El Día de las Bibliotecas, que se celebra este sábado, se despierta entre mascarilla y ciudades acotadas. Se festeja con la persiana medio echada y con escasas actividades presenciales. Con libros en cajas esperando acabar la cuarentena, con sillones bloqueados para que los usuarios no lean los periódicos, con mamparas protectoras y con cita previa para ojear libros. Pero, como dice Irene Vallejo en su exitoso ensayo El infinito en un junco: “El libro ha superado la prueba del tiempo, ha demostrado ser un corredor de fondo. Cada vez que hemos despertado del sueño de nuestras revoluciones o de la pesadilla de nuestras catástrofes humanas, el libro seguía ahí”. Porque el libro (en palabras de Umberto Eco) es como la cuchara, la rueda y las tijeras. Una vez inventado es imposible prescindir de él.
Desde el Ministerio de Cultura y las propias bibliotecas ponen el acento en las propuestas online y en el éxito de la aplicación eBiblio, un servicio gratuito de préstamo de libros y prensa a través e internet. Joan Subirats es teniente alcalde de Cultura de Barcelona y gerente del Consorcio de Bibliotecas de la ciudad: “Las bibliotecas son en muchos casos el gran equipamiento cultural de un barrio. Concentra libros, espacios de lectura, silencio, acceso a redes, ayuda para solucionar tus dudas literarias y calor en invierno y frío en verano. No hay barreras, es accesible, y tiene carácter gratuito. Sirviendo además a veces, como ahora, para acoger grupos de alumnos que no caben en las escuelas debido a los condicionantes Covid. Son una maravilla”. Desde el Ministerio de Cultura han querido poner en valor este día la capacidad que las bibliotecas han demostrado para continuar ofreciendo sus servicios en circunstancias tan complejas como las derivadas de la crisis con el lema “Bibliotecas, siempre a tu lado”.
Julián Marquina es profesor de la UOC y trabaja para una empresa de software para bibliotecas: “Internet es un medio ideal para que las bibliotecas lleguen a todas las personas. Como llevan muchísimos años en este medio, la adaptación solamente fue cerrar las puertas físicas de la biblioteca para volcarse de lleno en los otros canales. Otra cosa es superar la desazón de no poder ver y tratar presencialmente a las personas”. Las redes sociales de las bibliotecas echaron fuego durante los primeros meses de la pandemia llamando a la participación y ofreciendo contenidos: encuentros, cuenta-cuentos, charlas, recetas y concursos.
“Cuando tuvimos que cerrar la biblioteca lo vivimos con asombro e incertidumbre. Pero rápidamente nos pusimos a pensar cómo no abandonar a nuestra gente. Más que nunca los usuarios nos necesitaban. Nosotros por teléfono o por las redes sociales teníamos que acercarles la cultura”. Jesús Portales es el director de la biblioteca pública de Zamora. Ocho bibliotecarios llamaban diariamente a personas mayores y les leían a la carta. “La lectura era la excusa para quitarle el mohín de la tristeza por estar solos y encerrados. Cuando acabó el confinamiento algunos bibliotecarios quedaron a comer con sus escuchantes (se ríe)”.
“El virus nos hizo espabilar. Ofrecimos cantidad de actividades y contenidos por redes sociales. Y estas cosas vinieron para quedarse”. Muchos profesionales de las bibliotecas se han pasado horas al teléfono brindando letras y compañía. Juan Sobrino de la Biblioteca de Soto del Real, además de sus 'Cuentos por teléfono' explica que la actividad estrella han sido los talleres 'Leyendo con mi mejor amigo', en los que las personas y los perros de la asociación 'Perros y letras' mantenían videollamadas con personas mayores y se leían mutuamente (adiestrador con perro a usuario y al revés) extractos de literatura. “Te estaba esperando como agua de mayo, me decían. Fue acompañar a través o con la excusa de los libros” considera Juan Sobrino.
Un servicio de préstamo que ha sido un éxito
Los bibliotecarios se han volcado en las pantallas, también facilitando las cuentas de eBiblio a los usuarios. Este servicio de préstamo online gratuito de contenidos digitales (libros, audiolibros, periódicos y revistas) ha sido el rotundo éxito cultural de la pandemia. eBiblio está impulsado por el Ministerio de Cultura y los Servicios de Bibliotecas de las Comunidades Autónomas. Raquel Parrilla cuenta desde la Subdirección de Bibliotecas del Ministerio de Cultura: “La valoración es muy positiva, el incremento de la demanda del uso de eBiblio por parte de los ciudadanos ha sido increíble como demuestran los datos. Desde el mes de marzo hasta el 21 de junio, en eBiblio se han registrado más de 1.400.000 préstamos. Es decir, el 85% de todo lo que se prestó en 2019. Si hablamos de los nuevos usuarios inscritos en 2020 se ha producido un aumento del 107% con respecto a 2019. El Ministerio de Cultura decidió realizar durante el estado de alarma una inversión extraordinaria de 390.000 euros para adquirir 58.560 nuevas licencias, unos 507 títulos de ficción para adultos, infantil y juvenil”.
