El 8 de agosto, Donald Trump cometió un error. No el único, ni el primero, pero sí lo suficientemente grave como para que incluso sus más acérrimos defensores, entre los que se encuentra, por ejemplo, el magnate de la prensa Rupert Murdoch, no encontraran manera de defenderle.
Ante la pregunta de un periodista de CNN sobre un debate moderado en la cadena Fox por la presentadora conservadora Megyn Kelly, donde esta le puso contra las cuerdas, Trump se quejó: “Me hacía preguntas completamente ridículas” y “se podía ver que le sangraban los ojos y le sangraba... lo que sea”.
Ante el estupor de unos y la indignación de otros, más tarde Trump aclaró que se refería a la nariz de la entrevistadora, pero fue demasiado tarde. Ni siquiera le creyó Erick Erickson, el comentarista que organizaba la fiesta del influyente medio conservador RedState, que decidió rescindir la invitación a Trump, ofrecérsela a Megyn Kelly y declarar: “No quiero a nadie en mi estrado que cuando reciba una pregunta hostil de una señora tenga como primera opción implicar que se trata de algo hormonal”.
Erickson no fue el único. La empresa Cute Fruit Undies, especializada en ropa interior femenina, ha decidido sacar a la venta unas bragas para los días de regla con la cara de Donald Trump. Y la de Jeb Bush, que legalizó las matrículas “Choose Life” (“elige la vida”) en 1999, cuyos beneficios se destinan a Choose Life, una organización antiabortista, y la de Sarah Palin, que se manifestó contraria al aborto incluso en el supuesto de violación, y un largo etcétera de políticos que han trabajado activamente para sentar precedentes legislativos que limiten los accesos de las mujeres al aborto, a los métodos anticonceptivos y a a la planificación familiar. Esta línea de ropa interior ha sido bautizada como Bloody Marys.
El activismo feminista reinterpretado como campaña de marketing –se trata de Estados Unidos, al fin y al cabo– también ha llegado a la campaña de Bernie Sanders con Bernie Barbie, una camiseta ideada por Nicole Ginelli inspirada en la tipografía de la muñeca icónica que se combina aquí con el socialismo democrático para aupar al candidato Sanders.
Para que ningún socialista ortodoxo se lleve las manos a la cabeza, la camiseta tiene una coartada profeminista: el 40% de los beneficios de Bernie Barbie se destinan a Planned Parenthood, la organización sin ánimo de lucro que ofrece servicios de salud reproductiva y sexual en Estados Unidos.
La 'tampon tax' y el debate europeísta
La campaña presidencial estadounidense no es la única en la que los úteros han sido protagonistas de alguna manera u otra. El impuesto del 5% que se aplica los tampones, compresas, copas menstruales y otros productos de higiene femenina, bautizada como “tampon tax” en el Reino Unido, ha traído de cabeza al Gobierno conservador de David Cameron. Hace dos años, la activista Laura Coryton comenzó a llamar la atención sobre este impuesto que categoriza a esos productos como “no esenciales” o “de lujo”.
Tras una activa campaña bajo el lema Bloody Disgrace, donde se ponen de manifiesto los contrasentidos del impuesto –la carne de cocodrilo o el mantenimiento de un jet privado carecen de ese impuesto de lujo que sí poseen las compresas, por ejemplo– y con el apoyo mayoritario de la población, el ministro de Hacienda George Osborne ha anunciado que eliminará el impuesto. Pero la reacción del gobierno de Cameron no se debe exclusivamente al activismo feminista. Curiosamente, la tampon tax había entrado de lleno en el debate político: los ultraconservadores de UKIP justificaban su política antieuropeísta con la existencia de la tasa.
En palabras de Suzanne Evans, portavoz de UKIP: “Esto demuestra no sólo lo ridícula que es la legislación de la UE, sino cuán negativo es que le hayamos otorgado nuestra soberanía fiscal a un grupo de comisarios sin rostro de la UE, en su mayoría de sexo masculino, que simplemente no entienden la vida real, y mucho menos las vidas reales de las mujeres”.
La torie Anne-Marie Trevelyan, que hace campaña para que el Reino Unido salga de la Unión Europea, advirtió en julio que la única manera de librarse del impuesto era dejar de ser miembro de la Unión.
Más allá de las razones reales tras la paralización de la tasa, el Reino Unido no es el primer país en reaccionar. Hace unos meses, el Gobierno conservador de Canadá tomó la decisión de eliminar la misma tasa después de que una campaña independiente consiguiera el apoyo de todos los grupos políticos. La campaña sigue activa en Francia, Escocia, Australia y España, donde la tasa es del 10%, en vez del 4% que se otorga a las necesidades básicas.
La campaña de la memoria en Perú
El centro del debate político en la campaña electoral en Perú también ofrece bragas y órganos reproductivos, esta vez con elementos mucho más dramáticos en juego. La oposición a la candidatura de Keiko Fujimori ha contado con organizaciones sociales y civiles que por todo el país han recordado el autogolpe del padre de la candidata, Alberto Fujimori, que cumple una condena de 25 años de prisión por delitos de lesa humanidad y corrupción, y que en su momento disolvió el Parlamento e intervino el Poder Judicial con el apoyo de las Fuerzas Armadas.
En el centro de las protestas, un lema: “Somos las hijas de las campesinas que no pudiste esterilizar”, y la visibilización del aparato reproductivo de las mujeres en cartulinas o ropa interior que recuerda uno de los episodios más negros del fujimorismo. Durante los años noventa, Fujimori dio la orden de esterilizar a las mujeres pobres del Perú en un programa nacional de planificación familiar, llamado “Plan de Salud Pública”. Fueron esterilizadas forzosamente más de 340.000 mujeres.