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Escritoras rusas: no son todas Pussy Riot

Matryoshkas rusas / Flickr: Marcos Leal

Paula Corroto

El 21 de febrero de 2012, Nadezhda Tolokónnikova, Yekaterina Samutsévich y María Aliójina, de la banda de punk Pussy Riot, entraron en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú, y entonaron una canción en contra de la reelección de Vladímir Putin. Pocos días después fueron detenidas y llevadas a un juicio que las condenaría a dos años de prisión por vandalismo, pese a las protestas de las asociaciones internacionales de derechos humanos. Rápidamente, las Pussy Riot se convirtieron en un símbolo que, además, llamaba mucho la atención: eran mujeres, jóvenes, rusas y defendían sin prejuicios un discurso feminista. Poca broma en un país donde las propias mujeres aún siguen materializándose en unas normas femeninas que en Occidente serían tachadas de tradicionales y, cuando menos, diferentes.

La semana pasada y justo el mismo día en el que resultaba premiada con el Nobel de Literatura la periodista bielorrusa de origen ucraniano Svetlana Alexiévich, la Fundación Pushkin organizó en Madrid un encuentro con escritoras rusas, autoras de novelas en las que aparecen personajes femeninos. Y quedó muy patente lo que se podría llamar “el feminismo a la rusa”. Elena Chizhova, autora de El tiempo sin ventanas (DeBolsillo) y presidenta del Pen Club de San Petersburgo; Elena Shubina, editora y especialista en literatura rusa, y Guzel Yakhina, considerada una nueva estrella de esta literatura, pero aún no traducida al español, estaban invitadas para una conferencia sobre el rostro femenino en la literatura rusa actual.

Sin embargo, las preguntas sobre el tema parecieron causarles cierta molestia. “No hay literatura femenina o masculina. Sí hay novelas para mujeres, pero también las escriben los hombres”, quiso zanjar Chizhova. “Es imposible caracterizar a la mujer rusa actual en la literatura. Hay muchos tipos y es muy contradictoria”, concilió Shubina. Yahkina ni siquiera abrió la boca.

Poco más hablaron del asunto. Sí manifestaron que el tema familiar sigue siendo uno de los más recurrentes, como ya ocurriera en tiempos de Tolstoi, y que era cierto que cada vez escribían más mujeres. “Yo no soy simpatizante del régimen soviético, pero hay que conceder que hubo un desarrollo social y se proclamaba la igualdad entre hombres y mujeres. Y ahora no se discute la igualdad y hay mujeres en la ciencia y en la literatura”, manifestó Chizhova.

Bien, ¿pero cómo son esos personajes? ¿Reflejan a otro tipo de mujer más allá del tradicional, esposa y ama de casa cuidadora de la familia? ¿Hay algo parecido a la música punk que defienden las Pussy Riot? ¿Existe realmente esa igualdad? Cero respuestas. La conversación siguió una línea más política sobre asuntos historicistas como el retrato del estalinismo o los años noventa en los que cayó el régimen soviético.

Muchas más mujeres que hombres

“En Rusia el feminismo es un -ismo al que se le tiene un cierto rechazo. No tiene nada que ver con la visión occidental, de ahí que hayan contestado así”, intentó explicar después la traductora Marta Sánchez-Nieves, presente en la conferencia, y que trabaja para editoriales como Nevsky, Automática, Alba y Nórdica, que han publicado en español a autores rusos clásicos y más actuales. Es cierto que en Rusia cada vez hay más escritoras, pero según las estadísticas también hay casi diez millones de mujeres más que hombres y suponen el 53,87% del total (en 2013), debido en parte a las guerras y el alcohol, que han mermado la población masculina.

Y de ahí ciertas consecuencias, no sólo literarias, sino culturales. “Eso explica, en parte, por qué las mujeres rusas se arreglan tanto. O nos parece así...  Hay cierta competitividad. Y sí, es un país que no es nada igualitario. El trabajo de la casa lo siguen llevando las mujeres y les resulta raro si les dices lo contrario”, confesó Sánchez-Nieves, que acude con asiduidad a este país. Ella se ha llegado a encontrar ante la tesitura de decir que era divorciada en vez de soltera. “Para una mujer, la prioridad es tener pareja. No casarse está mal visto”, añadió.

Estas cuestiones están también muy presentes en la literatura. Según esta traductora, los géneros super bestseller en el país son la novela romántica y las sagas históricas y familiares. “Y aunque no sean de este tipo, las cubiertas son todas como de novela romántica”, analizó. El personaje femenino sería el de una mujer trabajadora -además de la casa- que prioriza su familia -estar con alguien a su lado- pero no tanto los hijos. “Es curioso, pero por ejemplo, para Ludmila Ulitskaia es más importante el 'yo mujer' que el 'yo madre'. Eso es algo que choca, pero también hay que entender que durante la URSS, la mujer fue un elemento importante en el trabajo y es verdad que había conductoras de trenes, etc. En ese sentido, es muy diferente a lo que ocurrió en Europa”, identifica la traductora.

Un país muy lector, pero...

De hecho, Ulitskaia (Davlekanovo, 1943), que ha sido publicada por Anagrama, Siruela y Lumen, obtuvo en 2011 el premio Simone de Bouvier por sus méritos feministas, por su humanismo y defensa de la libertad de expresión. Y, sin embargo, ella misma se ha confesado como “no feminista”. Es más, algunos de sus libros como los relatos de Mentiras de mujeres (Anagrama) crujen entre la crítica occidental: “¿Es verdad eso de que las mujeres mienten de forma distinta, más sibilina, que los hombres?” “¿Este asunto de género no estaba ya superado?”

También hay que indicar que es un país extremadamente lector. Según la OCDE ocupa el séptimo lugar entre los países más lectores con un promedio de 7,1 horas semanales. España aparece en el puesto 19 con 5,8 horas semanales. “Esto se nota en las temáticas, ya que es verdad que hay más licenciadas, catedráticas, etc. En la URSS estudiaron muchas más mujeres que en la España de los cincuenta, sesenta o setenta”, sostiene la traductora.

De ahí que el asunto de la igualdad apenas esté presente en la novelística. “¡Es que, como han dicho las escritoras de la conferencia, ellas sí creen que existe esa igualdad!”, insiste Sánchez-Nieves. Un ejemplo de una de las escritoras jóvenes más laureadas en los últimos tiempos es Anna Starobinets (Moscú, 1978), cuyos libros han sido publicados por Nevsky, en los que a través de la ciencia-ficción, extraños mundos y cierto ambiente distópico, plantea problemas globales, una inmersión en la naturaleza humana, pero no tanto un discurso sobre la mujer.

Y, sin embargo, puede que simplemente este choque con el feminismo “a la rusa” sea una cuestión de óptica cultural y de una tradición histórica muy diferente a la occidental. “Es un país nada igualitario, pero hay que entenderlo y entender a estas escritoras que se criaron y estudiaron en la URSS”, zanjó la traductora. Y con eso, porque no hubo más en la conferencia, nos quedamos.

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