La Biblioteca Nacional y Acción Cultural Española presentan un homenaje tan merecido como tardío a la pensadora Concepción Arenal con una exposición que recupera algunas de las múltiples luchas que libró. Acciones que hoy, dos siglos después, se perciben como el origen de derechos humanos esenciales. “Cuántos siglos necesita la razón para llegar a la justicia que el corazón comprende instantáneamente”, exclamó Arenal. La exposición 'Concepción Arenal: la pasión humanista 1820-1893' estará disponible en la Biblioteca Nacional de España hasta el cuatro de abril de 2021. La muestra se divide en dos salas que acogen 120 piezas originales, seleccionadas por las comisarías, Cristina Peñamarín y Anna Caballé, y que incluyen pinturas, fotografías, manuscritos, correspondencia y primeras ediciones, que ayudan a contextualizar el entorno que habitó la pensadora y activista gallega.
Concepción Arenal (Ferrol, 1820 - Vigo, 1893) nació en una España en la que la alfabetización era escasa y fue pionera de todo lo que se propuso: intelectual, en tiempos en los que parecía que solo los hombres podían serlo; estudió Derecho cuando las mujeres no podían ir a la universidad (aunque no le permitieron matricularse ni licenciarse); primera visitadora de cárceles y defensora de la reforma penal; inspectora de casas de corrección de mujeres; secretaria en el comienzo de Cruz Roja; cronista de guerra; luchadora por la abolición de la esclavitud en tiempos en lo que, en las colonias españolas (Cuba y Puerto Rico), seguía vigente; y un largo etcétera que, a día de hoy, carece del espacio que se merece en los libros de texto del país por el que tanto hizo. “¿Por qué obrar, si soy una voz que nadie escucha?”, se preguntó hace dos siglos.
La muestra se organiza en dos espacios de la Biblioteca Nacional. La Sala Hipóstila enmarca el hilo histórico junto a los documentos biográficos de Arenal. Este archivo no es abundante porque Arenal se deshizo de infinidad de documentos sobre su vida personal. “Ella quería ser conocida como autora más que como persona”, explica Cristina Peñamarín, una de las comisarias de la exposición.
La Sala Recoletos está enfocada a los pilares fundamentales a los que se dedicó Arenal: esclavitud, cárcel, educación y los derechos de las mujeres. Esta sala es más transmedia que la anterior, y mediante fotografía, animación y vídeo proyecta el activismo de la pensadora. Algunas de las secuencias que se muestran son las de la película Concepción Arenal, la visitadora de cárceles (Laura Maña, 2012), protagonizada por Blanca Portillo. Esta sala también cuenta con ejemplares de Gertrudis Gómez de Avellaneda, Madame de Staël, Teresa de Jesús y Marie-Jeanne Roland de la Patière. “Las cuatro autoras favoritas de Arenal”, asegura Peñamarín.
Las comisarías de la exposición, Cristina Peñamarín y Anna Caballé, invitan a buscar más allá de las anécdotas popularizadas de la figura de Arenal. Dejan a un lado la conocida historia de que Arenal se vestía con pantalones para ir a la universidad o que ganó el premio de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas gracias a que este trabajo fue firmado con el nombre de su hijo de nueve años porque entonces no se premiaba a mujeres. Peñamarín y Caballé se centran en su actividad intelectual y humanística, y en su formación autodidacta porque consideran que España está en deuda ante su figura y su carrera en pro de la justicia social. “Ella no quería ser una mujer excéntrica, no quería llamar la atención. Simplemente lo que quería es: 'Por favor, no se fijen en mí como mujer, que no me van a oír. Fíjense en lo que digo”, explica Anna Caballé autora de la biografía Concepción Arenal, la caminante y su sombra, premio Nacional de Historia 2019.
