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Vuelve 'La noche de Halloween': guía para sobrevivir a sus secuelas y al retorno de Michael Myers

El próximo estreno de la undécima película de la franquicia Halloween ha generado expectativas entre los aficionados al terror. Blumhouse Productions (Insidious, Déjame salir) ha intentado reflotar una marca desgastada. Para ello, ha contado con la asesoría del director del primer filme, John Carpenter (La cosa) y ha recuperado a la protagonista original, la actriz Jamie Lee Curtis (Entre pillos anda el juego).

Uno de los aspectos que ha trascendido es que esta nueva La noche de Halloween ignorará todas las secuelas. Eso incluiría la segunda parte, a pesar de que la guionizó el mismo Carpenter. Esta decisión radical pone las cosas algo más sencillas a un público que puede estar algo perdido por la continuidad tortuosa de las diferentes entregas.

Con Michael Myers no hay problemas cronológicos. Es un personaje pétreo, ajeno a cualquier cambio de entorno: siempre está enmascarado, en silencio y preparado para matar con cualquier objeto afilado que tenga a mano. Pero su víctima preferida, la Laurie Strode interpretada por Curtis, ha vivido y ha muerto, ha vuelto a vivir y a morir, a conveniencia de los productores y sus capacidades presupuestarias.

Ahora Strode vuelve, otra vez, con un pasado nuevo, en una cuarta linea temporal si contamos el remake de Rob Zombie y su correspondiente secuela. ¿Estás algo confundido? Nosotros te explicamos el laberinto de La noche de Halloween y sus secuelas, por si quieres emprender el viaje.

Los dos primeros filmes, la primera noche

Vayamos al principio: octubre de 1978. Se estrena una obra de bajísimo presupuesto dirigida por un joven realizador que se convertiría en icono perdurable del cine fantástico con películas como La niebla o En la boca del miedo. Los italianos Mario Bava (Seis mujeres para el asesino) o Dario Argento (Rojo oscuro) habían estado trabajando las narraciones fílmicas de asesinatos seriados con crecientes dosis de gore. Cineastas como Bob Clark (Negra navidad) habían traído la mezcla a Norteamérica. Pero serían las secuelas de Viernes 13 y la obra de Carpenter las que pondrían los fundamentos del cine slasher y sus matarifes invencibles.

Negra navidad todavía presentaba una historia de intriga, con sospechosos y falsos culpables hasta la revelación final. En La noche de Halloween, en cambio, se renunciaba al misterio clásico: conocíamos la identidad del asesino desde el inicio. Michael Myers era un homicida silencioso que irrumpía en un barrio residencial y destrozaba el orden de un vecindario presuntamente seguro, de niños con padres ausentes pero protegidos por jóvenes canguros.

La propuesta se alejaba del horror rural de miedo al redneck y llevaba el terror a un hogar cualquiera de la Norteamérica urbana. Además, Carpenter consiguió una obra estéticamente influyente, gracias a una memorable banda sonora electrónica y a un uso astuto de los estabilizadores de imagen. Las panorámicas de Haddonfield (localidad natal de la coguionista y productora Debra Hill), las secuencias de cámara subjetiva, adquirían un sugerente aspecto flotante, casi onírico.

Una joven Jamie Lee Curtis ejerció de superviviente: su personaje conseguía eludir una y otra vez al acosador (aunque, cosas del androcentrismo, acababa necesitando del correspondiente salvador masculino). Curtis volvió a defender ese rol en filmes como El tren del terror y, por supuesto, Halloween II. Esta última fue una secuela continuista, tutelada pero no dirigida por Carpenter, que retomaba la acción en el mismo momento en que concluía el filme anterior.

El guión de Carpenter y Hill comenzó a distorsionar una propuesta basada en la arbitrariedad de la amenaza y la falta de explicaciones psicológicas. El enmascarado Michael Myers era un peligro inmotivado que podía asaltar cualquier hogar. En la secuela, en cambio, los lazos sanguíneos pasaban a ser centrales en la trama (se descubría que Strode era la hermana de Myers). También se incluía un guiño a cultos paganos que se retomaría en entregas posteriores.

El hartazgo de los creadores propició un giro radical. Halloween III explicó una historia completamente nueva y prescindió de un Myers convertido en icono del cine de cuchilladas. La idea era crear una saga de pesadillas autoconclusivas, una especie de The twilight zone para cines. Carpenter puso la música, Hill produjo la cinta y un colaborador habitual, Tommy Lee Wallace (It), tomó los mandos con una extraña historia de ciencia, magia y bromas asesinas. El experimento fue lucrativo pero generó una cierta frustración, así que el asesino enmascarado no tardó en retornar.

Del cuarto al sexto filme: la primera muerte de Laurie

Una secuela tardía y de bajo presupuesto, sin ningún avance especialmente significativo, difícilmente podía llamar la atención de John Carpenter y Jamie Lee Curtis. Así que los productores cortaron por lo sano: Laurie Strode había muerto en algún momento del pasado.

El protagonismo recaía en Myers, su psiquiatra e incansable perseguidor (el doctor Loomis interpretado por Donald Pleasence) y un elenco de nuevos personajes. La víctima referencial pasaba a ser una niña, la hija de Strode y sobrina de Myers. El filme incluso se situaba en un futuro cercano (se estrenó en 1985, pero se ambientaba en 1988) para justificar que la niña tuviese una edad suficiente.

