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Jóvenes que no estudian ni trabajan, al rescate de la artesanía y los oficios tradicionales en extinción

A la izquierda, José Luis Díaz, de la cooperativa extremeña Wazo, junto a uno de los artesanos, en el trabajo de documentación

José María Sadia

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El sector de los oficios tradicionales y la artesanía en España lo componen actualmente más de 38.000 empresas, da trabajo a 125.000 personas y supone un 2,4% del PIB que genera la industria en nuestro país. Los datos recabados por la institución Fundesarte arrojan una ligera caída en la última década, compensada por la modernización de la gestión en el sector artesanal y su capacidad para exportar productos al exterior. No son números despreciables para un ámbito que se presume en franco declive —vinculado a la progresiva muerte de la España rural debido a la despoblación y el envejecimiento de los pueblos—, sin duda, beneficiado por la mejora general de la economía tras la crisis inmobiliaria. Un panorama moderadamente optimista que no oculta su reverso: la desaparición de algunos oficios tradicionales por el camino y, con ella, de una parte del patrimonio inmaterial de los pueblos.

Por otro lado, España se enfrenta al drama del alto paro juvenil. Según el servicio europeo Eurostat, en 2024 alrededor del 28% de los jóvenes menores de 25 años se encuentran en situación de desempleo, lo que sitúa la estadística española prácticamente en el doble de la media de la Unión. De este fenómeno negativo se desprende otro aún más preocupante: el de los adolescentes y jóvenes que ni estudian ni trabajan. Suponen el llamado perfil neet —popularizado en nuestro país como nini y que preocupa especialmente en las instituciones europeas—, que, pese a verse reducido en los últimos años, actualmente afecta al 10% de esta franja de edad, es decir, a unos 500.000 españoles.

Pero, ¿qué tiene que ver la desaparición de los oficios tradicionales con los jóvenes neet o nini? La suma de dos fenómenos adversos ha sido identificada como una oportunidad de oro en la iniciativa “Their jobs, our heritage”, un proyecto europeo capitaneado por una asociación juvenil portuguesa (Associação da Minha Rua), y en el que participa la cooperativa extremeña Wazo, un entidad de orientación social y sin ánimo de lucro. “El objetivo consiste en salvaguardar los oficios tradicionales que están en peligro y darlos a conocer, especialmente entre los jóvenes; y no solo eso, también tratamos de identificar quiénes de ellos estarían interesados en involucrarse en este tipo de patrimonio”, define José Luis Díaz, historiador del arte y miembro de la cooperativa, que ha elegido la comarca de Tierra de Barros (Badajoz) como “laboratorio” para desarrollar la propuesta.

Patrimonio y economía en una comarca “curiosa”

“Hemos trabajado ya sobre el patrimonio material y sabíamos que la gente lo valora, pero teníamos nuestras dudas sobre la reacción de los jóvenes ante un legado de carácter inmaterial, que es menos palpable”, reconoce Díaz. Sin embargo, la primera fase de la iniciativa, que ha arrancado el pasado abril y que consiste en la elaboración de encuestas a los artesanos y a jóvenes de la zona, ha despejado las dudas. La respuesta resulta esperanzadora, dadas las dificultades. “Hablamos de jóvenes que no estudian ni trabajan, el llamado perfil neet, que es bastante difícil de identificar y de involucrar, porque están un poco en el limbo, pero creemos que estamos consiguiendo vincularlos”, añade el historiador.

El territorio en el que se desarrolla el plan tiene que ver con la España vacía, la de cientos, miles de pueblos diseminados en regiones atomizadas, con núcleos de escasísima población y muy limitadas expectativas de futuro. Pero con algunos matices. La comarca pacense de Tierra de Barros tiene como eje central la localidad de Almendralejo (35.000 habitantes), fuertemente industrializada, con capacidad para atraer a la población de la zona, lo que justamente ha contribuido a 'vaciar' los pequeños núcleos, hábitat natural de los oficios tradicionales, actividad económica vital para sus habitantes.

Precisamente, en esta fase inicial de investigación y documentación, han tratado de identificar qué tipo de artesanías han sido clave o, incluso, siguen siéndolo. “La alfarería ha sido uno de los oficios principales; de hecho, en Salvatierra de los Barros, muy cerca de Almendralejo, es un sector muy conocido, a pesar de que se ha ido perdiendo en los últimos años”. Desde la cooperativa extremeña, en cambio, destacan la “sorpresa” que supone la importancia de la costura y el bordado, en localidades como Villafranca de los Barros, o de la ebanistería con diversas especializaciones. “Existen profesionales de la madera que se dedican casi exclusivamente a los pasos de Semana Santa o ebanistas que han orientado su profesión hacia otro ámbito, como el caso de Antonio Salguero, uno de los pocos lutieres (fabrican y reparan instrumentos musicales) que quedan en toda Extremadura”, precisan.

