Desde que publicara “Elogio de la lentitud” (2004), Carl Honoré se ha convertido en el gran gurú de la filosofía “slow”, un movimiento que, cuenta en una entrevista con Efe, es ya un fenómeno global que se ha expandido a diferentes dimensiones como la educación, la moda, la comida o la tecnología.
“Cada vez hay mas gente en todo el mundo que utiliza la lente de la lentitud para mirar lo que hace y hacerlo mejor”, afirma este canadiense de adopción -nació en Escocia en 1967- que, antes de dedicarse a difundir la cultura “slow” (lenta), fue corresponsal internacional de diferentes medios.
Que el “slow” esté calando “muy fuerte” y en “multitud” de ámbitos es para Honoré una “sorpresa”: “Cuando salió el libro me sentía una voz que gritaba en el bosque sin saber si la gente me escuchaba o me entendía”, asegura el autor, invitado principal de la iniciativa Zacapa Room, que promueve distintas actividades en Madrid para celebrar la filosofía “The art of slow”.
El estilo de vida que defiende el canadiense trata de atajar el “virus de la prisa” y hace énfasis en la importancia de hacer las cosas “lo mejor posible” y no a la mayor velocidad como promulga la que denomina “cultura 'fast'”.
“El movimiento 'slow' no busca hacerlo todo al paso de la tortuga sino que se basa en hacer las cosas con el ritmo adecuado en cada momento”, puntualiza el “gurú”, que actualmente conduce un programa de la televisión australiana en el que trata de “curar” familias “adictas” a la prisa, como si fuera una “supernanny”.
A pesar de los “grandes” cambios y avances que ha percibido en los más de diez años que han pasado desde el lanzamiento de “Elogio de la lentitud”, el autor de este “best seller” considera que la sociedad sigue “obsesionada” con la aceleración.
El canadiense admite que no se ha vencido “todavía” a la cultura “fast”, algo que considera que será un proceso “a largo plazo”: “No podemos cambiar culturas, hábitos y costumbres tan arraigadas de la noche a la mañana”, advierte.
Los hábitos basados en la velocidad a la hora de llevar a cabo las actividades cotidianas suponen, argumenta Honoré, un “gran sacrificio” en términos de salud, relaciones afectivas, creatividad y productividad en el trabajo.
Desde su punto de vista, el “exceso de prisa” también ha tenido efectos negativos en la economía: “Cuando estalló la crisis financiera de 2008, nadie tenía tiempo para analizar lo que compraba o vendía y eso derivó en un caos total”, explica.
Por eso, señala, la filosofía de “Elogio de la lentitud” está llegando también al sector financiero a través de movimientos como la banca “slow” que promulgan antiguos profesionales de la City de Londres o la neoyorkina Wall Street.
Cuenta el autor canadiense que el primer sector en el que se popularizó esta filosofía fue el de la gastronomía por la claridad en la dicotomía entre la comida rápida y la lenta.
La primera, explica, se caracteriza por su “bajo valor nutritivo”, “perjudicial” para el medioambiente y por aportar un placer “superficial”; mientras que la cocina “slow” representa la “calidad” y el “disfrute”.
Según Honoré, la “slow food” aporta una “visión alternativa” al mundo de la alimentación que, explica, se manifiesta en fenómenos como el auge de la producción ecológica y la recuperación de mercados tradicionales que hubieran sido “impensables” hace quince años.
La cocina “slow” sirve además como “puerta de entrada” para que muchas personas se introduzcan en esta forma de vida: “Es difícil convencer a alguien de los efectos positivos de la meditación o el yoga, pero a todo el mundo le gusta un buen plato de comida”, argumenta.
Ana Martínez Sanjurjo.