El escritor y matemático argentino Guillermo Martínez ha combinado sus dos vocaciones profesionales con dos novelas exitosas, la cinematográfica “Los crímenes de Oxford” y una suerte de secuela, “Los crímenes de Alicia”, ganadora del prestigioso premio Nadal.
Nacido en Bahía Blanca en 1962, Martínez se licenció en Matemáticas en 1984 por la Universidad Nacional del Sur, se doctoró en Buenos Aires en Lógica y completó sus estudios de matemáticas en Oxford, donde están ambientadas ambas novelas.
Becado por la Fundación Antorchas en 1999 en el Banff Centre for the Arts (Alberta, Canadá) y para residir en la colonia de artistas MacDowell (EEUU) en 2000 y 2001, participó del programa internacional de escritores de la Universidad de Iowa en 2002.
Su primer libro de cuentos, “La jungla sin bestias”, escrito en la adolescencia, obtuvo el premio nacional Roberto Arlt en categoría juvenil, y el primer premio en cuento en la I Bienal de Arte Joven (compartido) en 1985.
En 1989 publicó “Infierno grande”, con el que ganó el premio del Fondo Nacional de Artes de Argentina.
Su mayor repercusión llegó con su obra “Crímenes imperceptibles”, titulada en España “Los Crímenes de Oxford” (2003) llevada al cine cinco años después por Álex de la Iglesia con un reparto internacional encabezado por John Hurt y Elijah Wood en los papeles protagonistas, y con un reparto completado con Leonor Watling, Julie Cox, Burn Gorman, Anna Massey, Jim Carter y Dominique Pinon, filme que ganó tres premios Goya.
Posteriormente, Martínez ha escrito las novelas “La muerte lenta de Luciana B.” (2007) y “Yo también tuve una novia bisexual” (2011).
En 2013, publicó el volumen de cuentos “Una felicidad repulsiva”, con el que ganó el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez en 2014.
Es también escritor de los ensayos “Borges y la matemática” (2003), “La fórmula de la inmortalidad” (2005), “Gödel para todos”, coescrita con Gustavo Piñeiro (2009), y “La razón literaria” (2016).
Martínez, que colabora con artículos y reseñas en el periódico La Nación, Clarín y Página 12, debe su vocación literaria a su padre, Julio Guillermo Martínez, ingeniero agrónomo, piscicultor, ajedrecista, lector y escritor, que ejerció una influencia decisiva en su hijo y que para evitar que escapara de la lectura se negó a comprar un televisor durante toda su infancia.