“Menos mal que ha salido el sol, hay que agradecérselo a Almudena”, dice una de las asistentes al entierro de la escritora que se ha celebrado este frío lunes. La convocatoria que surgió de forma espontánea en las redes sociales ha congregado a mil personas en el cementerio civil de La Almudena. “Yo no me esperaba otra cosa”, dice Maribel sujetando su ejemplar de Modelos de mujer. Libros, rosas y banderas republicanas –y alguna del Atlético de Madrid– han sido los accesorios elegidos para la ocasión. Nadie ha acudido sin una ofrenda para Almudena Grandes.
La escritora de 61 años fallecida el pasado sábado fue diagnosticada de cáncer hace unos cuantos meses. Poco antes publicaba La madre de Frankenstein, la última entrega de sus Episodios de una guerra interminable y la elección de Jorge, el más joven de los presentes. “Se puede decir que empecé a leer con ella y mi pensamiento ideológico, literario y crítico le debe mucho a su literatura”, cuenta el estudiante de 20 años. Le acompaña su padre, también Jorge, con la bufanda rojigualda atada al cuello y La herida perpetua en las manos, una recopilación de sus columnas de opinión.
Es una gran pérdida para España, independientemente de la ideología, esto no va de ideologías
El acto extraoficial ha comenzado a las once de la mañana. Algunos leían El País u hojeaban su obra más especial de Grandes y otros reivindicaban su memoria más allá de la literatura. Carmela, que luce pelo blanco y mascarilla roja, amarilla y morada destaca que “era una mujer muy comprometida, muy feminista, muy de izquierdas y con una cabeza preclara, todo un referente”. Es la primera vez que ella y sus amigas acuden a algo así: “No somos nada mitómanas. Pero Almudena es Almudena”.
El homenaje a Almudena Grandes ha tomado como referencia el que se le hizo a José Saramago en Lisboa. Como en el caso del escritor portugués, sus reivindicaciones en vida fueron celebradas aquel día con la misma pasión que sus textos. “Ella es la mujer que mejor ha escrito sobre los republicanos que murieron en los campos de concentración”, expresa Julián Rebollo, portavoz de la Plataforma contra la Impunidad del Franquismo. Bajo a él sujeta una pancarta llena de rostros, entre los que se encuentran sus dos tíos asesinados durante el régimen. “Almudena Grandes defendía una Ley de Memoria Histórica y que hubiese verdad, justicia y reparación para las víctimas”, añade.
Mientras tanto, una mujer se arranca a leer un fragmento de Los pacientes del Doctor García, el penúltimo de sus episodios sobre la guerra. Le sigue María Teresa con otro párrafo de Estaciones de paso. “Almudena transmite una gran verdad y este libro me parecía muy adecuado para un día como hoy: la vida es una estación de paso”, reconoce la mujer de 78 años, que añade que la escritora “es una gran pérdida para España, independientemente de la ideología. Esto no va de ideologías”.
De pronto la gente comienza a aplaudir y por el estruendo se adivina que han llegado nuevos asistentes al entierro. Por la puerta aparece el coche que porta el féretro, el que lleva a los seres queridos y dos vehículos oficiales, en los que viajan el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la vicepresidenta Yolanda Díaz y la ministra de Igualdad, Irene Montero. No hay ni una autoridad madrileña. En cambio, rostros de Unidas Podemos y Más Madrid van llenando poco a poco los alrededores de la tumba.
En ese momento, el acto deja de ser algo íntimo y silencioso y se convierte en otra cosa. Las cámaras de televisión y los fotógrafos trepan por las tumbas para sacar la mejor instantánea de la bajada del féretro, la familia y los políticos. Un murmullo de fondo se cuela en una escena que debería ser privada. Hasta que Ana Belén toma el micrófono y recita una parte de Por una falda de plátanos, un texto de Almudena Grandes que decía “sin memoria no hay democracia”. En ese momento se hace el silencio en el cementerio.
El siguiente que toma la palabra pone voz a un poema escrito por Luis García Montero, su gran amor. “Pues todo se me olvida, si tengo que aprender a olvidarte”. Mientras sonaba por los altavoces, lloraba García Montero y todos los que, sin ser de la familia, le han acompañado en este día triste para la literatura, el periodismo y la democracia. El momento más emotivo de la ceremonia continuaba con la canción Noches de Boda, de su buen amigo Joaquín Sabina, que ha acompañado la bajada del féretro de Almudena Grandes al foso.
“Sin memoria no hay democracia”, coreaban los asistentes alzando sus libros. El escenario, que en un momento se temía que fuera a ser monopolizado por los políticos, ha quedado vacío. La familia ha abandonado el cementerio y las personas que quedaban han representado variadas situaciones: desde disparatados selfies en la tumba, hasta cánticos republicanos o corros literarios. También han caído lágrimas.
Las televisiones se acercaban a Pedro Almodóvar, otro de los célebres asistentes. Pero él solo ha tenido palabras para la Plataforma contra la Impunidad del Franquismo, que le ha agradecido por sus películas. El director manchego ha prometido devolverles el apoyo en otro de sus actos. Justo hoy, Almodóvar ha sido nominado ocho veces a los Premios Goya por Madres paralelas, una película donde se mencionan la memoria histórica, la reparación y la justicia.
“Capital del dolor, capital de la gloria, esta es la ciudad que nunca se detiene, una superviviente capaz de renacer una y otra vez de sus propias cenizas”, leía Grandes en 2018 durante el pregón de las Fiestas de San Isidro. Pero hoy la capital frenética ha parado un poco para despedirse de ella en el cementerio con el que comparte nombre. Por suerte, no es un adiós definitivo, como demuestran los libros que desfilaban en las manos de sus seguidores.
Así ha sido la conmemoración a una de las más grandes autoras españolas. Madrileña de pura cepa y de pluma infatigable hasta el último momento. Como murmuraban los asistentes, nunca se había vivido un homenaje similar a una escritora. Pero “Almudena es Almudena”, solo había una.