Una realidad hermana

La despoblación, el envejecimiento demográfico, la falta de oportunidades y desarrollo son realidades que definen territorios como Extremadura, Castilla y León o Aragón. Pero no son exclusivos de estas comunidades, ni tampoco de nuestro país. Precisamente, este es uno de los pilares de proyectos europeos como este que se desarrolla de forma simultánea en la Tierra de Barros extremeña y en el Algarve portugués, ámbitos con problemas parecidos, como el de los jóvenes desempleados. “Desafortunadamente, España y Portugal compartimos este problema porque la tasa de paro joven es alta”, reconoce Jorge Machado, miembro de la cooperativa Contextos, radicada en la localidad de Faro y dedicada a combatir problemas sociales, culturales o educativos en el sur de Portugal. “Nosotros preferimos decir que trabajamos con jóvenes con menos oportunidades, tratando de prevenir y combatir precisamente el fenómeno neet”.

El otro aspecto que une a las dos cooperativas socias en este proyecto europeo es la importancia económica, social y cultural de la artesanía y los oficios tradicionales. “En el Algarve no nos podemos quejar, porque se han desarrollado muchos proyectos sobre oficios tradicionales en los últimos años; en una localidad cercana a Faro, en Loulé, se ha puesto en marcha la iniciativa Loulé Criativo, que trabaja mucho la artesanía y los antiguos oficios”, detalla Jorge Machado. En una región entregada a su potencial turístico, los artesanos luchan por aportar un valor añadido a la experiencia cultural del visitante, en la que los productos manufacturados sean la clave.

Sin embargo y a pesar de que la innovación ha llegado a este gremio, en el sur de Portugal existe una lista de actividades tradicionales en serio peligro de extinción. Hace solo dos años se creó un documento, The Red Book, que estudia, identifica y clasifica los antiguos oficios en la región y detecta aquellos que carecen de viabilidad financiera por factores como el elevado tiempo de producción que precisan. Así, la nómina de actividades que requieren “un rescate urgente” según este estudio está formada por la cestería de caña, el corcho o los trabajos con materiales ancestrales, como el hierro, el mimbre o el esparto. En concreto, el estudio alerta de la posible desaparición de 14 de las 26 actividades identificadas, tras un trabajo de campo realizado en 16 municipios, en colaboración con cuatro asociaciones locales y 174 artesanos. En el lado opuesto, las prácticas que se encuentran en buena forma las protagonizan la cerámica, la alfarería o el producto estrella de la tradición portuguesa, el azulejo.

De artesanos a artistas

El socio portugués del proyecto ya ha realizado parte de los cuestionarios que se envían a artesanos y a jóvenes. “Hasta ahora, los resultados nos dicen que hay un interés elevado por estos oficios; existen muchas iniciativas rurales en torno a la artesanía, aunque en el caso de los jóvenes se identifican como artistas, en lugar de como artesanos”, desgrana el miembro de la cooperativa Contextos. Es decir, que los nuevos protagonistas de estas prácticas tradicionales no solo replican lo que han visto hacer a sus mayores, sino que “cambian la forma, reinventándolo”. Las ferias que se celebran en la región contribuyen a dar visibilidad a las creaciones de los jóvenes que han tomado el relevo de la artesanía a tiempo.

Así, una vez obtenidos los datos para dibujar el mapa de las artesanías en riesgo de desaparición en la comarca extremeña de Tierra de Barros y en la ciudad portuguesa de Faro, la siguiente fase consistirá en la visita de pequeños grupos de jóvenes interesados a los talleres de los artesanos, donde “apreciarán que muchos de ellos tienen nuevas formas de trabajar”, precisa José Luis Díaz. “El siguiente paso será la grabación de un documento audiovisual porque siempre hay que dejar constancia de prácticas que no sabemos si se van a perder, como hemos constatado en el caso de los edificios en peligro”, añade el promotor del espacio digital Arte en ruinas.

Aunque el proyecto Their jobs, our heritage no termina aquí, una vez superadas las fases descritas. En el caso extremeño, la cooperativa Wazo apoya la creación de una escuela taller dedicada a los oficios más tradicionales. “En Extremadura llevamos tiempo esperando la creación de una escuela de artes y oficios en un lugar muy emblemático, el convento de San Antonio de Padua en Garrovillas de Alconétar (Cáceres), un edificio que se está recuperando”, señala José Luis Díaz, quien apunta a este futuro centro como lugar ideal para actividades relacionadas con la artesanía. Por su parte, en la región de Algarve tienen previsto realizar un “seguimiento” de los resultados para lograr ese objetivo común de involucrar a los jóvenes. Después de años de trabajo, las cooperativas de un lugar y otro, en España y en Portugal, han entendido que colaborando juntas pueden “alcanzar soluciones a problemas comunes y adaptarlas a las situaciones de cada región”.

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