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La primera globalización de Magallanes y Elcano: cuando las especias eran tan valiosas como el oro

Portada del libro 'Magallanes', de Stefan Zweig (Capitán Swing)

Miguel Ángel Villena

“En el principio eran las especias”. Con esta afirmación tan rotunda comienza Stefan Zweig su magnífica biografía sobre Magallanes. A punto de cumplirse 500 años (el próximo 10 de agosto) de la fecha en la que una expedición de cinco barcos y 235 marineros y soldados, capitaneada por aquel navegante portugués, zarpó de Sevilla con la intención de dar la primera vuelta al mundo, historiadores, geógrafos y economistas debaten hoy sobre la importancia de un viaje que, sin duda, marcó un punto de inflexión en la historia universal.

Libros nuevos o títulos reeditados, congresos, exposiciones y documentales conmemorarán durante los próximos meses, en España y Portugal, aquella gesta de la navegación que tuvo como trasfondo los intereses comerciales en torno a la deseada ruta de las especias, unos productos tan valiosos como el oro a principios del siglo XVI. Aquel viaje, aquella primera globalización, se prolongó durante tres años llenos de penalidades y descubrimientos para una tripulación compuesta en su mayoría por españoles, fue iniciado por Fernando de Magallanes y culminado por Juan Sebastián Elcano tras la muerte del primero en la isla filipina de Mactán.

Catedrático de Historia Moderna y uno de los mayores especialistas en el siglo XVI, autor de una amplia obra y articulista de prensa, el sevillano Carlos Martínez Shaw subraya que en el espacio de 30 años se produjeron cuatro descubrimientos que configuraron una auténtica globalización entendida como una red mundial de intercambios comerciales.

“Las fechas clave”, explica el veterano historiador, “se refieren al descubrimiento de América en 1492 por Cristóbal Colón, a la llegada a la India de Vasco da Gama en 1498, al descubrimiento del océano Pacífico por Núñez de Balboa en 1513 y, como remate final, a la primera circunnavegación de la Tierra por Magallanes y Elcano entre 1519 y 1522”.

Añade que hay que precisar un matiz: que aunque la esferidad del planeta ya se conocía a principios del siglo XVI, con aquella primera vuelta al mundo se comprobó de forma empírica que la tierra era redonda. “La expedición constituyó la pieza maestra, la clave de bóveda, sobre la que se asentó la primera globalización, también llamada temprana o ibérica. Es más, desde aquella fecha ya podemos hablar de una historia universal porque todos los mundos están comunicados y empiezan a formar un solo mundo”, apostilla. 

Al igual que el resto de expertos, Martínez Shaw mantiene que el comercio de las especias, tan preciadas en aquel tiempo como el oro, fue el principal motivo que impulsó a Magallanes a planear el viaje y a buscar el apoyo en la Corona española de Carlos I tras la negativa del rey Manuel de Portugal a financiar el proyecto. Resulta también importante recordar, para calibrar el interés económico del viaje, aparte del geográfico, que el 70% de la expedición fue sufragado por el monarca español, pero el presupuesto restante fue cubierto por un consorcio de comerciantes, con el poderoso Cristóbal de Haro a la cabeza.

Especias como la pimienta, el clavo, la nuez moscada o la canela se habían convertido en Europa en ingredientes básicos para conservar otros alimentos, como la carne, al tiempo que eran considerados productos exóticos de lujo. En definitiva, se trataba de productos que sólo se encontraban en territorios lejanos y, por tanto, caros y complicados de transportar. En confluencia con estos intereses comerciales, españoles y portugueses rivalizaban en descubrir nuevas rutas entre Occidente y Oriente que pudieran salvar, además, los obstáculos y los peligros que significaban los mercaderes árabes en el Índico, el sultán de Egipto o las incursiones de piratas.