Un futuro todoterreno del cine comercial, Dwight H. Little (Señalado por la muerte, Liberad a Willy 2), firmó un slasher rutinario que aportaba poco a la saga. Convertido ya en una amenazaba imparable e indestructible, Myers mataba sin freno en Halloweeen 4 y Halloween 5. Esta última introducía una figura enigmática cuyo rol se explicaría en la siguiente entrega, al estilo de un comic book seriado.

Halloween 6: la maldición de Michael Myers debía ser una secuela inmediata. Al final, el proyecto tardó años en emerger bajo el paraguas de la entonces poderosa Miramax. En aquel momento, gracias a relecturas irónicas como Scream o Sé lo que hicisteis el último verano, el terror vivía años de gloria comercial a través de un neoslasher menos arisco y sangriento que el original.

En este contexto, Halloween 6 se benefició de unos medios superiores, pero acabó convirtiéndose en una producción problemática, concebida y transformada sobre la marcha, a golpe de reescrituras de guión, nuevas filmaciones y remontajes. Las diferencias creativas entre las partes y los riesgos por la potenciación de lo fantástico tuvieron consecuencias. La existencia de dos montajes inusualmente divergentes documenta parte de ese proceso.

Halloween H20: Laurie vuelve... para morir otra vez

Halloween H20El guionista Daniel Farrands había asumido el desafío implícito en el desenlace de la quinta entrega: llevar la saga al terreno de las sectas, reelaborando una referencia de Halloween II. A pesar de que el guionista Kevin Williamson (Scream) llegó a concebir una continuación directa del sexto filme, los productores optaron por un relanzamiento. Halloween H20 solo tomaba en consideración el primer díptico y generaba una nueva linea temporal

Jamie Lee Curtis, Laurie Strode, volvía a escena en un neoslasher menos delirante, pero probablemente más rutinario que su predecesor. Todo tiene un aire a refrito poco inspirado de recursos del neoslasher del momento, con las correspondientes referencias cinéfilas o guiños. Y también con esa violencia inofensiva propia de un producto terrorífico que intenta llegar a un público más amplio.

El abuso de sustos basados en meros encontronazos entre personajes llega a resultar cómico. A diferencia de Scream y su humor negro posmoderno, la comicidad de Halloween H20 es involuntaria. Y Laurie Strode sobrevivió de nuevo... solo para ser asesinada al inicio de Halloween: resurrección, en un desastroso homenaje a aquella Psicosis que aparentemente protagonizaba la madre de Curtis, Janet Leigh.

Ante la debacle de Halloween: resurrección, una secuela muy coyuntural y rutinaria que aludía al auge de los reality shows, se optó por el camino fácil: un remake que hiciese tabla rasa. Su responsable, en cambio, fue algo sorprendente. Se trataba de Rob Zombie, músico y realizador del carnaval de sangre eighties La casa de los 1.000 cadáveres. El cineasta ofreció una relectura del original con tintes de realismo sucio. También firmó una peculiar secuela que causó reacciones encontradas.

Una nueva Laurie Strode, interpretada por Scout Taylor-Compton, había tomando los mandos... de manera efímera. Ahora el personaje ha vuelto a ser encarnado por Curtis en la próxima La noche de Halloween, secuela directa y homónima del original. Será la cuarta vida de Strode, una especie de gato de Schrödinger con una relación complicada con la muerte. Esta vez, como indica el trailer del nuevo filme, ella está preparada a la manera de aquella Sarah Connor militarizada de Terminator 2. El resultado se verá en cines a partir del próximo 26 de octubre.

'Halloween III': la secuela que fue por libre

Dado que la industria audiovisual tiende a la réplica de aquello que ha funcionado comercialmente, el intento de refundación de una franquicia exitosa mediante Halloween III: el día de la bruja ha acabado adquiriendo tintes de simpática temeridad. El realizador John Carpenter y su grupo de colaboradores disponían de una franquicia exitosa en pleno auge del cine de terror sobre asesinos en serie imparables. En lugar de impulsar otra excursión homicida de Michael Myers, dejaron en shock a la audiencia con una extravagante ficción sobre empresas malignas, cultos antiguos e infanticidios en masa.

El guion original de esta película, recuperada en alta definición mediante una satisfactoria edición videográfica de Selecta Visión, fue obra de Nigel Kneale, el creador de un personaje clásico de la ciencia ficción británica: el doctor Quatermass. Kneale se desentendió del resultado final y el debutante Tommy Lee Wallace firmó un trabajo donde clonó algunos rasgos del Carpenter de La noche de Halloween o La niebla. No faltan las amenazas quietistas, una planificación parecida de las escenas de intriga o persecución... y el uso, por supuesto, de una banda sonora compuesta por el maestro y su colaborador de la época, Alan Howarth.

La rara mezcla de sobriedad expositiva y estridencias conceptuales, de falta de intensidad y estallidos gore, posibilita que la película parezca solo recomendable para los espectadores más interesados en la saga Halloween o en las hibridaciones algo extrañas entre el terror y una fantasía que hibrida ciencia con magia. Con todo, los curiosos podrán disfrutar de este imperfecto viaje que, de alguna manera, anticipa aspectos de obras posteriores de Carpenter: la crítica de la publicidad y del capitalismo desenfrenado presente en Están vivos o las tensiones entre elegancia narrativa y efectos de maquillaje repugnantes de El príncipe de las tinieblas