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Las mujeres a los platos: las djs se unen contra la brecha de género

La electrónica presume de ser la quintaesencia musical del futuro, pero en cuestión de género tiene mucho que aprender de su pasado. Cuando a la mujer solo se le permitía tocar los platos en la cocina, Delia Derbyshire los convirtió en el símbolo de la tecnología sonora de los años 50. Fue de las primeras en encontrar la armonía de los ruidos cotidianos, mezclarlos y darles forma en la esotérica banda sonora de Doctor Who. Las ingenieras de sonido británicas saltaron de su acotado cosmos e irrumpieron en la industria mucho antes de que Tony Wilson aprendiese a andar.

No se imaginarían que, medio siglo después, sus herederas son ninguneadas en los festivales de electrónica y el propio género ha borrado a sus pioneras de la memoria colectiva. Las djs protagonizan una cruzada que no parece avistar tierra santa por el momento. Durante años han sido condenadas al ostracismo o mostradas como rara avis bajo titulares bochornosos como “las djs más sexys” o “las mujeres ahora tocan techno con pantalones”.

Es muy difícil generalizar en una escena tan heterogénea como la musical, pero en este caso las cifras avalan la desigualdad en cualquier coordenada geográfica. En 2015, solo un 11% de los eventos mundiales y el 18% de los sellos especializados contaron con mujeres en sus filas. Son porcentajes de female:presure, una red de artistas, promotoras y técnicas de sonido que trabajan en la escena electrónica de Europa y Estados Unidos. Desde la plataforma izan la objetividad como bandera y se han convertido en una suerte de registro oficial para la industria desde 2013.

Su proyecto nació con un doble propósito: poner luz sobre la génesis de la producción musical y denunciar el superávit de reyes del techno en los festivales de todo el globo. La necesidad del primero quedó patente con las declaraciones de Giorgio Moroder a la revista Harper's Bazaar. “Cuando veo los créditos del disco de una artista, me pregunto en qué medida está coproducido. Las mujeres componen bien, pero puede que no sean lo suficientemente fuertes para ser buenas productoras”. Los argumentos que esgrimió el padre padrone de la música disco no son más que un reflejo de la mentalidad de las altas esferas.

Los festivales españoles en el punto de mira

Desde female:pressure subrayan la necesidad de que los festivales actúen como altavoz de sus representadas. Pero cada verano se dan de bruces con unos carteles estáticos que obvian las propuestas femeninas en la electrónica. La plataforma se ha estudiado con ganas el cuadro español y destaca en sus informes algunos de nuestros eventos más célebres, como el Sónar, MUTEK o el LEV. Y aunque salen mejor parados que sus vecinos internacionales -junto al Berlín Music Week y el Free Rotation del Reino Unido-, las estadísticas están lejos de mostrar paridad. 

“El valor reside en lo artístico, no en el sexo de la persona que está detrás del proyecto”, defiende Enric Palau, director de programación del Sónar. Este mensaje planea sobre otras oficinas centrales de la escena techno, donde dicen no ser conscientes de la desigualdad. “La representación femenina está en un punto muy fuerte. Ellen Allien, Laurel Halo, Miss Kitten, Tama Sumo o Sonja Moonear, por nombrar algunas, son la prueba de ello”, enumera Alberto Nerone, director de MUTEK.

Ambos organizadores aluden a la calidad como única vara de medir la oferta de los sellos, pero también presumen de su aportación a la causa. “Creemos en la feminidad sumada al talento y hacemos un destacado específico. Es nuestro granito de arena”, dice Palau. El Sónar 'despuntó' en 2015 cuando llamó a una veintena de mujeres a sus filas para encabezar el cartel. Algo nunca visto en sus 23 primaveras. Este año cuentan con Anhoni, la primera mujer transexual nominada a un Oscar por su música, pero la representación total ha caído en comparación. “Están ahí y son grandes prescriptoras, pero pierden en cantidad respecto a los hombres”. 

