Varias personas en bermudas, zapatillas y camisetas de manga corta atraviesan con decisión un parque que conduce a los juzgados de Los Ángeles mientras agitan cartulinas blancas y rosas con el mismo mensaje que corean a voz en grito: “Liberad a Britney”. Como tantas otras cosas, el movimiento para pedir la libertad legal de Britney Spears, cuya vida personal, laboral y financiera controla su padre desde hace más de 13 años, comenzó como una campaña en redes sociales que, vista desde fuera, parecía cosa de frikis: un grupo de fanáticos que difunden una suerte de teoría de la conspiración injusta contra su ídolo.
Pero el tiempo, y varias vistas judiciales para suspender ese control parental, ha acabado poniendo a buena parte de la opinión pública de su lado. Su demanda bajo el hashtag #FreeBritney se ha asomado en los últimos meses por la parte alta de tendencias en Twitter. El espaldarazo definitivo se lo ha dado el diario The New York Times con la producción del documental 'Framing Britney Spears', que se estrenó en España el pasado lunes, y que recoge testimonios de abogados especializados en tutelas, ejecutivos que impulsaron a Spears en sus primeros años y su ex asistente y amiga personal Felicia Culotta. Durante la hora y cuarto que dura la cinta se plantea una cuestión: ¿Cómo es posible que una mujer de 39 años, que trabaja y que genera cientos de miles de dólares al año no pueda tomar sus propias decisiones?
Para tratar de responder a esa pregunta, hay que comenzar por el principio. Un ejercicio que el documental intenta llevar a cabo y en el que a través de declaraciones, principalmente favorables a la causa del Free Britney, se señala a los medios de comunicación como responsables de su declive. Tampoco el padre de la artista, ni su exnovio Justin Timberlake parecen salir muy bien parados.
Durante su niñez, y apoyada principalmente por su madre, Lynne Spears, la joven había dejado su ciudad natal en Luisiana y ya había participado el programa infantil Mickey Mouse Club. Pero el éxito definitivo llegó en 1998, cuando Britney Spears lanza su álbum debut. Su primer videoclip, con apenas 16 años, la mostraba como una colegiala con camisa anudada sobre el ombligo y falda abierta. Una adolescente hipersexualizada a la que todas las jóvenes querían parecerse. Baby one more time. “A esa edad las chicas quieren ser adultas, pero son niñas”, recuerda Kim Kaiman, la ejecutiva que ayudó a construir la imagen de Britney durante los primeros años: joven e inocente, sexy y en ropa interior. En la esfera personal, dice la experta en marketing, era una chica “seria y focalizada”, muy alejada de la imagen que proyectaría pocos años después.
En 1999, Spears comenzó a salir con Justin Timberlake. En aquellos años triunfaban las boybands y él era la estrella de una de ellas, N Sync. Ambos se convirtieron en la pareja de moda en Estados Unidos: jóvenes, guapos y exitosos. Hasta que el noviazgo terminó en 2002. Si hasta entonces uno de los temas de conversación más recurrentes había sido la virginidad de Britney, a partir de ahí, y azuzados por Justin, que se dedicó a atizar a su exnovia con insinuaciones vejatorias e incluso con una canción, los medios americanos hicieron de ella su punching ball.
En una entrevista en la ABC, Spears tuvo que hacer frente a la pregunta que se hacía todo un país: “Le has roto el corazón. Has hecho algo que le ha causado muchísimo daño, ¿qué le has hecho?”. Nadie se planteaba que las relaciones se acaban y que no tiene por qué haber un malo. Mucho menos que la ruptura fuera culpa de Timberlake. Paradójicamente, hace un par de semanas Timberlake pidió perdón públicamente a Britney Spears y a Janet Jackson por sus comportamientos machistas hacia ellas. La reputación de ambas cayó en picado tras cruzarse en su camino: la primera, después de sus comentarios tras la ruptura, y la segunda, cuando, durante su actuación conjunta en la SuperBowl de 2004, él le descubrió un pecho.
Las disculpas, con las que Timberlake consigue su palmadita en la espalda, llegan 20 años después y en un momento socialmente propicio para el lado de Britney Spears. Pero no borran la caída en desgracia de la artista a principios de los 2000. Como muestra el documental, todo lo que hacía interesaba, sobre todo si se la podía criticar. Sobre todo si salía mal. La mujer del, por aquel entonces, gobernador de Maryland llegó a decir que le dispararía “si tuviera la oportunidad” por el mensaje que estaba transmitiendo a las jóvenes.
