Aún iba a la escuela cuando decidió qué quería ser. Lo curioso, en este caso, es que aquél sueño infantil y prematuro no se quedó en agua de borrajas. Suele pasar y ya casi nadie se sorprende. Pero él no quería ser bombero, ni astronauta, ni ninguno de aquellos clichés manidos. Él quería dibujar cómics.
Más de veinte años dibujando para el mundo de la publicidad le han llevado hasta donde está hoy. Después de un tiempo publicando en medios como El Mundo y de trabajar como profesor, ganó el Premio Planeta de Cómic en 2010 con De perros y huesos, una historia que él dice que hizo para “relajarse”. Desde entonces ha dedicado los años a escribir, dibujar y poner música a Hoy es un buen día para morir.
Ahora tiene 47 años y un piso en el centro de Madrid. Nada más entrar en la finca en la que vive, nos da la bienvenida un dibujo de Marlon Brando caracterizado de Vito Corleone con un bocadillo que reza “por favor, retiren las bolsas de basura o les haré una oferta que no podrán rechazar”. Parece que no nos hemos equivocado de número. Cinco pisos arriba, Jesús Colomina Orgaz, también conocido como Colo, nos abre la puerta de su casa. Después de sentarnos en el sofá se enciende un cigarrillo. El primero de muchos.
Casi 400 páginas a todo color para un libro que vale cada uno de sus 30 euros pero que no es fácil decidir comprar. ¿Cómo están funcionando las ventas de Hoy es un buen día para morir?Hoy es un buen día para morir
Por lo que me dicen en la editorial va bien. Pero para ser lo que es: reconozco que es un libro caro. Hasta la fecha es la apuesta más grande que ha hecho la editorial. El anterior libro, más arriesgado, llegó a costar 28 euros y se lo comieron con patatas. Pero en Dibbuks trabaja gente muy apasionada que piensa: 'si no lo edito yo, no lo edita nadie'. Y yo soy igual. Hacer esto es demencial pero había que hacerlo.
Justamente la pasión parece ser un tema central en la obra. ¿Cómo decides desarrollar la idea inicial de la que parte Hoy es un buen día para morir?Hoy es un buen día para morir
Dejo que las ideas vayan brillando. Hay veces que una va cogiendo más y más luz, y otra que se apaga sin más. También hay veces que se suman varias como es el caso. La primera era que me apetecía meterme en un proyecto gordo. Que no es una idea en sí, pero sí una voluntad de trabajo. Y la segunda era que quería meterme en un proyecto paralelamente al cómic. Aunque soy comiquero y no me considero músico toco el bajo desde hace veinte años, así que me apetecía investigar el mundo de la música con tranquilidad.
Inicialmente pensé que la historia del cómic me iba a llevar tres años y medio de dibujo. Y dije “¿Y si sumo una idea y otra?”. Así que hice un cómic mientras exploraba el mundo de la música.
¿Así decides hacer el libro y su banda sonora?
Yo no lo considero una banda sonora. Creo que es más bien el testigo de la obra. Es un objeto que le da cuerpo a la historia. Tú te coges la novela, te la lees y te puedes quedar con unas cuantas ideas. Pero cuando tienes el CD, la experiencia es totalmente distinta.
También me interesaba saber cómo interactuaban los dos universos: el cómic y la música. De hecho, durante el primer año fue el cómic el que iba marcando el proceso musical y afectaba al local de ensayo. Pero luego se empezó a invertir: de las cosas que pasaban en el local de ensayo empecé a dibujar.
Tú trabajas sin guión, ¿no es cierto? ¿Cómo es escribir y dibujar sin saber lo que va a pasar en la siguiente viñeta?
Es estupendo porque eres lector. Si yo supiera qué iba a pasar de principio a fin... no podría dibujar. Diría: “buf, qué coñazo”. Pero como no sé lo que va a pasar, estoy siempre intrigado. Es casi como un ejercicio de improvisación dirigida. Sabes más o menos dónde quieres llegar pero no sabes cómo vas a hacerlo. Así que tienes claro que por el camino te vas a encontrar con multitud de sorpresas.
Cuando trabajas tantos años en una novela, de repente te das cuenta de que los personajes van reaccionando de unas maneras y tomando algunas decisiones que dices, “¡Joder!”. Es un proceso fantástico porque me convierto en lector. En realidad ahí reside todo: escribo cómics que me gustaría leer y no encuentro.
¿Siempre te ha pasado esto?
Yo tengo 47 años ahora y me enganché al cómic cuando murió Franco, con el boom del cómic en España. Entonces había una cantidad de material que no se había publicado durante años y que con la muerte del dictador empiezan a salir a borbotones. Cosas increíbles. Descubro entonces a Richard Corben y una serie de autores que digo “bueno, pero esto qué es!?”. Está claro que se siguen haciendo cómics estupendos pero la sensación que yo tenía leyendo aquellos cómics me parecía espectacular. Y eso tiene mucho que ver con la pasión: hago historias que me gustaría leer.
Hoy en día leo pocos cómics porque no encuentro mucho material que me guste. Hecho en falta algunas historias. Así que pienso, “pues coño, la voy a hacer”.
