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El futuro de la gran biblioteca digital Internet Archive, en jaque por la ofensiva legal de las grandes editoriales

Felipe G. Gil

28 de marzo de 2023 22:26 h

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Internet Archive, la gran biblioteca digital gratuita y sin ánimo de lucro, ha sido condenada en primera instancia por la justicia estadounidense, tras recibir una demanda de las cuatro grandes editoriales por infracción de derechos de autor en 127 obras subidas a la plataforma durante tres meses de 2020.

Cuando se desató la pandemia de COVID-19, muchas instituciones culturales se vieron obligadas a cerrar sus puertas al público para prevenir la propagación del virus. Para evitar detener del todo sus actividades, algunas de ellas se adaptaron a la situación y comenzaron a ofrecer contenidos en sus webs o redes sociales. Por ejemplo, el Museo del Prado de Madrid lanzó una iniciativa llamada El Prado en casa, que permitía a los visitantes explorar virtualmente las galerías y colecciones del museo. La Royal Opera House de Londres comenzó a transmitir sus producciones en línea, mientras que el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) ofreció visitas virtuales a través de su sitio web.

Otras instituciones culturales sin sede física siguieron el mismo patrón. La idea de compartir cultura online se convirtió en sentido común. La veterana biblioteca digital Internet Archive, gestionada por una asociación sin ánimo de lucro del mismo nombre, abrió la National Emergency Library o Biblioteca Nacional de Emergencia (NEL), una colección temporal de libros para incentivar la educación a distancia, las actividades vinculadas a la investigación académica y, en general, para facilitar el acceso a la cultura durante el periodo de cuarentena que se vivió en muchos países. Permaneció activa entre el 24 de marzo y el 16 de junio de 2020.

Periodo excepción de préstamos ilimitados

NEL cambió la forma en que Internet Archive realizaba sus préstamos de libros. El sistema habitual funcionaba de la misma manera que el físico: ceder una única copia a un único usuario, por orden de solicitud y por un tiempo limitado. Con la situación que presentaba la pandemia, Internet Archive decidió facilitar copias digitales ilimitadas y sin lista de espera de los 1,4 millones de libros de su biblioteca. Dichas copias se hicieron, en muchos casos, a partir de escaneados de los libros originales. Esta decisión no gusto a los grandes grupos editoriales. 

El 1 junio de 2020, las editoriales Harper Collins, Penguin Random House, Hachette Book Group y John Wiley & Sons interpusieron una demanda en la Corte Federal de Nueva York, lo que motivó que Internet Archive concluyera este servicio dos semanas antes de lo que esperaban. Las editoriales argumentaron que se habían infringido los derechos de autor de 127 obras. Internet Archive, por su parte, contestó que su medida se enmarcaba dentro de una excepción legislativa que contemplan las leyes de propiedad intelectual conocido como fair use (uso justo). 

Esta excepción es la que, durante años, han enarbolado creadores de contenido y agentes culturales que usaban licencias alternativas al copyright o que promovían legitimar cualquier uso de material ajeno sin permiso de los autores originales que se diera bajo ciertas circunstancias, especialmente si no hay ánimo de lucro en dicho uso o si hay un interés informativo o académico. De dicho uso han nacido creaciones como la serie documental Everything is a remix (Todo es una remezcla) de Kirby Ferguson, donde precisamente se explica cómo el conocimiento y las creaciones culturales son unas mezclas o copias de otras, y por qué unas obras siempre derivan de otras. Por ello se cuestiona la noción de 'originalidad' y se apunta a que son los intereses comerciales de la industria lo que la sustentan, y no tanto el cómo funciona el conocimiento compartido y los procesos creativos.

El juez John G. Koeltl ha dado la razón a las editoriales en una sentencia del pasado 24 de marzo. Internet Archive ha declarado que “la lucha continúa” y que recurrirá la sentencia. Para su fundador, Brewster Kahle, este fallo ha sido “un golpe para las bibliotecas, los lectores y los autores”. “Para que la democracia prospere a escala mundial, las bibliotecas deben poder mantener su papel histórico en la sociedad: poseer, conservar y prestar libros. Las bibliotecas son más que departamentos de servicio al cliente para productos de bases de datos corporativas”, ha dicho.

El caso ha generado adhesiones a ambos lados de la disputa. La Asociación de Editores de América argumenta que el proyecto viola los derechos de autor al permitir que los usuarios presten y accedan a libros electrónicos sin restricciones. A favor de Internet Archive se ha expresado Lawrence Lessig, especialista en propiedad intelectual e impulsor de las licencias Creative Commons que modulan de manera menos restrictiva los derechos de autor: “La demanda que enfrenta Internet Archive determinará si el modelo de la cultura es solo el comercial o si seguirá habiendo un lugar para las bibliotecas”. Fight for the Future, otra conocida organización sin ánimo de lucro que defiende la idea de que los derechos digitales son derechos humanos, ha impulsado la campaña Battleforlibraries (La batalla de las bibliotecas). 

En España, el colectivo Xnet, con una larga trayectoría de defensa de los derechos digitales, ha declarado públicamente que “a pesar de la sentencia, Internet Archive, la gran biblioteca de Internet, podría seguir conservando libros de forma limitada. Lo que no podrá es seguir abierta haciendo frente a los costes económicos de la guerra judicial que le han declarado los monopolios editoriales”. Internet Archive es también miembro fundador del International Internet Preservation Consortium (IIPC). Dicha institución, fundada en 2003 por 11 bibliotecas nacionales e Internet Archive, tiene como misión adquirir, preservar y hacer accesible la información en Internet para el futuro. La Biblioteca Nacional de España forma parte de este consorcio desde 2009.

Internet Archive no aloja exclusivamente libros. En su catálogo hay, además, otros formatos multimedia de millones de creadores que han decidido cederlos y albergarlos en su espacio digital. En un contexto en el que cada vez más contenido es alojado en servidores de las empresas propietarias de las redes sociales y se va reduciendo el espacio donde se alojan conocimientos y cultura bajo criterios no mediados por el lucro, parece evidente que el devenir de este caso puede marcar la pauta sobre cómo se comparte la cultura en Internet.