Parte de la obra del escultor chileno Mario Irarrázabal (Santiago de Chile, 1940) tendrá un lugar especial en la restauración del Campus de los Museos de la sureña ciudad de Valdivia a través de una donación por 30 años para la creación del Museo Humano, informaron este martes los organizadores.
El artista, con casi 50 años de carrera, es conocido en medio mundo por sus esculturas gigantes con forma de mano surgiendo del suelo, obras que pueden apreciarse en la costera urbe de Punta del Este, en Uruguay; en un parque al este de Madrid o en mitad de las áridas tierras del desierto de Atacama (norte de Chile).
Pero serán otras 269 obras las que los visitantes puedan apreciar cuando se concrete el Museo Humano en las instalaciones de la Universidad Austral (UACh), entre ellas esculturas, bocetos, dibujos, fotografías, vídeos y otros documentos que Irarrázabal ha prestado a través de la Fundación Piedra Viva de Peñalolén, que se encarga de administrar el trabajo del chileno.
En ese sentido, el comodato se acordó por 30 años con la posibilidad de renovarlo por la misma duración en un futuro, una iniciativa que fue presentada este martes en el Museo de Artes Visuales (MAVI) en la capital chilena.
“Imagino que para la gente va a ser un poco intrigante porque se van a meter al museo y van a ver todas estas figuras que están contando un cuento”, expresó el artista según informaron desde la UACh.
Para él, la exposición de todas esas obras no va a ser lo que los visitantes “encuentran normalmente en un museo”, sino que destacó que “van a sentir quizá que todo es de un loco que las hizo y que te está contando muchos cuentos”.
Irarrázabal, cuyas obras son perfectamente reconocibles también en el centro de Santiago o en la costera ciudad de Valparaíso, tomó la decisión de trasladar parte de sus creaciones hasta Valdivia, a más de 800 kilómetros al sur de la capital, para contribuir a la descentralización cultural del país austral.
También para fomentar la valoración y desarrollo a nivel nacional de las artes visuales, que ha practicado desde el comienzo de su carrera.
“De primera va a ser un poco mareador ver tantas figuras, pero de repente va a ser interesante ver ¿qué me llega a mí? y ¿qué me dice esta pieza?”, afirmó el artista chileno.
El escultor detalló la relación personal que establece con sus trabajos y cómo se separa de ellos para que los espectadores interactúen con la imaginación.
“Me encanta eso de que las obras hablen por sí mismas. Entonces si es una contribución a sensibilizar a las personas, ¡fantástico! Estarían las obras mismas ya cumpliendo su función. Pero suena irónico, y no creo que sea falsa humildad, pero a mí también las obras me interpelan después de que las hago”, dijo.
Irarrázabal considera esto “un juego” que en ocasiones le supera, pero que compara con la situación de un padre al que sus hijos comienzan a preguntarle: “Me hago mil preguntas: ¿qué me está diciendo?, ¿por qué?, ¿por qué esto otro al lado?”.