¿Actualmente qué autores ves que sí que ofrecen un tipo de historias que te guste?
Llevo como un año obsesionado con una historia de Dave McKean y Neil Gaiman que se llama Señal y Ruido. Es una barbaridad, de lo mejor que he leído en tiempo. También va por temporadas, a veces me pilla una obra porque tengo la sensibilidad por ahí y de repente todo cuadra. Luego están los clásicos, Alan Moore, Gaiman me encanta, Persépolis fue una preciosidad en su momento…
¿Y en España?
Pues en España no encuentro casi nada que me guste, la verdad. Hay gente buenísima, ¿eh? Me gusta mucho por ejemplo Carlos Giménez porque tiene una honestidad aplastante. Me parece que cuando cuenta historias el tipo se desnuda: lees sus cómics y le ves en pelotas. Creo que hay que tener muchísimo valor para despelotarse de esa manera. Yo lo intento cuando hago historias.
¿Hay mucho de ti en Hoy es un buen día para morir? Hoy es un buen día para morir
Muchísimo. Todos los personajes tienen cosas de mí o cosas que no tengo pero me gustaría tener. Creo que nos pasa a muchos. Hay un personaje, Yoyo, que es todo dulzura. Ojalá tuviera yo esa candidez. Mientras que hay otros que están cargados de mala leche, como El Susurro. Yo soy muy El Susurro.
¿Echas de menos, entonces, obras como esta en el panorama actual?
Yo sí, pero también es verdad que no soy un profesional de los cómics. Si uno se quiere plantear vivir de los cómics, creo que se lo tiene que montar de manera distinta a como lo hago yo. Los autores, en general, preparan un proyecto, lo presentan a las editoriales y si encuentran alguna que les dé el dinero pues tiran adelante. Te dan un anticipo para que puedas trabajar el tiempo que haga falta en la obra y cierras una fecha de entrega. Yo no funciono así. En realidad a mí lo que me gusta es hacer cómics, el proceso de creación. Si no llego a encontrar una editorial que me publicase esto lo hubiera hecho igual, de todas todas. Por lo que te digo de que me gustaría leerla. Y también por eso es un tocho de 400 páginas que parece de otro tiempo. No me planteo esto como un curro, es una pasión y vivo haciendo tebeos. Pero no me gano la vida con ellos, claro. Me parece inviable.
¿Y cómo se puede vivir de esto?
Yo me gano las lentejas con la publicidad. Antes de la crisis, en publicidad había mucho trabajo y te pasabas el día currando, currando y currando. Dibujando en realidad cosas que no me interesan. Que Coca-Cola venda más latas me importa un carajo. Pero eso me permite tener tiempo para esto. Y fue gracias a la crisis.
¿Por qué gracias a la crisis?
Porque en la época de bonanza no tenías tiempo de pensar, estabas todo el día currando. Empecé en la publicidad solo y al mes llamé a dos amigos porque estaba saturado. Al año y medio eramos diez en un estudio. Y currabas todo lo que quisieras, no había límite. Y en ese momento yo peté. Me di cuenta de que en mi cuenta corriente cada vez había más números, pero ¿para qué?
Cuando llegó al crisis, que fue jodidísima, empecé a tener más tiempo libre y entonces me decidí a hacer cómics. Me daba la sensación de que estaba quemando barcos muy pronto y paré. Fue entonces cuando hice un ejercicio de memoria y vi que yo lo que había querido ser siempre era dibujante de cómics. Cuando era un chaval me pasaba los días dibujando y me hacía mis aventurillas y aquello me parecía absolutamente apasionante. Así que decidí que la publicidad no era lo mío y me puse a dibujar mis movidas. Aunque tuve que volver a aprender, no dibujaba historias de ese tipo desde hacía veinte años.
Sorprende que trabajes sin guión porque cuando lees tu cómic tienes la sensación de que es muy cinematográfico en el sentido narrativo... ¿Cómo crees que llegas a esa narratividad?
Pues no sé. Soy un enamorado del medio del cómic. Pero tengo la sensación de que se hacen muchos cómics teniendo una visión limitada de las capacidades del medio. El cine, por comparación, tiene un alcance mayor y es más popular. Todo el mundo va al cine, pero no todo el mundo lee cómics. Y la visión genérica que se tiene de este medio es que es más propio del entretenimiento. Que en realidad no es así pero veo que la gente le cuesta apreciar las capacidades de un medio como el cómic. En la Feria del Libro coincidí con un chico estupendo que hablaba con el público de allí y tal. Un señor le preguntó que qué tenían las novelas gráficas que no tuvieran una buena novela. Y el tío contestó algo que me marcó: “Pues mire, el cómic es el único medio impreso que sabe narrar el silencio”. Y tenía toda la razón, solo en el cómic te puedes pasar varias páginas sin decir una palabra. En literatura todo son palabras. Puedes describir un paisaje silencioso pero tienes que describirlo y se lo tienen que imaginar. No puedes plasmar el silencio.
