- RECOPILATORIO | Cinco poemas para recordar la lucha de Marcos Ana
“Rendir un homenaje a Marcos es sentirnos vivos, es sentirle vivo”, ha dicho el actor Carlos Olalla este martes en la sala Mirador. Como escribió Isaac Rosa el día después de su muerte, hace justo un año, “muchos buscarán en Google quién fue el tal Marcos Ana, pese a sus muchos reconocimientos recientes”. Él luchó en vida contra su propio olvido, pero ahora es el turno de quienes llenaron el “corazón de estrellas” gracias a su poesía.
El evento, capitaneado por el actor Juan Diego Botto, ha contado con la participación de varios intérpretes, políticos y músicos que han recordado la figura del escritor con anécdotas y la lectura de varios fragmentos. “En un país que ha vivido lo que el nuestro, no hay muro más alto que el silencio ni prisión más cruel que el olvido”, añadió Olalla.
Fernando Macarro Castillo, rebautizado como Marcos Ana por la unión del nombre de su padre y de su madre, fue el preso que más años pasó recluido en una cárcel franquista: un total de 23 entre la de Porlier, Ocaña y Burgos. En 1939 fue detenido en Alicante por el bando franquista y condenado a muerte acusado de asesinato. Le despojaron de la libertad tan joven (con 19 años), que tuvo que aprender qué era el amor, la tierra y los árboles bien pasada la cuarentena, cuando fue liberado por la recién fundada Amnistía Internacional.
“La cárcel fue mi universidad”, le confesó a la periodista Olga Rodríguez en una de sus últimas entrevistas. Gran parte de sus poemas nacieron entre las paredes de un centro penitenciario, mientras aguardaba esas condenas de muerte que, por suerte, nunca llegaron y mataba el rato entre las torturas y las palizas que le propinaban los guardias franquistas.
Sus versos lograron traspasar los barrotes de la cárcel y se convirtieron en un símbolo de la lucha contra la dictadura. Uno de ellos, titulado Decidme cómo es un árbol, dio nombre a sus memorias, cuyos derechos adquirió Pedro Almodóvar. En la misma línea caminaba Mi corazón es patio, que habla de la soledad, de la prisión, del aislamiento y de la represión. De cómo, tras tanto tiempo entre rejas, había olvidado la vida.
¡Hace ya tantos siglos
que nací emparedado,
que me olvidé del mundo,
de cómo canta el árbol,
de la pasión que enciende
el amor en los labios,
de si hay puertas sin llaves
y otras manos sin clavos!
“Si Primo Levi es la referencia inevitable en Europa para comprender lo que fue el nazismo y el fascismo, Marcos Ana es sin duda la referencia inevitable para entender lo que fue la represión franquista en este país”, ha recordado Botto. A diferencia del resto de los invitados, el actor no escogió un verso del poeta, sino las palabras de dolor que brotaron al enterarse de su muerte.
“Ana no es solo patrimonio de la izquierda, debería serlo de todo el país. Al salir de la cárcel se paseó por todo el mundo para que nadie olvidara que en España aún había presos políticos, que en Europa Occidental había una dictadura cruel que aplastaba las ansias de libertad de un pueblo entero”, ha releído el protagonista de Martín Hache.
Recordaba que, pese a ser el preso político que más años sufrió el odio del dictador, nunca albergó odio ni rencor. Porque “mi única venganza es conseguir que triunfen nuestras ideas de paz y justicia social, que además serían buenas hasta para nuestros verdugos”, escribía el poeta madrileño.
Jazmín Beirak, portavoz de Cultura de Podemos en la Asamblea de Madrid, eligió Hogar herido para recordar “el contexto de política de reconciliación nacional que impulsó el Partido Comunista en 1956” y que pretendía “superar la fractura que había provocado la Guerra Civil”. Álvaro Aguilera, del PCM, recogió “su antorcha” para que “el socialismo algún día sea el que rija nuestros destinos, porque la libertad y la democracia plenas sean reales”. Y así, tantos otros.
También la periodista Paz Sufrategui recordó el relato de su primer amor. Una prostituta de Madrid llamada Isabel con la que tuvo su primera experiencia fuera de la cárcel a los 42 años. Marcos Ana lo relató con extremo respeto hacia la mujer que le dio “una lección de humanidad, ternura y comprensión inesperadas”. Después de aquello, se resignó a no verla más, pero invirtió las 500 pesetas del servicio en flores.
Me es muy difícil describir ahora cómo pasé aquel momento, pero lo cierto es que cuando me quedé a solas con aquella mujer hubiera deseado que me tragase la tierra. No sabía cómo comportarme.
Porque así era Marcos Ana: “un poeta, un luchador, un comunista, pero sobre todo era un hombre bueno”, ha recalcado Juan Diego Botto. Un hombre al que no se le secaron las lágrimas en su reclusión, como le dijo a Pablo Neruda cuando sollozaban en los campos de Mathausen. Es un memorial sin revanchismo para librar a su país de la ignorancia, “sobre todo respecto a los antifascistas, y más con los comunistas”.
Por eso se paseó por el 15M, las marchas de la dignidad o las manifestaciones contra el TTIP hasta el último momento. “Nunca abandonó la calle, la lucha, la revolución”. Charló con los jóvenes que se cruzaban por su camino y sin reparos, abrió la puerta de su casa, exenta de llaves y cerraduras para no emular esas cárceles que tantas horas le habían robado. “Porque él sabía lo absurdo que es perder el tiempo, en la política y en la vida”, ha dicho Botto.
En este momento de desmemoria colectiva, en el que sobran obituarios y faltan homenajes, es importante recordar la figura del “activista de la vida” un año después de su muerte. Y cuando se cumplan dos, tres, diez, y veinte. Citando de nuevo el texto de Rosa, “cuenten a todo el mundo quién es Marcos Ana, porque vamos a necesitar mucha gente para mantener viva toda la memoria que llevaba encima”.