Unas horas sin distinción de géneros en el planeta feminista de Ursula K. Le Guin
Hay dos damas de la literatura que han vuelto este año a la palestra gracias a sus universos ficticios. Ambas son feministas, activistas del medio ambiente y, hace cuarenta años, fueron pioneras al disfrazar los debates de género de ciencia ficción. Margaret Atwood y Ursula K. Le Guin nunca se fueron del todo, pero su obra debería ser lectura de urgencia en los tiempos que corren.
Cuesta creer que Atwood crease la república teocrática de Gilead en los años 80. El cuento de la criada, como dijimos, es tan rabiosamente contemporánea que parece el presagio de un futuro inminente. Es un lugar donde la presencia de las mujeres se limita a cumplir su labor reproductiva e interceder lo mínimo en el pensamiento crítico de la sociedad. Ursula K. Le Guin, en cambio, imaginó una realidad paralela más amigable para el género femenino y para la humanidad en su conjunto.
Gethen, más conocido como Invierno, es un planeta extraterrestre en el que no existe una distinción de géneros. Sus habitantes son hermafroditas durante tres semanas al mes, excepto una en la que pueden adoptar características fisiológicas masculinas o femeninas. Le Guin presentó La mano izquierda de la oscuridad en 1968, cuando los debates sobre el género fluido o transgénero eran inexistentes. Ella siempre ha dicho que su novela representa un “activismo deliberado”, tanto contra la misoginia y la transfobia, como el racismo y las políticas belicistas.
Su bravo discurso ha sido tomado como documentación sociológica fuera del tan denostado arte de la ciencia ficción. Las últimas en dejarse inspirar por el planeta Invierno han sido dos organizadoras de la Plaza en Verano del Matadero. A través de música y performances, Gema Melgar y Sonsoles Rodríguez recrearán el próximo sábado este frío universo en medio del bochorno madrileño.
“En este mundo de posverdad, recurrir a la ciencia ficción es una herramienta muy útil para plantear nuevos discursos”, cuenta Melgar a eldiario.es. Primero crearán un ambiente relajado, cercano a ese estado superior que definió K. Le Guin en su libro llamado Handdarata, con el artista Álvaro Chior.
“Toma prestadas técnicas de la reflexología. Hay un punto en la mano que, si se aprieta, te crea una sensación de caída al vacío y entras en un estado de relajación total. Esa caída se relaciona en la novela con una mejora de la consciencia y una percepción sensorial magnificada”, desvela la organizadora.
Tras alcanzar el Handdarata, la artista visual y música Raisa Maudit subirá los decibelios con su actuación Pelea con el diablo. “Vimos que ella era perfecta para representar ese periodo en el que los habitantes de Invierno eligen entre el género masculino o femenino. La autora lo llama kémmer y es cuando están más radiantes y con más ganas”, explica Melgar.
Ese fue el concepto que más interesaba explorar a las dos organizadoras. En La mano izquierda de la oscuridad, la escritora estadounidense considera que el kémmer puede poner en riesgo otros aspectos políticos de la sociedad. Esta falta de dualidad de género es lo que garantiza la inexistencia de guerras o conflictos en Invierno. Ursula quiso deshacerse de la idea del “otro” por ser la causante de la intolerancia y el desencadenante de la violencia.
En Gethen son todos iguales para arrancar las distinciones propias de la sociedad y específicas del género. “Es el punto de partida del universo de la autora y a nosotras nos interesó porque las programadoras de los sábados de la Plaza en Verano son todas mujeres. Esa cuestión de género estaba siempre presente”, dice Gema Melgar.
Breve acercamiento a la sexualidad del Invierno
El protagonista de La mano izquierda de la oscuridad es un hombre normal que aterriza en Invierno para negociar de parte de la federación de planetas. Genly Ai traerá consigo todos los prejuicios de una sociedad dividida por géneros y por la que considera a los gethenianos “hombres desgraciadamente afeminados”. Ursula K. Le Guin no le retrató como un “misógino malvado”, sino un hombre con las opiniones emponzoñadas de su lugar de origen, pero también dispuesto a aprender y a empaparse de esta raza increíble.
“Ha aceptado que las mujeres, según su sociedad, son más débiles que los hombres, más tortuosas, menos valientes y físicamente e intelectualmente inferiores. Este prejuicio de género ha existido durante miles de años en tantas sociedades diferentes que no dudé en llevarlo al futuro”, comentó la autora al New Yorker hace unos años.
Aunque reconoce que se planteó poner de protagonista a una mujer, el riesgo ante un batacazo en las ventas le hizo decantarse por Genly Ai. “En 1968, la ciencia ficción no era cosa de mujeres. Se trataba de hombres. Sentí que ya estaba tomando mucho riesgo con esta raza sin asignación de género. Quizá debí arriesgarme más”, meditó décadas más tarde.
Pero como decíamos, La mano izquierda de la oscuridad no solo presenta una utopía a nivel de género, sino también de raza y de rechazo de la violencia. De hecho, aunque Genly Ai proviene de un mundo donde existe la división por sexos, se ha erradicado por completo la distinción entre razas. En el libro se señala como una pincelada que el protagonista es negro, pero no se reconoce como tal porque en su lugar de origen el color de piel ya no es una característica etnográfica.
“He aquí mi trampa de activista malvada: Dele a su héroe una piel oscura, pero no diga nada al respecto hasta que el lector esté acostumbrado a identificarse con esa persona, y entonces de repente se da cuenta. ¡Ey, no soy blanco! Pero, ¿sabes qué? Soy humano”, explicó entonces Ursula K. Le Guin. Lo maravilloso de esto es que ella tomó esas decisiones hace cinco décadas pensando que en el presente serían cuestiones superadas. Dio una lección de humanidad casi medio siglo atrás, pero nada ha cambiado.
Hay muchos lectores que a día de hoy siguen dándole las gracias por atreverse a ir contracorriente en un mundo liderado por hombres blancos. “He recibido cartas conmovedoras últimamente de personas de color diciendo que mis libros -sobre todo la saga Terramar- eran los primeros de ciencia ficción o fantasía en los que no se habían sentido deliberadamente y odiosamente excluidos”, contó orgullosa.
Esta mujer valiente nos coló el reflejo de las partes más feas y arraigadas de la sociedad a través de una escritura fluida y esclarecedora. Decidió ir por el camino de la ciencia ficción porque, en sus palabras, “crea fantasía sin vulnerar la razón. Pueden aparecer sociedades ajenas, extrañas y desconocidas, pero con una explicación científica para su existencia”.
Así que nunca es tarde para visitar el Invierno de Ursula K. Le Guin -ya sea en las páginas o en el Matadero- y hacer un ejercicio de conciencia y admiración por una de las grandes visionarias de nuestros tiempos.