuerza en el apartamento de México D.F al que ella se había mudado para acudir a la universidad y la mató. Ángel González Ramos, el asesino, nunca fue capturado y el homicidio quedó impune. Pero no en el olvido. Treinta años después, su hermana, la escritora Cristina Rivera Garza, ha creado un expediente en forma de libro que recoge su historia, que reclama justicia y traza un recorrido que nos lleva desde aquel 1990 hasta nuestros días, cuando los ecos del 'y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía' resuenan frente a los palacios de justicia de todo el mundo.
'El invencible verano de Liliana' (Literatura Random House) toma el título de esa frase de Albert Camus que dice: “En medio del invierno aprendí por fin que había en mí un verano invencible”. Porque Liliana fue asesinada justo después de que ella hiciera ese particular descubrimiento sobre su vida y decidiera terminar definitivamente con una relación violenta. Pero también porque el libro explora un lenguaje y una forma nueva para hablar de la violencia machista. Rivera Garza nos presenta a su hermana y nos introduce en su mundo mientras relata su intento por buscar justicia 30 años después y trata de conectar esa historia particular con la estructura machista y misógina que la permite.
“Los grandes peligros de contar historias de violencia o de escribir la violencia es enfatizar tanto el poder hegemónico que acabas por retratar víctimas pasivas que solo reciben los golpes del mundo y, por otro lado, la pornoviolencia, que termina por utilizar doblemente a la víctima”, explica la escritora a elDiario.es. Hay más: Rivera Garza menciona el reto de evitar relatar estas historias “como si fueran extraordinarias, hechos aislados o relatos ensimismados que cuentan lo que le compete a un individuo como si en su relato no actuaran fuerzas que van mucho más allá de uno mismo”. De esta manera, su trabajo entronca con la preocupación y el trabajo de varias generaciones de periodistas y escritoras, que buscan desde hace años desnaturalizar los antiguos relatos sobre las violencias machistas y crear otros nuevos.
Es desde el inicio que la historia de Liliana entronca con la de muchas otras mujeres y familias. Cristina Rivera Garza nos hace acompañarla por los pasillos del palacio de justicia para buscar el expediente de su hermana. Y después más pasillos, y edificios más lejanos, y otras ventanillas y funcionarios que van echando por tierra las esperanzas de encontrar el documento. “Cuando una funcionaria me dijo que los archivos no duraban para siempre, sentí terror de pensar que no iba a quedar ningún rastro institucional de mi hermana sobre la tierra y pensé que, lo encontrara o no, este libro tenía que ser ese expediente”, agrega. Ahí empezó el proceso de escritura, que comenzó con una investigación minuciosa sobre la vida de Liliana.
La culpa y la vergüenza de la familia
El libro es una mezcla de “capas geológicas” que contienen cartas, citas de libros, entrevistas, descripciones de distintos lugares y fechas, aunque la guía de la historia es la escritura de la propia Liliana, que dejó testimonio durante años de sus pensamientos, planes y emociones en diarios, notas o apuntes. Por eso, Cristina Rivera Garza considera que el libro tiene en realidad una “coautoría” que comparte con su hermana.
Para documentarse, Rivera Garza abrió las cajas en las que su familia había guardado las cosas de Liliana después de su asesinato. Habían permanecido cerradas durante 30 años. “¿Quién puede decir si 30 años son pocos años o muchos años?”, se pregunta la escritora en el libro. Porque la historia de Liliana es también la de la culpa y la vergüenza que el patriarcado arroja sobre las mujeres y sus familias. “Uno no se calla la boca, a uno le callan la boca”, dice la escritora.
O como describe en el libro: “Bajamos la voz y nos recluimos dentro de nosotros mismos, contigo adentro, para no exponerte a la acusación fácil, al morbo tullido, a las miradas de conmiseración. Bajamos la voz y caminamos con pasos de niebla, achicando nuestra presencia por donde pasábamos, tratando de ser de una vez los fantasmas en los que nos convertimos con el tiempo, con tal de evitar los ataques de los mordaces, de los predispuestos a la inculpación, incluso de los bien intencionados, contra nosotros y contra ti, que ibas a nuestro lado, colgada del brazo, tomándonos de la mano”.
En aquellas cajas aparecieron todo tipo de objetos y recuerdos. También las agendas que Liliana utilizó en 1990. A partir de ahí su hermana logró dar con su círculo de amistades, que estuvo de acuerdo en “recordar”. “Les alivió la posibilidad de contar esta historia de otra manera que no es la narrativa del crimen pasional. Lo que ocurrió en 1990 no tenía nombre pero ahora sí, es un feminicidio”, apunta Rivera Garza. Gracias a esas amistades la reconstrucción de la vida de Liliana de aquellos años es prolija en detalles. Sus relatos también hablan de emociones: de las que sintieron unas y unos por otros, de las largas noches antes de entregar un trabajo, de los viajes, incluso de los silencios, siempre tan significativos.
Una historia personal en su contexto
“Para mí era muy importante que siendo la historia personal de mi hermana fuera también una historia que no escapa a su tiempo, que solo se entiende en un contexto que el libro tiene que traer a colación por fuerza”, explica la escritora. Por eso, el libro alude a la lucha y a los logros del movimiento feminista, a su empeño por nombrar, por denunciar, por concienciar y apelar a los poderosos. Contiene también citas de libros que son referencia para comprender el fenómeno de las violencias machistas y que quedan engarzados en el texto como una búsqueda de explicaciones a lo vivido más allá del hecho puntual que un hombre cometió.
'El invencible verano de Liliana' es también una crítica a cómo el sistema y el lenguaje “insisten en culpar a la víctima y en exonerar al perpetrador”. “Sabemos poco de este tipo de duelos. Este libro es también una invitación a reflexionar sobre lo complejo de un duelo de estas características”. Si en el momento del asesinato quien “triunfa” es el asesino, dice Rivera Garza, las tornas han cambiado: Liliana se aseguró de dejar constancia de su memoria a través de todos sus recuerdos y escritos y este texto hace la justicia que el sistema no ha dado.
Treinta años después, el asesino no ha respondido por el crimen y el expediente de Liliana sigue sin aparecer. Pero este libro es parte de algo más grande, de un cambio “que está pasando” y que nos permite conocer las historias personales pero también señalar la estructura que nos oprime. “Están pasando cosas, las veo suceder, aunque la reacción también es muy fuerte. Lo que parece claro es que entre los pensamientos más lúcidos que tenemos para reflexionar sobre el futuro están los feminismos”.
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