Del 'ausente' al 'caído', el diccionario del franquismo de Vázquez Montalbán vigente en tiempos de Vox

Hubo un tiempo en nuestro país en el que hacer referencia al 'ausente' no significaba hablar de alguien que llegaba tarde a cenar: era como se conocía a José Antonio Primo de Rivera. En el que un 'caído' era un muerto del bando insurrecto y una 'camisa vieja' no era precisamente una prenda de vestir pasada de moda, sino un falangista 'de primera hora', anterior a la Guerra Civil.

Se trataba de palabras que, durante años, tuvieron significados secuestrados. Conceptos cuyo alcance en el habla popular no figuraba en ningún diccionario. Por eso, en 1977, el escritor Manuel Vázquez Montalbán publicó Diccionario del franquismo: para dejar constancia de su existencia y su uso. Una obra de referencia que ahora se reedita, de la mano de Anagrama en colaboración con el Ayuntamiento de Barcelona. Y lo hace con una mano de pintura experta: la que ofrecen las ilustraciones de Miguel Brieva, contrapunto genial y actual a un certero texto.

Pero no es este un diccionario al uso, sino un recordatorio del lenguaje que reinó en el franquismo. Su lectura es una herramienta para luchar contra la desmemoria conceptual. “No podemos olvidar de dónde venimos. Manolo Vázquez nos lo recuerda recuperando unas entradas que hoy pueden parecer una broma. No lo eran, estaban cargadas de sangre y de odio”, afirma Josep Ramoneda en el prólogo que firma para esta nueva edición.

Palabras de ayer y hoy (tristemente)

El incontenible talento de Vázquez Montalbán nos dejó más de cien obras entre las que se cuentan la memorable serie de novelas protagonizadas por el detective Pepe Carvalho, pero también decenas de poemarios, ensayos, libros de recetas y hasta enciclopedias culé. Así que poco sorprende que escribiese un diccionario: él solía reírse de su verborrea y se definía a sí mismo como “prolífico en general”.

Lo realmente sorprendente es la pátina antienvejecimiento que Diccionario del franquismo parece tener más de cuatro décadas después de su publicación. Hoy en día se siguen retorciendo significados -la política lo lo ha hecho siempre-, pero el hecho parece cada vez más urgente con la injerencia de la extrema derecha en las instituciones, que empieza a cambiar definiciones de 'violencia de género' a 'violencia intrafamiliar' y blanquear conceptos como la 'leyenda negra' española.

“Parece que la actualidad no hace sino confirmar lo oportuno de recuperar el libro”, afirma Miguel Brieva a eldiario.es. Según el ilustrador sevillano, “cualquier reivindicación del pasado franquista solo puede venir de un interés por mantener unos privilegios, por una adhesión fanática a unos símbolos o bien por un alto grado de desinformación”.

Contra esa desinformación apunta directamente esta obra, pues, según Brieva, hemos frivolizado demasiado con nuestra memoria como nación: “Basta con repasar los documentos gráficos de aquella época, los cerca de veinte años de posguerra atroz, para darse cuenta de que aquello era algo completamente sufriente”. Para el ilustrador de Diccionario del franquismo, “aquel fascismo apelaba a valores épicos y arcaicos. El fascismo actual, para prosperar, no puede aferrarse a los desfiles militares sino a cierta frivolidad generalizada, a la no verdad”, opina.

Las definiciones del libro de Montalbán trazan una línea clara entre pasado y presente. Y las ilustraciones de Brieva se atreven incluso a jugar con esa conexión a través de ilustraciones en las que podemos ver, por ejemplo, a un robot de Franco conectado a cables que le insuflan vida, y en los que se pueden leer los nombres de partidos políticos como Vox, Ciudadanos o Partido Popular.

“Son herederos de los herederos del franquismo”, opina Brieva, “de los que se beneficiaron directamente de aquel régimen sórdido: ese reducido segmento de la población permanece en el mismo lugar”. Para el ilustrador, en el fondo, el franquismo “trataba de mantener un statu quo que lleva embalsamando España desde hace siglos, y en el que siempre mandan los mismos”.

Un diálogo ilustrado contra la desmemoria

Junto con la ilustración del robot del generalísimo, que recuerda a la obra Always Franco de Eugenio Merino, abundan en las páginas de esta nueva edición dibujos que dialogan ampliamente con nuestro presente, lo reinterpretan y lo satirizan.

Vemos, por ejemplo, a una pareja hacerse un selfie delante de un parque de atracciones llamado Franquilandia, a un torero y un futbolista desfilando como héroes nacionales, o una pared en la que la propaganda franquista comparte espacio con carteles publicitarios de las campañas políticas de Felipe González o Mariano Rajoy.

“Hemos ido tanteando según dibujaba qué forma podría ser la más indicada para que la imagen potenciara mejor lo escrito”, cuenta el ilustrador a este periódico. “El estilo de Montalbán en este diccionario es, a pesar de su postura política, encomiablemente sobrio”. En base a este tono, sin embargo, Miguel Brieva afirma que ha “tomado un partido claro a la hora de repensar todo aquello, y todo lo que todavía permanece coleando”.

“Como en mi trabajo sí es frecuente el recurso de la ironía, creo que los dibujos se saltan todas las restricciones del texto, pero justamente eso era lo que mejor podía complementar el conjunto desde lo gráfico”, opina el ilustrador sevillano.

Brieva, desde su aportación, insiste en que se ha sumado al proyecto que significa reeditar Diccionario del franquismo por lo idóneo que resulta en tiempos aciagos como los que vivimos. Según él, cualquier artefacto cultural “que nos ayude, desde la honestidad de los hechos, a entender mejor de dónde venimos, debe ser más que bienvenido”.

“Es imposible dirigirse a sitio alguno cuando se desconoce dónde se está ni cómo se ha llegado hasta allí”, explica. Sin embargo, en nuestro país, “ese pasado reciente o bien se niega, o no se quiere hablar de él, o termina enmascarándose entre fantasías identitarias como la Patria, la bandera [...] hasta darle la vuelta y convertir lo miserable en algo épico y necesario”.