“Querido diario: Hoy hemos empezado el bachillerato ya sin bata. Las hemos quemado en el baño”. Así se inicia la entrada del diario íntimo de D., una adolescente española a finales de los noventa. La intimidad de su relato, desgranado durante varios años, no es más que una anécdota recopilada como la de tantas otras adolescentes que año tras año llenan páginas y páginas en lo que se conoce como un rito de paso hacia la edad adulta.
O no. ¿Qué tienen en común todas estas adolescentes? ¿En qué son especiales y únicas sus narrativas? ¿Cuál es el poder que se genera en el espacio íntimo de una chica en el tránsito hacia la independencia? La comisaria Xiana Gómez ha creado un proyecto a lo largo de los últimos años para arrojar algo de luz sobre este ritual, despojándolo del valor exclusivamente anecdótico para examinar su potencial cultural. Así la exposición en La Capella de Barcelona, Cultura de dormitorio. Narraciones de adolescencia femenina, Cultura de dormitorio. Narraciones de adolescencia femenina, se entiende como “un espacio de exploración de los secretos, de la identidad y los roles sociales” que se generan a través de las producciones culturales de esas adolescentes, cuando cierran la puerta a los padres y al mundo.
No se lo digas a nadie y el 'selfie'
La exposición lidia con dos grandes maneras de narrarse de las adolescentes: a través del secreto y la autorrepresentación. El secreto, que ha sido entendido como el valor de cambio más preciado, se presenta como objeto a través del diario íntimo, sellado y cerrado pero que aspira a ser abierto y explorado. El diario y las cartas se establecen como semilla fundamental del deseo, que es siempre libertario. Lo que no se puede decir, o más bien, aquello que no debe ser dicho, se convierte en una bomba de deseo de difícil control, y por tanto, algo peligroso.
Por otro lado, la autorrepresentación, es decir, cómo se presentan estas adolescentes al mundo se convierte en el gran tema de la evolución teen. Las fotos de Rick Astley recortadas y pegadas sobre la carpeta y las paredes son sustituidas a lo largo de las décadas por las de uno u otro nuevo ídolo, los suspiros se encadenan, las preguntas y exploraciones sobre la sexualidad, las dudas existenciales sobre el rol ante la familia, la socialización frente a las amigas, la preocupación y el mimo ante el estilo y el autorretrato, todo se sucede de una manera sucesiva, con las variaciones significativas que representan la incorporación de la tecnología.
Del dibujo de una misma se llega al selfie y otros nuevos métodos contemporáneos de autorrepresentación: si el espejo se convierte también en un escaparate, lo transforma todo con su contradicción, ya que son íntimos pero están hechos para ser mostrados.
Autorretratos con el espacio íntimo
Es precisamente la irrupción de las tecnologías de las redes sociales dónde se generan otras prácticas que quedan fuera de la exposición, pero que tienen otros muchos y muy variados ejemplos en la red. Teenage Bedroom es un tumblr en el que las chicas muestran sus habitaciones y las describen como una extensión de ellas mismas, “un homenaje a todas nosotras mientras seguimos siendo jóvenes y divertidas, antes de envejecer y ser un aburrimiento”. En la página, se suceden esta suerte de autorretratos a través del espacio íntimo, dónde las paredes actúan como una segunda piel que al ser expuesta se entiende como una forma de autoexpresión y a la vez de reconocimiento.
En parecida sintonía, Art Hoe recopila las expresiones artísticas de chicas negras en todo lo referente a creatividad y cultura visual. La página, creada entre otras por la artista transgénero Mars, de 16 años, reivindica un espacio de autoexpresión “desligado de esos blogs de adolescentes blancas flacas y consumistas”, refiriéndose a las “haul girls”, las chicas que postean vídeos de sus más recientes compras, todo un fenómeno en Internet.
Más cerca de casa, el FesTEEN, el festival de Cultura Joven de Madrid celebra el 3 y 4 de octubre su tercera edición en Matadero Madrid, en un evento creado por y para adolescentes que incluye conciertos, talleres, debates, artes escénicas y expresiones artísticas producidas por jóvenes de hasta 21 años. Las propuestas incluyen flashmobs, karaokes teatrales y talleres que debatirán desde el amor romántico a la presencia de menores en las salas de música.
El reciente estreno Diary of a Teenage Girl, basado en la novela del mismo título de Phoebe Gloeckner, rescata este mismo sentir. La adolescente Minnie debe hacer el tránsito hacia la edad adulta gestionando sus anhelos y tomando el mando de su sexualidad, revelando a su paso los detalles íntimos que solamente el diario de una adolescente produce. La película, narrada en primera persona y con el uso constante de animaciones y voz en off, recurre una vez más a la idea de la protagonista como productora de significado, y no como objeto del mismo.
Todas estas expresiones coinciden: entender la adolescencia femenina como una subcultura en sí misma, un espacio de autorrepresentación que resiste a través de sus propios rituales. Incluyendo o yendo más allá de la cultura de consumo, como analizaba Angela McRobbie, entendiendo que con la digitalización del sujeto el medio es imprescindible -como argumentaba Sarah Thornton- o simplemente asumiendo que la adolescente ejerce la tensión entre la resistencia romántica y la responsabilidad de la edad -como explicaba Jon Savage-, las chicas y sus cosas producen cultura.