Hablar del español en Estados Unidos representa hablar del futuro de la lengua, en un país llamado a ser el motor del mundo hispánico en las próximas décadas. Sin embargo, en ese mismo país también encontramos variedades muy minorizadas como es el caso del español hablado en el estado de Nuevo México, que está en riesgo real de extinguirse dentro de una o dos generaciones.
Esta variedad, que se puede considerar parte del patrimonio lingüístico norteamericano, se encuentra circundada por grandes comunidades de habla, lenguas muy extendidas y otras variedades del español muy asentadas. Por un lado, linda con el inglés estadounidense, lengua de uso común a todos los niveles tanto en Nuevo México como en el resto de los Estados Unidos; por otro, lo hace con el español de México, la variedad más extendida y numerosa del español, que se habla a ambos lados de la frontera y representa a la gran comunidad migrante de ascendencia mexicana que encontramos en Nuevo México. Por último, también está en contacto con el espanglish, variedad del español estadounidense fruto del contacto lingüístico con el inglés implantado en hablantes de herencia hispana bilingües.
En medio de esta encrucijada lingüística, el español nuevomexicano combate las dinámicas de poder internas a la lengua que jerarquizan y reordenan las distintas variedades y comunidades de habla. La demografía lingüística, su situación histórica y posicionamiento social periférico, el escaso capital lingüístico y cultural de sus hablantes, su poca vitalidad o el grado de presencia en la vida pública auguran un futuro difícil a este dialecto histórico que se implantó en el suroeste de los Estados Unidos en el siglo XVII. De hecho, la capital del estado, Santa Fe, fue fundada en 1610 por Pedro de Peralta.
Es curioso pensar que el español en Nuevo México lleva hablándose el mismo tiempo que el francés en Quebec (la ciudad de Quebec se funda en 1608) o el inglés en Virginia (Jamestown lo hace en 1607). Sin embargo, el español en Nuevo México no corrió la misma suerte que las otras lenguas europeas de colonización en el contexto americano, sobre todo a partir de 1848, fecha en que estas tierras se anexionaron a los Estados Unidos, y que marcó la penetración paulatina del inglés en la vida pública, hasta que en 1935 el español dejara de ser utilizado de manera oficial por el gobierno estatal. Esta historia de sustitución lingüística minorizó a la comunidad hispana originaria de Nuevo México, que, según el U.S. Census Bureau de 2020, ronda el 48 % de la población, aproximadamente un millón de habitantes, de los cuales un 9% se identifica como descendiente de españoles.
El español de Nuevo México es una variedad fronteriza tanto por su geografía (la ciudad de Albuquerque está a apenas 400 kilómetros de la frontera mexicana) como por su contacto lingüístico con el inglés. Esto hace del mantenimiento de la lengua y la visibilidad de sus hablantes una tarea difícil. Dicha dificultad radica también en la proximidad lingüística entre el español de Nuevo México y el propio español mexicano. No podemos olvidar que, en un principio, el español nuevomexicano formaba parte del dialecto regional hablado en el noroeste de México, propio de los estados de Chihuahua, Sonora y Baja California, aunque, desde que el estado de Nuevo México pasó a ser estadounidense, su español permaneció más aislado, llegando a conservar expresiones arcaicas y reteniendo estructuras muy distintivas que hablan de su conservadurismo, característico de hablas de zonas rurales y solitarias, no conectadas con las grandes tendencias que unifican la lengua global.
En ese sentido, según los estudios del profesor Damián Vergara Wilson, de la Universidad de Nuevo México, podemos todavía escuchar allí la retención fonética de la /h/ en posición inicial de palabra (jallar por hallar) o el jejeo propiciado por la reducción de /s/ en diferentes posiciones (jí, jeñor por sí, señor). A nivel gramatical encontramos algunos adverbios y verbos en desuso en el español estándar (asina, muncho, cuasi, truje) así como cierta oscilación en terminaciones verbales, especialmente en la primera persona del plural (hamos ido por hemos ido, hablábanos por hablábamos). En el plano léxico, lo más destacable es la lógica influencia del inglés y los procesos de adaptación fonética y ortográfica de todo tipo de préstamos (bisnesbusiness, crismesChristmas, cuquecookie, lonchilunch, trocatruck, etc.).
Este patrimonio lingüístico, relegado hoy en día al ámbito familiar e íntimo de los nuevomexicanos, silenciado por el uso del inglés e invisibilizado por el español de las comunidades migrantes provenientes del norte de México, corre el riesgo de desaparecer. No es este el único caso. En el estado de Luisiana, también vinculado históricamente con la expansión colonial española, aún quedan pequeñas comunidades históricas de hablantes de español en peligro de extinción.
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