Ser feminista en en el siglo XIX
“La voz doliente de tu Hiparquía amada” es uno de los versos que Concepción Arenal dedicó a su padre tras la muerte de este cuando ella tenía nueve años. Entonces heredó su biblioteca, comenzó a apoyarse en las figuras liberales de su época y se reflejó en Hiparquía, una de las primeras filósofas de la antigua Grecia. “Con Hiparquía se identifica explícitamente varias veces. Hiparquía es esta figura que a ella le resulta afín, una mujer enteramente rebelde, que pasa de todas las convenciones, de todas las normas de su tiempo y se dedica a la filosofía”, cuenta Cristina Peñamarín, que junto a Anna Caballé comisaría la exposición.
“Arenal tenía esa voluntad de ser merecedora del orgullo de su padre, que su padre se hubiera sentido orgulloso de ella. Eso la hizo una luchadora, enormemente valiente, tenaz y trabajadora. Tuvo muchos disgustos porque perdió a su hija pequeña, a su marido, a su madre, a su amiga íntima, Juana María de la Vega, condesa de Espoz y Mina”, enumera Peñamarín y destaca que “después de un período de hundimiento, ella volvía a retomar la lucha, la pelea por influir, por mejorar el mundo que le tocó vivir”.
Las Obras completas de Concepción Arenal abarcan 23 volúmenes. Están compuestas por escritos sociológicos y jurídicos, ensayo, narrativa, poesía y novela. Su trayectoria fue un continuo combate por la igualdad, por los derechos y, mediante esta labor empírica en la mitad del siglo XIX; fue precursora del trabajo social y de la perspectiva feminista a nivel nacional.
Arenal trató de quebrantar la indiferencia de la sociedad ante situaciones tan inhumanas como la esclavitud racista o la vejatoria condición de las prisiones donde aún seguía vigente la pena de muerte a manos del garrote vil. Su trabajo como visitadora de prisiones duró hasta que, en 1865, escribió Cartas a los delincuentes, donde criticó la corrupción y la violencia del sistema carcelario, lo que provocó su destitución del cargo. No obstante, en 1876 publicó su ensayo más reconocido internacionalmente, Estudios penitenciarios.
“La Sra. Arenal es una autoridad no solo en su país, sino en Europa. El informe trata dieciséis cuestiones de ciencia penitenciaria (...) Es un informe verdaderamente original y profundamente filosófico, y su lógica y su método son tales que cada afirmación es un argumento”, dijo sobre Estudios penitenciarios Enoch Cobb Wines, penalista estadounidense, que invitó a Arenal a participar en el Congreso Penitenciario Internacional de Estocolmo de 1878. Concepción entonces tenía 58 años y no asistió al Congreso, de hecho nunca salió de España, pero envió un informe sobre legislación criminal e instituciones penitenciarias y preventivas. “Abrid escuelas y se cerrarán cárceles”, propuso Arenal.
La intelectual e investigadora dedicó toda una vida a las personas en situaciones de vulnerabilidad. Arenal germinó infinidad de luchas, aunque nunca llegó a ver el fruto de muchas. Algunas de sus contribuciones fueron, por ejemplo, las celdas celulares (individuales), que se llevaron a cabo en las cárceles modelo; en el marco social, creó una asociación constructora benéfica, que levantó casas accesibles para la clase trabajadora; en cuanto a género, defendió la educación como “la más apremiante necesidad de hoy”; contra la esclavitud, recitó en 1866: “Mientras cobije esclavos tu bandera / grande no puedes ser ni respetada”, versos del poema 'La esclavitud de los negros', premiado por la Sociedad Abolicionista Española.
Arenal fue referente para las sufragistas y también para feministas coetáneas a ella como la británica Josephine Butler, fundadora de la Federación Abolicionista Internacional, que hizo campaña contra la regularización de la prostitución y la trata.
En 1939 y desde Buenos Aires, Clara Campoamor publicó El pensamiento vivo de Concepción Arenal, donde decía: “[Arenal] salió numerosas veces al páramo de la indiferencia española, en defensa de todas las injusticias y de todos los dolores; quebró las lanzas de su espíritu a favor del miserable y del caído; (..), de la mujer, expoliada de derechos y de actividad”.