Hasta un millón de dólares por foto
“Cuando tuvo a su primer hijo, todo el mundo quería un trozo de Britney”, explica el director de fotografía de la revista US Weekly entre 2001 y 2011, Brittain Stone, que confiesa en el documental que cada semana pagaba millones de dólares por fotografías de la artista. La opinión pública comenzó a evaluar su papel como madre. “¿Es Britney una mala madre?”, le soltó un periodista en otra entrevista por televisión en la que continuó con el escarnio hasta que la mujer rompió a llorar. El alto precio que se pagaba por sus fotografías, de hasta un millón de dólares, hizo que los paparazis comenzaran una guerra sin cuartel por obtener la mejor peor foto de la princesa del pop.
En plena batalla de Spears con su ex Kevin Federline por la custodia de sus dos hijos, el premio se lo llevó el fotógrafo Danny Ramos, que cuenta cómo obtuvo la famosa imagen de la joven rapada atacándole con un paraguas que terminó dando la vuelta al mundo. Según su relato, aquella noche Britney había ido a ver a sus hijos a casa de su expareja, que no le permitió entrar. Cuando el paparazzi se la encontró en una gasolinera, la interpeló hasta que reaccionó. “No fue una buena noche para ella, pero fue una buena noche para nosotros”, fanfarronea mirando a cámara.
“Mi hija me comprará un barco”
En 2007 Spears publicó Blackout, considerado su mejor disco. Pero ella ya era la broma pública. En los programas de televisión tipo '1, 2, 3' jugaban a enumerar lo que había perdido en aquellos años. Un chiste macabro en el que se mencionaba su pelo, sus hijos o su salud mental. Es en ese momento, según el trabajo de The New York Times, cuando su padre, Jamie Spears, que al menos públicamente no había estado presente en la carrera de su hija, entra en escena. “No parecía tener mucha presencia en su vida. Su madre era quien la apoyaba”, explica Kaiman sobre los inicios de la cantante: “Lo único que Jamie me dijo fue que su hija iba a ser tan rica que le compraría un barco”.
En medio de entradas y salidas a diferentes centros de salud mental, un tribunal decidió en 2008 darle la custodia de la cantante a su padre, una figura legal que sirve para proteger a personas que no están en plenas capacidades o que no pueden valerse por si mismas. El abogado experto en tutelas Adam Streissand, a quien Spears contrató para ese proceso, asegura que ella no se opuso a que una persona controlase su economía, pero “quería a alguien independiente y profesional”. Las declaraciones del documental dan alas a la teoría de que aceptó esa supervisión ante el temor de no poder ver a sus hijos. Finalmente, el juez no permitió a Streissand representarla, basándose en un informe cuyo contenido se desconoce. “No sabemos qué no sabemos”, dice el experto.
Lo que sí se conoce es lo que ocurrió a partir de entonces. Britney Spears ha sacado cuatro discos más; en 2009 realizó la gira mundial de The Circus; en 2011 el Femme Fatale Tour; de 2013 a 2018 inició y prorrogó su residencia en Las Vegas, por la que se embolsó alrededor de 350.000 dólares por concierto; y ha protagonizado diferentes campañas de publicidad; así como otros conciertos. Según la revista Forbes, la fortuna actual de la intérprete de Toxic rondaría los 60 millones de dólares –casi 50 millones de euros–, de los que no puede disponer ni gestionar libremente. Una cifra que, según este mismo medio, se encuentra muy alejada de la de otras figuras de repercusión más o menos similar.
La cantante, que no se ha visto envuelta en ningún escándalo en los últimos años, ha frenado en seco su actividad laboral desde principios de 2019. En sus redes sociales explicó que se estaba “tomando un tiempo para aprender y ser una persona normal”, pero muchos lo han visto como un pulso para que su padre deje de controlar sus finanzas. Algo que no ocurrirá, al menos, hasta septiembre de 2021, aunque en noviembre de 2020 un juez nombró como segundo tutor para la economía de Spears a la financiera Bessemer Trust.
Con el padre de Britney en el foco tras el estreno de Framing Britney Spears, su abogada ha salido al paso para defender a su cliente: “Entiendo que en todas las historias tiene que haber un villano, pero la gente se está equivocando. Él rescató a su hija de una situación en la que su vida estaba en peligro, la gente le hacía daño y la explotaba. Jamie la salvó”, ha dicho Vivian Thoreen en una entrevista con ABC News.
Mientras tanto, la cantante ha comenzado a recibir muestras públicas de apoyo de diferentes personalidades. Una de las últimas ha sido la de Miley Cyrus durante el concierto que dio antes de la SuperBowl de este año. Los fans, por su parte, llevan meses realizando un exhaustivo escrutinio de las redes sociales de Britney, en las que, aseguran, la cantante deja mensajes ocultos pidiendo su libertad. Sea cierto o no, algunas de estas publicaciones dejan poco lugar a la imaginación: “Soy sagitario, me encanta la libertad, me encanta la independencia y no me gusta estar atada”.