“Tenemos que enfrentarnos a la policía, aún no lo hemos hecho. La policía sabe jiu-jitsu. Os recomiendo que aprendáis jiu-jitsu. En el futuro, no vengáis a las reuniones sin palos. Ya no sirve fingir. Tenemos que luchar”.
Estas palabras no pertenecen a un líder guerrillero que venga a la mente de inmediato. Forman parte de las declaraciones al New York Times de la líder del movimiento sufragista Sylvia Pankhurst y son de 1913. ¿Feministas armadas con palos, dominando las artes marciales? Parece ficción, y ahora lo es gracias al estreno de Sufragistas, la película que detalla las luchas feministas a principios de siglo en el Reino Unido, pero también forma parte de la historia moderna, poco alumbrada por la opinión pública.
Sufragistas promete ser el estreno de la temporada: la película, plagada de estrellas -está protagonizada por Meryl Streep, Carey Mulligan y Helena Bonham-Carter- narra a través de diversas historias la realidad de la lucha sufragista, el movimiento reformista social, económico y político que promovió la extensión del derecho a votar y a participar de la vida política a las mujeres, abogando por el “sufragio igual” y por tanto reivindicando la abolición de la diferencia de capacidad de votación por género.
Sufragistas arroja algo de luz sobre una parte de la historia silenciada: se pone de manifiesto su carácter internacional, la relación de la lucha con el movimiento obrero -la película, centrada en el activismo feminista en Inglaterra, sigue a una protagonista apaleada por los efectos de la Revolución Industrial-, y el escarnio público al que se sometió a las activistas sufragistas. Aisladas de sus familias, ridiculizadas por la prensa -eran comunes las caricaturas en los principales medios de comunicación- y convertidas en gran medida en proscritas, sufrieron también una constante represión policial.
Las sufragitsu
Y ahí es dónde entra el jiu jit-su: el arte marcial japonés, introducido en Gran Bretaña en 1898, estaba considerado un deporte adecuado para las mujeres, se entendía como femenino y grácil, ya que no resulta agresivo ni requiere fuerza, sino habilidad y una adecuada distribución del peso para ganar al oponente. Ante la creciente represión contra los movimientos sufragistas, estos crearon un brazo armado de resistencia: las llamadas Sufragitsu, Guardaespaldas o Amazonas, encargadas de proteger al resto de militantes frente a las fuerzas del orden.
El paso del activismo pacífico a la guerrilla y la desobediencia civil, promovida por una de sus líderes, Emma Pankhurst, respondía a otra táctica gubernamental represiva: la “Cat and Mouse Act”, el Acta del Gato y el Ratón, según la cual, la manera de contrarrestar las huelgas de hambre dejaba de ser la controvertida alimentación forzosa, sino que la sufragista era liberada hasta que recuperaba lo suficiente su salud y volvía a ser apresada. De ahí el juego del gato y el ratón. El papel de las sufragitsu era impedir la captura de sus compañeras, y para ello eran entrenadas en espacios secretos, hacían acopio de palos bajo sus largas faldas y usaban las tácticas de autodefensa.
Las amazonas sufragistas se convirtieron en un reclamo para la prensa que propagó su causa e, inmediatamente, se alzaron como símbolo de la radicalización del movimiento. Su historia, como la de las propias sufragistas, quedó relegada tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, y solamente ahora con la revisión histórica, reaparece. Tal es el interés que han despertado que recientemente el guionista Tony Wolf y el dibujante Joao Vieira han creado la novela gráfica Suffragitsu, dónde narran una versión alternativa de la historia basada en la sociedad secreta de las guardaespaldas sufragistas.
El silencio ante la autodefensa
Las amazonas sufragistas no han sido las únicas en utilizar la autodefensa contra la agresión. De hecho, esta práctica es un reclamo constante en las luchas feministas. L.A. Jennings, estudiosa de la lucha femenina, analiza como esta se retrotrae incluso al propio ejército: en el siglo XVIII en Dahomey, las mujeres eran guerreras con cantos propios: “Debemos conquistar cada población que ataquemos / O enterrarnos en sus ruinas”.
Por otro lado, Martha MacCaughey, principal teórica sobre la autodefensa feminista, explica la falta de información y el silencio sobre estas prácticas: “La noción de la pasividad como una cualidad eminentemente femenina explica que la violencia ejercida por mujeres, incluso en la autodefensa, sea considerada una práctica impropia”. Y por tanto, invisible. Ahora el cine blockbuster y la novela gráfica devuelven una parte de la historia que había quedado olvidada.