Daniel Blanco trabaja para la Dirección General del Libro de la Comunidad de Madrid y es impulsor y moderador de los clubes de lectura virtuales. “Pusimos en marcha más clubes de lectura para dar respuesta a la creciente demanda que se produjo en tiempos de confinamiento. La lectura fue el refugio para muchas personas porque hacía que desconectaran de la realidad, que dejaran de pensar en la catástrofe y que conservaran el hábito tan sano de sentarse frente a un libro (en este caso, en una pantalla)”. Gema García es bibliotecaria en Cádiz y “literalmente los bibliotecarios hacemos el pino puente por nuestros lectores”. Gema desde su número de móvil personal montó 'El club Bambú', un encuentro de lectores por WhatsApp. Melissa Franco es una de las lectoras: “En las reuniones de WhatsApp nos hemos reído muchísimo comentando los libros. Yo estaba preocupada por la situación y me costaba concentrarme para leer, pero después fue una manera de desconectar y sentirme unida a personas con gustos parecidos a los míos. Nos ayudaba a sobrellevar el encierro y a viajar a los lugares que visitaban nuestros protagonistas”.
De Cádiz también es la bibliotecaria Yolanda Vallejo: “Lo mismo mandábamos ánimo a los bibliotecarios de Madrid (sobre todo a aquellos que trasladaron a Ifema algunos fondos), que copiábamos alguna iniciativa de Barcelona, o de Valencia, o del País Vasco. Nunca habíamos estado tan unidos, y eso que somos una profesión de lo más variopinta y peculiar”. A José Antonio Teodoro, director de la biblioteca municipal de Montijo se le ocurrió la iniciativa 'Bibliotecas en pijama': se grababan en pijama y recomendaba títulos para sobrellevar los días. Yolanda nos cuenta: “Decidimos hacer una tertulia informal entre cuatro bibliotecarios de distintas zonas, de distintas edades y de distinta formación, hablando de las cositas de bibliotecarios, con todo el desenfado del mundo… Conseguimos desterrar para siempre el mito del bibliotecario antipático y de la bibliotecaria de moño y rebequita”. Y así nació Biblioteconecta.
La localidad de Valdelacalzada tiene una biblioteca peculiar, dentro está el espacio ReadMaker. Inma Moreno es la bibliotecaria-maker: “Aquí aplicamos los principios de la filosofía de la cultura maker desde la perspectiva de la lectura. Tenemos ordenadores, tablet, cámara de video, sensor cerebral, impresoras 3D, bolígrafos 3D, drones y nano drones, kit de robótica, placas base y cámaras Raspeberry. Esta tecnología permite el desarrollo de un programa de investigación sobre la alfabetización múltiple que combina lectura, arte y tecnología”. Inma Moreno cuenta bien orgullosa que en cuanto se decretó la pandemia crearon un grupo de makers que desde la biblioteca estuvo creando viseras y produciendo piezas de protección para policías, repartidores u hospitales. “En muchos pueblos las bibliotecas hemos estado presentes en las casas, llevando libros a la puerta de sus usuarios. La gente nos necesitaba y somos un servicio público.”
El pueblo Cabeza de Buey también tuvo servicio a puerta, y su bibliotecaria Ana Belén Pérez puso en marcha también la Ruta Gastronómica Literaria: “Los dueños de los restaurantes, algunos desde las cocinas del bar, otros en las cocinas de sus casas, grabados por familiares con el móvil, nos enseñaron paso a paso cómo se hacían diferentes recetas que vienen incluidas en los libros. Nos mostraron los duelos y quebrantos del Quijote, de la cerveza de mantequilla de Harry Potter, el guiso de conejo del Señor de los Anillos o nubes de ricota de Come, Reza, Ama”. La entrega y el entusiasmo de la comunidad bibliotecaria ha sido incuestionable.
El profesor de la Universitat de Barcelona Lluis Agustí concluye: “En la actualidad se habla de las bibliotecas como el tercer espacio, aquel lugar que no es ni el hogar ni el trabajo, aquel lugar en el que nos vamos a encontrar con el otro, a compartir con los demás. En este sentido, podemos leer una novela y la vamos a compartir comentándola en la biblioteca, vamos a que nos lean libros infantiles para nuestros hijos o vamos a estudiar con materiales del centro y en compañía, cosas que podríamos hacer fuera de la biblioteca, pero que el espacio propicia, el lugar acoge y comunica. El gran desafío de las bibliotecas es ver cómo adaptamos proyectos concebidos en un mundo analógico en un nuevo paradigma más digital”.