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Giovanna Valls dice que llegó un día que decidió que “quería vivir”

EFE

Barcelona —

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Veinte años después de probar la heroína y hundirse en los más oscuros abismos, Giovanna Valls, hija del pintor Xavier Valls y hermana del primer ministro de Francia, decidió que “quería vivir” y empezó a trazar la que sería su “historia de renacimiento”, que relata en el libro “Aferrada a la vida”.

A través de unas sobrecogedoras páginas de memorias, la autora se desnuda por completo “ante el dolor de la droga” y cuenta cómo quedó atrapada por la heroína, una adicción que la empujó a robar en grandes almacenes, a pincharse en el degradado barrio de Can Tunis, a ingresar varias veces en la cárcel y a infectarse del virus del VIH y de la Hepatitis C.

En una entrevista con Efe, la autora relata cómo esa carrera devastadora empezó ingenuamente el día que se topó con una raya de heroína, en casa de unos amigos en París, “sin saber aún qué era” y cómo ese encuentro le “destrozó la vida”.

Ese instante marcó el inicio de su larga y dura sumisión a la heroína, un mundo “carnívoro” del que consiguió alejarse durante quince años y en el que volvió a caer al descubrir el barrio de Can Tunis de Barcelona.

Pero un día dijo “basta” y la autora decidió poner freno a ese “esclavismo” en 2004, cuando “agotada de todo” y al borde del precipicio decidió emprender su lucha por la supervivencia.

“Llegó un momento en el que estaba tan cansada que en el fondo sólo podía escoger entre morirme o vivir. Pesaba 36 quilos y era consciente de que, si seguía pinchándome de esa manera, sólo me quedaba una semana de vida. Fue entonces cuando decidí vivir”.

Desde ese momento crucial ya ha pasado un decenio y, ahora, -desintoxicada por completo- Giovanna Valls publica en RBA La Magrana el contundente relato de sus años como drogadicta junto a la recopilación de textos, cartas y fragmentos de diario que tanto ella como su madre escribieron durante el periodo de su desintoxicación y “transformación”.

“Todas estas cartas y escritos son una oda a la vida y al amor” explica la escritora, sentada en el patio de su bonita torre modernista del barrio barcelonés de Horta que sus padres compraron en los años 60 como residencia estival.

La resonancia poética de sus cartas contrasta con la profundidad y contundencia de unas palabras -“escritas desde lo más profundo de las entrañas”- que dejan constancia de la lucha de la autora contra sus propios demonios y hacen partícipe al lector de cada uno de los frutos de sus victorias.

En el frondoso jardín de Horta, los recuerdos de ese “largo proceso hacia la luz” se van mezclando unos con otros. Desde su paso por una clínica de Manresa hasta su estancia de ocho meses en un campamento de desintoxicación en la selva amazónica de Brasil, la escritora desgrana con destreza los pequeños triunfos que, poco a poco, le permitieron recuperar el hilo de su vida, “perdonarse” a sí misma y “pedir perdón” a los suyos.

“Este es un proceso muy largo que debe hacerse solo”, destaca Valls, quien asegura que fue precisamente en la selva cuando, gracias a la “abrumadora naturaleza” y a diferentes substancias, como el “ayahuasca” y la “medicina ancestral”, consiguió encontrarse ante sí misma y recuperar la autoestima.

Pues, aunque la escritora siempre se ha sentido apoyada y muy querida, tanto por su familia como por el conjunto de sus amigos -con los que se escribió y habló de forma habitual durante todo el proceso- recalca que “la decisión de salir de este mundo cerrado y oscuro siempre la debe tomar uno mismo”.

“Aunque hubiera venido mi hermano -Manuel Valls-, y me hubiera dicho: 'Giovanna, haz algo porque algún día seré primer ministro de Francia', yo no le habría hecho caso”, bromea la autora, quien se muestra molesta por las especulaciones sobre la relación con su hermano.

“En ningún momento me encuentro mejor o peor por ser la hija de Xavier Valls ni por tener un hermano que estaba escalando posiciones en Francia. Ellos me apoyaron, me escribieron, me llamaron y me visitaron como habría hecho otra familia”, apunta Giovanna Valls.

Lejos de querer saciar la curiosidad de los amantes de la prensa rosa, la autora quiere que este valiente testimonio escrito en primera persona “ayude a otros” que se puedan encontrar en una situación similar.

“Hay que ser muy cauteloso: yo no soy nadie para dar consejos, sólo expongo lo que me ha servido a mí”, concluye la escritora, que confiesa que desde la primera edición del libro -que ahora ya va por la cuarta y que también se publicará en castellano, italiano y francés- ha recibido muchas cartas de gratitud por la vitalidad y esperanza que desprende su narración.

Unos mensajes de afecto que le han dado la bienvenida a un mundo que nunca ha querido dejar, y le agradecen haber sido capaz de poner en palabras “la historia de una vida que muchos otros no han sabido contar”.