No sé quién definió la bossa nova como el eco que queda tras una noche de samba, pero estuvo en lo cierto. Su elegancia melódica nos traslada a ese espacio donde la lejanía sentimental atenúa las luces y deja a la vista las copas ya bebidas.
De ahí el bocado triste que desprende, con su sabor a duermevela y a resaca, a crepúsculo envuelto en la delicada soledad de una mujer que pasea su desnudez por una playa desierta. La bossa nova es inspiradora, tanto como la vida de sus intérpretes. Hace unos días salió la biografía de João Gilberto, el alquimista de este género. Como no podía ser de otra forma, ha sido publicada por Libros del Kultrum y está escrita con la belleza que requiere un trabajo así por Zuza Homem de Mello. La traducción es de Antonio Jiménez Morato.
Se trata de un trabajo colosal que no solo se limita a seguir los pasos de João Gilberto desde que andaba sin dinero y no tenía sitio ni guitarra, sino que también penetra en la revolución musical que hizo posible que los ritmos de la samba se hermanasen con la delicadeza del jazz en su aspecto más cool, es decir, más acuarelable. Por decirlo con pocas palabras: La biografía de João Gilberto es la biografía de la bossa nova.
Homem de Mello traza el devenir de los músicos de la época, despejando dudas y desmontando leyendas urbanas acerca del origen de la bossa nova falsamente atribuido a Bud Shank, el saxofonista que, junto al guitarrista Laurindo Almeida, firmó el disco Brazilliance en 1954. Pero nada más lejos, porque la bossa nova es un género que bien podríamos llamar mil leches, cuyo origen se debió a una suma de voces y azares cuyo resultado fue el encuentro entre Tom Jobim y João Gilberto.
En este libro también se despejan dudas acerca del verdadero significado de la letra de “Desafinado”, la legendaria canción que popularizó João Gilberto y que se convirtió en un clásico en repertorios jazzeros, llegando a ser cantada en su versión anglo por Ella Fitzgerald y el mismísimo Frank Sinatra.
Según nos cuenta Zuza, la grabación del tema tuvo sus anécdotas. Sin ir más lejos, la palabra Rolleiflex provocó una pelotera tan gorda que, a punto, estuvo de dar al traste con la grabación. Parece ser que João Gilberto no estaba por incluir la marca de una cámara fotográfica en la canción. Tampoco estaba de acuerdo con el título, ya que pensaba que el público no la iba a recibir como algo serio, y que le iban a señalar como un mal músico por cantar “desafinado”. Pero nada más lejos. Al final se grabó con Rolleiflex incluida y la canción fue un éxito.
Por último, hay que apuntar que la canción “Desafinado” tiene que ver más con la especialización que con el desafinar. Es una canción de amor que encierra una crítica a la especialización, podríamos poner marxista, ya que especializarse provoca la absolutización, es decir, la especialización limita la posibilidad de relacionarse con otros elementos, con otras disciplinas. De esta manera, la profesionalidad trae la desafinación.
Visto así, en modo marxista, la alienación, el extrañamiento, la separación entre el sujeto y el mundo creado por el mismo sujeto se convierte en melodía que necesita instrumentos y voz para ser cantada. Toda una ironía convertida en canción de amor.
Pero no me quiero despistar, vine aquí a escribir acerca de la biografía de João Gilberto, un trabajo con ecos de nostalgia, de lejanía sentimental y de belleza, tanta como la imagen de una playa vacía y bañada por el crepúsculo, con su orilla cubierta por el trazo de una pisada ciega; tan ciega como la sonrisa de una mujer abandonada.