Feminismo desde el anonimato, ¿es igual de válida la lucha sin rostro?

Este año será recordado por las mujeres valientes que salieron a la luz a compartir sus episodios traumáticos de violencia sexual y de acoso. Es un hecho consensuado que va mucho más allá de la portada de la revista Time. Junto a este acto de audacia y exposición pública, aplaudido en todo el mundo, ha surgido un debate no menos interesante entre las feministas.

¿Procede el derecho al anonimato en una lucha que ha mantenido invisibilizadas a las mujeres durante tanto tiempo? ¿Es comprensible el miedo a las represalias? ¿El mensaje pierde fuerza cuando es pronunciado sin rostro, nombre ni apellidos? 

Hay opiniones para todos los gustos, una dicotomía que se materializó este lunes en una mesa redonda del Teatro Español sobre La invisibilidad de las mujeres. La tuitera y columnista Barbijaputa intervino a través de una llamada de voz para explicar por qué ella ha decidido llevar su lucha tras un seudónimo. “Lo hago por las amenazas que recibo. Tengo muchos seguidores y mucha exposición. Me llegan amenazas de todos los colores, desde 'te voy a matar' hasta un vídeo con un cuchillo”, explicó.

Manifestó su inquietud por el día en que deba incorporarse a su antigua profesión -azafata de vuelo- y el perjuicio que le pueda acarrear su perfil actual. Ante esto, la periodista María Guerra contestó que “es importante dar la cara”. “No me parece que estés dando un gran ejemplo desde el anonimato, y menos cuando hay casi cincuenta asesinadas este año y a otras les pegan...no creo que estés corriendo un riesgo anormal”, añadió la directora La Script. 

En la mesa, algunas ponentes defendieron a Barbijaputa, como Cristina Almeida, que destacó que “tener un nombre distinto no es una merma del feminismo”. “Me parece más importante lo que ella dice que lo que puedan decir los que la atacan. Sus ideas han marcado un antes y un después”, dijo la abogada a título personal.

El del anonimato no es un debate que se limite a las cuatro paredes del Teatro Español. Está en auge especialmente por su uso en Internet y en la cultura, donde hace algunos meses asistíamos al innecesario espectáculo del “desenmascaramiento” de Elena Ferrante. Nos cuesta mucho asimilar que alguien decida desarrollar una profesión o aportar al activismo desde un alias y separando su “yo personal” del escrutinio público. Aunque, muchas veces, no se trata tanto de quién como de qué hable la persona en cuestión. 

“Yo empecé escribiendo con mi nick sobre redes sociales y más tarde di el salto a la opinión política, pero solo me exigían que mostrase la cara cuando incluía perspectiva de género en mis columnas”, cuenta Barbijaputa a eldiario.es, donde colabora como columnista. “El problema no es el anonimato. Es lo que digo y cómo lo digo”, reflexiona. 

El portavoz de AHIGE (Asociación de Hombres por la Igualdad de Género) admitió en la mesa redonda del Teatro Español que, cada vez que compartía una columna de la tuitera en sus redes, le llovían las barbaridades y los trolls. “Me pasa con ella y con nadie más”, aseguró. ¿Hay perfiles con más riesgo que otros? “Hay discursos que granjean más odio, y es normal”, piensa ella, aunque añade que “en general, si eres mujer y hablas con seguridad, los tíos se tiran encima”.

Sin embargo, pide mantener el foco en la lucha y no arruinarla con el viejo debate de la buena y la mala feminista. “Esto de marcar diferencias lo empezó Pérez Reverte hace mucho tiempo. A unas nos llamaba analfabetas y folclóricas y a otras, que a él le caían bien, feministas de verdad”, dice sobre lo que considera “un discurso falaz que se están montando ellos y que no podemos permitir que sea hegemónico”.

Luna Miguel defiende la variedad de opiniones, pero se suma a esta petición. “Me parecen debates interesantes si se producen con respeto o si aportan ideas sobre el fondo del debate en cuestión. No podemos pasar del #MeToo al #TúNo”, resume.

Ella ha sufrido en su propia piel las consecuencias de luchar contra el machismo con nombre y apellido. “Me he sentido amenazada en la industria editorial española, especialmente por hombres que me han dicho que no volvería a publicar en mi vida, que no me invitarían a más festivales o que estaría acabada como autora”, revela la escritora, que incluso llegó a ser censurada por Facebook.

Aún así, “entiendo totalmente y respeto que haya compañeras que decidan ocultar su identidad. Guerrilla Girls, Banksy, Daft Punk o Sia, por ejemplo. ¿Sus mensajes funcionan menos? Para nada. A veces, cuando construyes un personaje de ficción muy potente, ese personaje se convierte en tu nueva y verdadera identidad. ¿Para qué enseñar el DNI, entonces?”, concluye la poeta y editora de PlayGround, que también admite haber publicado bajo seudónimo en alguna ocasión.

Al otro lado, una lucha que necesita doble ración de visibilidad: la de las feministas negras y afrodescendientes. Antoinette Torres recordaba en la mesa de debate del Teatro Español que la lucha por la igualdad se olvida muchas veces de las personas que sufren esa doble discriminación. “Nuestra primera opresión es el racismo, no el machismo”, decía la directora de Afroféminas.

En este caso, el anonimato no parece una opción. “De hecho, si no estuviese yo en la mesa, este tema no se habría hablado”, reprendió Torres a sus compañeras, que contestaron con malestar. Sin embargo, esto precisamente supone un doble peligro para las activistas contra el racismo que plantan cara, y por eso hay muchas, según la periodista y colaboradora de Afroféminas Lucía Mbomío, que prefieren salvaguardar su identidad. 

“Puede venir muy bien que, en según qué luchas, algunas personas asuman esa responsabilidad. Para nosotras es muy importante la visibilidad del mensaje, pero jamás voy a cuestionar a otras compañeras afro que no se muestren ante el público”, asegura la escritora. “Al revés, tenemos que protegernos entre nosotras”, sugiere Mbomío como punto clave del debate. Porque, como recuerda Barbijaputa, “nos quieren divididas y, si eso ocurre, solo gana el machismo”.