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Una novela involucra a Lewis Carroll en los crímenes de Jack el Destripador
El escritor Fernando García Calderón aceptó sin dudarlo el reto que le planteó un editor de asociar a Lewis Carroll con Jack el Destripador. El resultado es una novela en la que desarrolla una interesante teoría sobre la identidad de aquel arrogante asesino que horrorizó a Londres a finales del XIX.
Publicado por Ediciones del Viento, “Yo también fui Jack el Destripador” es el noveno libro de García Calderón (Sevilla, 1959), que ha merecido premios como el Félix Urabayen y el Ateneo-Ciudad de Valladolid y que ha sabido hacer compatible su vocación de escritor con su profesión de ingeniero de Caminos.
Pocos asesinos en serie han suscitado tanto interés como Jack el Destripador, que en 1888 mató a varias prostitutas en el Londres victoriano. Se han escrito decenas de libros sobre él, entre ellos uno de Tom Cullen, “Otoño de terror”, que García Calderón leyó en su época de estudiante.
Como afirma el novelista en una entrevista con Efe, el atractivo de este personaje quizá se deba a que sus crímenes “son representaciones casi teatrales, perfectamente planificadas para llamar la atención de la sociedad londinense de la época y mostrar la osadía del que reta, con singular ventaja, a Scotland Yard. Y, además, triunfa. No es atrapado”.
Entre las preguntas que cabría hacerse sobre aquellos crímenes, el autor elige “una de las menos frecuentes: ¿a quiénes beneficiaron? La respuesta permite abrir una línea argumental en la que encajan las conspiraciones cruzadas, la intervención de los miembros de un club de la época y un trasfondo de orden social” que le resultaba “especialmente interesante”.
“Con semejantes hilos es posible tejer una tela de araña que proporciona una solución plausible al caso, muy alejada de la idea que parte del psicópata que mata sin más fundamento que satisfacer instintos irrefrenables”, asegura.
Residente en Madrid desde muy joven, García Calderón sintió interés por Lewis Carroll cuando estudiaba bachillerato y descubrió sus “magníficos” trabajos sobre lógica y matemáticas, antes de leer “Alicia en el país de las maravillas”.
El autor de “El hombre más perseguido” o “Lo que sé de ti” le da un peso “trascendental” a Lewis Carroll en su nueva novela, de “corte victoriano” y de final sorprendente.
Ese “personaje complejo” que fue Charles Lutwidge Dodgson “proporciona, directa e indirectamente, la senda por la que se mueve la investigación de John Riordan”, el protagonista de “Yo también fui Jack el Destripador”, un octogenario forense de Scotland Yard que narra la historia desde la época actual.
Alumno de Carroll en Oxford, Riordan fue invitado por el autor de “Alicia” al club Diógenes, al que pertenecieron escritores como Bram Stoker, H.G. Wells, Bernard Shaw o el propio Dodgson y que se creó “para establecer los cimientos de un mundo mejor”.
Ya jubilado, John Riordan se moviliza al recibir un anónimo que sitúa a Lewis Carroll como el asesino múltiple que sembró de terror Londres en el verano y otoño de 1888.
“Yo también fui Jack el Destripador” no es la clásica novela de intriga policial, de misterio, “a lo Agatha Christie”, sino que el autor refleja en ella “las diversas caras de ese diamante literario que es la época de decadencia victoriana”.
Y es que la figura de Jack surge en un momento de “crisis de valores en el orden social y moral, nacimiento de los conflictos laborales y del socialismo inglés, lucha intestina en la Policía Metropolitana... Y se desvanece cuando quedan encauzados los fines que lo impulsan”, indica el autor.
Aquel Londres victoriano guarda ciertas similitudes con la época actual porque “todas las grandes crisis de la humanidad van asociadas a la pérdida de valores éticos, al sálvese quien pueda, a la injusticia”.
Y generan “la aparición de fenómenos extraordinarios”. La forma en que el proclamado Estado Islámico actúa hoy “no es tan distinta de la empleada por Jack el Destripador. La violencia teatralizada es una forma poderosa de llamar la atención de la sociedad”, opina el escritor.
García Calderón cree que Jack el Destripador contó con el apoyo de toda una organización. Lo sucedido en el mísero East End londinense no fue “fruto de casualidades. Se produjo una concatenación de intereses”, asegura.
“Los crímenes trajeron mejores condiciones de vida a Whitechapel, modificaron las conductas de los patronos, consolidaron las ideas que alimentarían el socialismo británico y fortalecieron la posición de los policías profesionales de Scotland Yard frente a los advenedizos del ejército”, comenta.
“La civilización es una carrera entre la educación y la catástrofe”. Esa cita de H.G. Wells abre uno de los apartados del libro y le da pie al autor a asegurar que “la educación y la igualdad de oportunidades son las mejores armas para luchar contra la barbarie”.
“Con educación, con cultura, es más fácil superar la manipulación de los predicadores del clasismo y el odio. Vale para cristianos, musulmanes, agnósticos y ateos. Vale para todos”, concluye.
Por Ana Mendoza
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