Un Planeta de hombres: el premio mejor dotado de las letras españolas cae el 78% de las veces en ellos
Durante la mañana del lunes, las redes lucieron pilas de libros escritos por mujeres para reivindicar el Día de las escritoras. Es una respuesta espontánea que surgió el año pasado cuando el Nobel de Literatura cayó previsiblemente en las manos de un hombre. El premio Planeta pudo haberse adelantado al galardón sueco y surfear esta ola premiando a una mujer en su 67 edición, pero el jurado se decantó de nuevo por un escritor con firma masculina (también lo era su seudónimo).
Santiago Posteguillo ha tomado el relevo al divulgador top ventas Javier Sierra y se ha hecho con el jugoso bote de 601.000 euros, el mejor dotado de las letras españolas. El segundo premio ha ido a parar a la periodista, actriz y escritora Ayanta Barilli, que ayer engrosó la lista de mujeres finalistas pero no laureadas con el trozo grande del pastel.
La sorpresa llegó, más que por las polémicas cuotas, por los antecedentes que fueron sembrando los miembros del jurado en las ruedas de prensa previas al fallo. Un comité, por cierto, casi paritario. “La voz femenina está cada vez más presente. Caminamos hacia la igualdad desde un punto de vista social, político y del placer de la vida”, dijo hace unos días Rosa Regàs sobre la materia feminista de las obras recibidas.
Sin embargo, fue otro miembro del jurado quien dio en el clavo puntualizando lo de las voces femeninas. “Van a estar enormemente presentes, incluso en esas veces que se adivina que el autor del texto es un hombre”, declaró Fernando Delgado. Y así fue. Yo, Julia es el testimonio de una de las emperatrices más poderosas de Roma a través de la prosa de un hombre: Santiago Posteguillo.
Con él, los ganadores desde que el Grupo Planeta inauguró el premio en el año 1952 ascienden a 52 frente a solo 15 mujeres. Es decir, el 78% de las voces que alcanzan la estantería de lo más vendido son masculinas. Rosa Regàs, que fue una de las pocas en hacerse con el premio millonario en 2001, no cree que haya una razón para justificar esto, ya que, según asegura a este diario, las obras se presentan con seudónimo.
“No creo que haya una forma distinta de escribir entre hombres y mujeres. Pero a veces lo puedes adivinar porque el tema que se trata te da alguna pista”, confiesa la escritora que ha participado en el fallo de 2018. Sin embargo, también es cierto que en ocasiones el jurado conoce la identidad tras el nombre falso por afinidad u oídas.
Si los miembros de este comité lo solicitan, “tenemos derecho a pedir una, dos o tres obras aparte de las diez que han sido seleccionadas. Puede ser porque conocemos al autor o porque nos lo han dicho”. Aún así, Regàs recula afirmando que esto ocurre la menor parte de las veces y que solo la intuición influye a la hora de saber si el autor es hombre o mujer.
“Algunas veces sí que hay una manera de tratar a los personajes femeninos no diré con un deje de inferioridad, pero casi. Puedes pensar que, o bien es un hombre, o es una mujer que quiere actuar como un hombre porque cree que es la única manera de prosperar”, explica la autora de La canción de Dorotea. Este año, los seudónimos del ganador y de la finalista Ayanta Barilli coincidían con su género, pero ¿suelen las mujeres recurrir a un nombre masculino para evitar el sesgo misógino?
“Yo me presenté al Nadal con el nombre de Brandon Becker, que era el nombre de mi burro. Debo decir que no me fijé en los seudónimos esta vez, pero sí hay gente que se fija más”, desliza Regàs. Aún así, es imposible saber cuántas de las 15 mujeres que se han hecho con el Planeta escondieron sus identidades y a cuántas de ellas les habría servido para algo.
La primera afortunada fue Ana María Matute en 1954 con El pequeño teatro cuando apenas contaba 28 años. Sin embargo, desde la académica los nombres de mujeres se han sucedido con cuentagotas. Como muestra la gráfica, la década más paritaria fue la de los 2000, con Maruja Torres, Rosa Regàs, Lucia Etxebarria, María de la Pau Janer y Ángeles Caso entre las galardonadas.
Es un poco distinto el caso del segundo premio, dotado con un cuarto de dinero del principal -150.250 euros-, donde las mujeres mejoran un mínimo el porcentaje final. En este caso, 46 hombres quedaron como finalista frente a 21 mujeres contando a la hija de Fernando Sánchez Dragó, que este lunes se unió con la novela Un mar violeta oscuro.
Rosa Regàs no cree que esta diferencia se deba al machismo, al menos en el ámbito editorial: “En el mundo que habitamos, hay unas diferencias de trato brutales para las mujeres. En el sentido laboral, familiar, en el del prestigio o del respeto. Ahora bien, el asunto literario es distinto, porque las editoriales lo que quieren es vender, y en los últimos años han sido conscientes de que una mujer no tiene por qué vender menos que un hombre, sino que a veces es todo lo contrario”.
Aunque los catálogos de las editoriales son cada vez más paritarios, los premios en este sector están copados por las firmas masculinas. Como analizó La Vanguardia hace un año, el 86% de los galardones literarios se conceden a los hombres. “Estoy a favor de las cuotas en la vida política, y que sean provisionales hasta que logremos que las mujeres adquiramos la experiencia que ya tienen los hombres”, dice Regàs, pero no así sobre las cuotas en los certámenes de literatura, donde asegura no tener una opinión formada.
Para ella, el movimiento feminista de este último año sí que ha tenido un impacto en la escritura de hombres y mujeres, aunque no haya revertido sobre el resultado del Planeta. “Noto que la manera en la que escribe hoy un hombre tiene más en cuenta a la mujer de lo que la tenía antes. Cuando ha habido un hombre que se ha atrevido a hablar de la mujer como un ente torturado precisamente por ese sistema, es cuando hemos encontrado las grandes novelas”, justifica la escritora.
Ahora solo falta que ese mismo sistema esté dispuesto a escuchar, premiar y pagar las grandes novelas de mujeres que se narran solas sin necesitar la voz onmisciente de un hombre.