Cada medio tiene sus puntos fuertes y débiles, pero no veo que el ciudadano de a pie vea los puntos fuertes del cómic. Hay que dignificarlo. Todo esto sin desmerecer el trabajo de muchos autores que hacen cosas increíbles. Pero como medio… creo que aun le falta explotar. En España por lo menos.
Entonces, ¿crees que el cómic en nuestro país sigue respondiendo a un sector minoritario?
Sí. Y mucho, además. Fíjate: de este cómic se ha hecho una tirada de 1.500 ejemplares. Y tú dices… joder, es mucho. Pues no sé. ¿Cuántos habitantes tiene España y cuántos son lectores de cómic? ¿1.500 ejemplares para toda España? También creo que este tipo de cómics se venden a un ritmo distinto. Se puede seguir vendiendo de aquí diez años.
También puede que entre en juego que el cómic cuenta una historia un poco atemporal, ¿no?
Pues yo creo que esta sí que tiene algo temporal y es que nace cuando nace la crisis. ¿Tú te acuerdas de cómo se sentía la gente cuando explotó todo aquello? Era terrible, tenías la sensación de que todo se iba a la mierda. No solo tu trabajo: el sistema sanitario, las pensiones de tus padres, se descomponía las instituciones, la democracia. Esa sensación de tristeza y de falta de futuro era absolutamente brutal.
¿Crees que las cosas han cambiado mucho?
Ahora creo que algo sí ha cambiado... digamos que han entrado factores que han alterado un poco esa sensación y han abierto la puerta a una cierta mirada esperanzada de que las cosas pueden cambiar. Eso antes no se veía. Hablaras con quien hablaras, todo el mundo estaba jodido. Gente que tenía nómina desde hacía años vivía con la inseguridad y el miedo a que les echasen de un día para otro. Hasta la gente a la que le iba bien tenía vergüenza de decir que les iba bien. Era impresionante. Y eso lo rompió el 15-M: esa sensación de tristeza. Yo lloré en la Puerta del Sol. Había una energía que pudo cortar con aquello.
¿Y por qué esa sensación de esperanza no parece estar en tu cómic, que es fundamentalmente triste?
Pues por otros motivos. Supongo que porque la novela tiene que ver más con el exorcismo de algunos temas personales míos que no se pueden extrapolar. Aquello que te contaba de que tuve que dejar mi profesión porque en un determinado momento exploté. Pensé, “¿qué quieres que ponga en tú tumba, el tío que más latas de coca cola dibujó del mundo?” Diría que cuenta algo de mí y puede parecer que es un poco más triste. Pero el mensaje no es ese.
Subyace siempre una voluntad de redención. En Hoy es un buen día para morir parece que, al final, hagas una oda a la creatividad. Hoy es un buen día para morir
Es que eso es lo que quería. No sé si las cosas son así pero me gustaría creer que la gente, cuando se dedica a lo que le apasiona, se siente bien. Y lo que sucede cuando alguien se siente bien es que se dispara la creatividad. Para mí algo que está relacionado con sentirse bien o mal es la percepción de futuro. Cuando las cosas te van mal y no percibes nada más que el mañana, te sientes como el culo y no eres capaz de hacer nada. Pero cuando tú ves el futuro por delante, tu imaginación se expande. Y creo que la imaginación es algo muy importante en la sociedad que estamos construyendo. ¿Por qué? Porque todos los modelos que tenemos se nos están cayendo a cachos. No se aguantan las relaciones de pareja como eran, ni las de amistad, ni las laborales. Nada. Hay que empezar a pensar en nuevos modelos y para eso hace falta imaginación y la creatividad. Es ahí donde van a aparecer las respuestas de cara al futuro.
Parece que has querido llevar esa idea al límite en la obra. En ella, la gente que carece de creatividad es la que más fácilmente corre el peligro de morir de pena. ¿Crees que hoy aún hay mucho del “mal de la tristeza” en nuestra sociedad?
Muchísimo. Te lo digo porque yo soy un cadáver viviente. El ejemplo: si me hubieran visto hace años desde fuera todo el mundo habría pensado “a este tío no le puede ir mejor: gana pasta, trabaja con amigos y con un lápiz en la mano”. Formalmente parece perfecto, pero no estaba dedicándome a lo que me hacía feliz y eso me mataba.
Aunque el mensaje que vehicule la obra es que la creatividad es lo único que nos redime, se trata de una manera de expresarlo muy triste, ¿no?
Es triste, pero es que sin creatividad estamos jodidos. Por eso te comentaba que la gente debería volver a pensar en intentar hacer lo que le gusta y sentirse bien. Esto parece una gilipollez pero yo creo que en mis cómics está lo mejor de mí. Lo mejor de cada uno está en las cosas que le hacen sentir bien. En mi caso, los cómics sacan lo mejor de mí. Creo que es importante que la gente saque lo mejor de sí misma porque el mundo necesita lo mejor de la gente.
Antes de irnos le preguntamos por el dibujo de Vito Corleone en el portal. Sonríe. “Le han puesto un pendiente, parece aún más macarra”, dice. Nos despide con una sonrisa que no quita el sabor amargo de Hoy es un buen día para morir. Pero las mejores reflexiones no te las da, precisamente, ningún caramelo.