Mientras los lusos insistían en rodear África para alcanzar India y el Extremo Oriente, los españoles trataban infructuosamente de encontrar un paso en América que comunicara el Atlántico con el Pacífico tras el avistamiento de los mares del Sur por Núñez de Balboa. La premonición de Magallanes de que ese paso se hallaría muy al sur del continente americano, en el estrecho que lleva su nombre, figuró como el mayor hallazgo geográfico de aquel viaje junto a la exploración de numerosas islas del Pacífico.

Las pugnas entre las dos potencias ibéricas continuaban, a pesar de que habían delimitado sus áreas de influencia en el tratado de Tordesillas en 1494, y estos litigios animaban a los navegantes a ofrecerse al mejor postor. “Fue clarísimamente el caso de Magallanes y antes el de Colón”, asegura el catedrático Martínez Shaw, quien añade que “la idea y el proyecto de la vuelta al mundo hay que atribuirlos totalmente al portugués. De hecho, Elcano fue un segundón que, eso sí, tuvo la oportunidad y la pericia para completar el viaje y llegar en septiembre de 1522 a Sanlúcar de Barrameda con 18 hombres medio muertos en la nave Victoria, la única que resistió”.

Narrada como una apasionante novela de aventuras, surcada de motines de la tripulación, tempestades en el mar y batallas en muchas costas que visitaban los europeos por primera vez, la expedición tuvo un cronista extraordinario en el italiano Antonio Pigafetta, un reportero de aquella época a las órdenes directas de Magallanes.

Por ello el libro La primera vuelta al mundo (Alianza) supone un material imprescindible para conocer aquella odisea. La catedrática de Literatura Medieval, Isabel de Riquer, autora del prólogo y la traducción del libro, define a Pigafetta con mucha gracia como “un viajero excepcional que se embarcó por enchufe sin ser ni marinero ni soldado ni cartógrafo y que relató de forma magistral una expedición con tantos sufrimientos y peripecias”.

El desconocimiento de la gesta histórica

A juicio de esta filóloga, “la primera vuelta al mundo descubrió la inmensidad del Pacífico, encontró al fin un paso en el estrecho de Magallanes y aportó enormes conocimientos sobre navegación y  geografía”. A pesar del interés del libro de Pigafetta, que regaló una copia a Carlos I que más tarde se perdió, el cronista italiano tuvo dificultades para encontrar un editor para su obra. Al final fue el maestre de Rodas, Philippe Villiers, quien se encargó de publicar el libro.

“Ya entonces”, señala Isabel de Riquer, “resultaba complicado encontrar editores dispuestos a publicar una obra”. Al referirse al protagonismo compartido por Magallanes y Elcano, la medievalista afirma: “En aquella época las banderas de un país en una expedición eran algo circunstancial, porque la mayoría de navegantes y aventureros respondían al perfil de mercenarios a sueldo de un rey o de unos nobles”.

A pesar del vergonzoso desconocimiento en nuestro país de aquella gesta histórica, incluso entre universitarios, tanto Carlos Martínez Shaw como Isabel de Riquer y otros especialistas confían en que la conmemoración de la primera vuelta al mundo, en la que están implicados varios ministerios y organismos como el Instituto Cervantes, sirva para paliar este déficit de cultura histórica.

Al socaire de las celebraciones varias editoriales se han lanzado a publicar libros sobre el acontecimiento entre los que destacan, entre otros, Magallanes, de Stefan Zweig, (Capitán Swing); Magallanes. Hacia los confines de la tierra, de Laurence Bergreen (Ariel); La primera vuelta al mundo, de Antonio Pigafetta, (Alianza), con prólogo de Isabel de Riquer; La primera vuelta al mundo, de José Luis Comellas (Rialp); o Juan Sebastián Elcano, de Manuel Lucena, (Ariel).

Por otra parte, Martínez Shaw ha coordinado un libro colectivo, que está a punto de publicar el Ministerio de Defensa y que recoge las ponencias de un congreso celebrado en Valladolid el pasado año sobre la primera circunnavegación del mundo. En definitiva, aquel que desee adentrarse en uno de los viajes de exploración más fascinantes de la historia universal no tiene excusa. Como en tantas ocasiones, esta efeméride servirá al menos para poner de actualidad aquella primera globalización.

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