Sin embargo, no se plantean la posibilidad de que las artistas se reúnan para fundar sus propios sellos y protagonizar festivales con un telón de fondo feminista. “No creo que haya ninguna discriminación o brecha, y tampoco creo que deban existir agencias o festivales para artistas femeninas, igual que me parecería mal en el caso contrario”, espeta el programador del Sónar. El homólogo de Palau en el MUTEK apoya su tesis. “Hemos tenido el reclamo de programar un escenario solo de mujeres y la verdad es que al final no nos ha encajado, porque fomentaría este debate, esta brecha”, opina Nerone con menos contundencia.

La unión hace la fuerza

Estas opiniones han fomentado un cambio de rumbo que ya está siendo capitaneado por las profesionales. Donde unos ceden la responsabilidad a los medios de comunicación y otros culpan a los estereotipos de la sociedad, las mujeres han decidido abandonar el rol de rescatadas para convertirse en sus propias heroínas. 

Tres djs de Nueva York se cansaron de los desplantes en los sellos y de la diferencia salarial cuando pinchaban en las discotecas junto a otros hombres. Christine Tran, Emma Olson y Frankie Hutchinson identifican la raíz del problema en los capos de raza blanca que ocupan los sillones de los grandes sellos neoyorquinos. Después de sufrir un trato paternalista durante años en sus respectivas agencias, abandonaron y fundaron Discwoman, una plataforma para descubrir y representar a mujeres en el house, techno y el clubbing.

Su compromiso no solo atiende al feminismo, pues también buscan dar una oportunidad a los talentos queer, transexuales o cisgénero. Enarbolan la ideología colectiva de que juntas hacen más ruido y abogan por el descaro frente a los que llaman “cerebros lobotomizados” por la sociedad. La geografía no ha sido un obstáculo para este triunvirato y sus ecos han llegado hasta otras iniciativas como TGAF en París, Mahoyo en Estocolmo y Born N Bread en Londres. 

¿Y España dónde queda?

La publicación especializada Vicious Magazine anunció a bombo y platillo que “el arte no entiende de géneros”. En febrero dedicaron todo un monográfico a las féminas de la industria, liderado por Nicole Moudaber, y decidieron tomar las riendas del debate. Además, el proyecto She Makes Noise ya denunció el año pasado la postergación de las mujeres en la música electrónica. Ahora su fundadora teme que los festivales se apropien del feminismo como bandera sin impulsar una verdadera campaña de concienciación. “Es un tema delicado porque de repente los medios y la industria se interesan por algo y lo hacen suyo, cuando en realidad pertenece a la lucha de las mujeres día tras día y a la escena underground”, dice Natalia Piñuel, mientras asegura que es una moda que pasará de largo. 

“Las mujeres que producen música siguen ahí, pero hay una pereza absoluta a la hora de contar con ellas y llegar a sus propuestas”, y critica el monopolio de los hombres en la cúspide de la industria. “Mientras que esos puestos de poder estén restringidos, las propuestas de las artistas seguirán relegadas a un segundo plano respecto a las de sus coétaneos masculinos”.

Piñuel coincide con los embajadores del Sónar y el MUTEK en que hay una gran cantidad de mujeres que producen música electrónica y la gran mayoría de ellas son de interés y calidad. Pero no entiende que estos grandes eventos no encuentren un número suficiente para representar, si no la mitad de su cartel, a más de diez o veinte. “El programador tiene la capacidad de cambiar las cosas. Si no programa a las artistas, el público no las conoce y no puede generar esa demanda para que ellas sean también cabezas de cartel y llenen las salas”, defiende.

Por último hace un llamado sobre el conocido techo de cristal. “Existe un problema estructural, las chicas tienen un miedo intrínseco a hacer cosas que la sociedad ha relacionado con los hombres. Y el mundo de la electrónica es muy de hombres y muy machista”. Por eso son importantes los proyectos patrios como su She Makes Noise y las clases de historia que recuperan a referentes fantásticos como Delia Derbyshire

“El panorama está dominado por gilipollas egomaníacos”, lanzó Trevor Jackson en una entrevista con El Mundo. Sus protagonistas son conscientes de la tramoya detrás de las luces de neón y los aires de modernidad. También de su asignatura pendiente con la igualdad de género: conseguir una ración equitativa de mujeres a los samplers.