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Cómic y arquitectura, una historia de amor

A simple vista, el edificio en el que usted vive no parece tener nada que ver con las páginas del último cómic que leyó. Qué tendrá que ver su piso con las viñetas de historietas que caben en su mano. Sin embargo, dos artes tan distintos podrían tener mucho más en común de lo esperado si uno se para a pensarlo.

Su piso está formado por habitaciones, que a su vez forman una planta, que a su vez se encuentran en un edificio en íntima relación con el trazado urbano que lo rodea. De la misma forma un bocadillo forma parte de una viñeta, que forma parte de una tira, dentro de una página que sumada a otras construye un cómic que, por si fuera poco, podría configurar una serie de cómics que se interrelacionan entre sí.

Ambas artes cuentan con su propia narrativa y se conciben de forma muy parecida: tratan de la distribución del espacio, su ordenación en un conjunto y la relación de cada elemento individual con su entorno. Ambas artes significan más que la suma de sus partes y quien las ejecuta utiliza los mismos elementos sentado frente a un tablero con paralex armado de un lápiz e infinita paciencia.

Una relación estable que dura siglos

En nuestro país, el estudio del cómic goza de relativa salud gracias a autores como Roberto Bartual y sus Narraciones Gráficas, La novela gráfica de Santiago García o el y excelente La cárcel de papel que recoge la obra del afilado divulgador comiquero Álvaro Pons. Todos, forman parte de una tradición que ya en los ochenta estudiaba el llamado noveno arte con ilustres como Román Gubern o Luis Gasca.

La misma editorial que publicó a nombres tan ilustres, Cátedra, lanza ahora Cómic, arquitectura narrativa, de Enrique Bordes, un estudio minucioso y fascinante sobre un matrimonio absolutamente sorprendente que podría estar en el origen del mismo arte.

“El acto de narrar es tan innato que la primera ocupación humana en un espacio no es construirlo, sino llenarlo de historias”, explica Enrique Bordes. “De hecho, nuestros primeros comiqueros podrían estar en las cuevas de Altamira”, nos cuenta. Arquitecto de formación y museógrafo de profesión -entre otras muchas ocupaciones-, ha amado siempre el mundo de las viñetas y eso le ha llevado a unir artes aparentemente dispares.

No es el primero, ni el último, que ve en los antepasados de lo que hoy conocemos como cómic una relación directa con el espacio arquitectónico. Para autores como Scott McCould, si se entiende el noveno arte como una secuencia de imágenes con intención de narrar una historia, podríamos encontrar antepasados de las viñetas en los jeroglíficos egipcios grabados en pirámides y tumbas como la de Menna.

Y si tiramos del hilo, podríamos llegar sin demasiada dificultad a movernos por paredes que cuentan historias, columnas de la Roma Antigua que condensan en 30 metros el funcionamiento narrativo de una secuencia de imágenes, como la célebre Columna Trajana. Elementos arquitectónicos que son testimonio de historias contadas como un cómic de Tintín cuenta como se descubre una civilización antigua.

“Los referentes del cómic están en todas partes dónde haya una expresión narrativa humana. Es decir, hay algo que forma parte del ser humano y se articula contando historias. Desde el arte rupestre a las Cantigas de Santa María encontramos elementos de narración mediante imágenes”, explica Bordes.

De hecho, en este último ejemplo uno puede observar claros componentes narrativos semejantes a las viñetas. Paredes que actúan de transición entre una escena representada y otra que la sigue o la precede. Una página del Códice Rico de las Cantigas de Santa María es semejante a una retícula de un cómic 2x3, lo que significa que allá por el siglo XIII las páginas de nuestras historias ya se estructuraban como un cómic de Richard McGuire.

“Hay un acto muy bonito que tiene que ver con la relación entre cómo dibujamos nuestras historias y cómo dibujamos nuestros espacios”, explica el autor. “Entre cómic y arquitectura existe un juego constante: podemos mirar la tumba de Menna, un ostracón egipcio o un manuscrito medieval y descubriremos que cuando contamos historias mediante el dibujo, utilizamos estructuras narrativas que también son estructuras habitacionales. Me gusta la idea de que nuestra imaginación y nosotros vivimos en espacios muy similares”.

Cómic en la arquitectura de hoy

Siglos después, la relación entre cómic y arquitectura ha evolucionado sobremanera. “El arquitecto trabaja las imágenes como un elemento fundamental, las necesitas para poder articular ideas y discursos”, describe Bordes. Una imagen detrás de otra cuenta una historia de la misma forma que un esbozo en un plano cuenta como será un edificio. Ambos son, en cierta medida, artes secuenciales.

Bordes, además de arquitecto, es divulgador del mundo del cómic siempre que se le presenta la ocasión. No en vano, utiliza el mundo de las viñetas para dar clase en la ETSAM. Según él, entender el cómic y utilizarlo didácticamente en sus clases en la universidad le ha servido para tener una visión más amplia de su oficio.

La principal característica como arquitecto que adquirió leyendo cómics “es la de saber cómo presentar y explicar un proyecto”, describe. “Poder narrar un proyecto es explicar su proceso constructivo o de ideación, y eso tiene mucho de la narración de las viñetas”. Con un dibujo explicas las condiciones previas de un solar, con otro las posibilidades que ese solar tiene y con otro la relación de ese espacio con la ciudad en la que se encuentra. En definitiva: cuentas una historia. Te la inventas, especulas sobre el futuro de un espacio en blanco de la misma forma que un dibujante llenando una página y estructurándola en secciones llamadas viñetas.

“Luego hay otra característica interesante que va un poco más allá que la anterior: la integración de la arquitectura y la narración del cómic se produce de una manera más clara cuando tenemos edificios cuya función fundamental es narrar”, explica el arquitecto. Imaginen un edificio religioso, sus estancias, imágenes para el culto y espacios para la admiración. Una catedral cuenta historias en cada pared y su distribución -su arquitectura-, está pensada para ser recorrida como los ojos de un lector las páginas de un cómic.

Sobre esta característica Bordes pone otro ejemplo: “¿Un museo qué es? En el fondo, un museo es un espacio dispuesto para contar determinadas historias. El Reina Sofía es un artefacto narrativo en sí mismo”, explica. “Las paredes de una exposición pueden llegar a utilizar recursos narrativos muy similares a los del cómic, y eso es es muy interesante”.

Y por último, pero no menos importante, hay otro componente que nace de la relación entre cómic y arquitectura. Utilizando como ejemplo claro The Manhattan Transcripts de Bernard Tschumi, Enrique Bordes nos habla de cómo el cómic puede ser un generador de nuevas arquitecturas: “Es un mecanismo de dibujo, de enlace de secuencias y figuras que, a partir de lo secuenciado acaba formando una forma constructiva en sí misma”.

Arquitectura en el cómic de hoy

La simbiosis entre estas artes es, como podemos ver, absolutamente inabarcable, aunque Enrique Bordes llega a acotar cierta bidireccionalidad para explicar la retroalimentación de ambas en este monumental libro de más de 400 páginas.

Cómic, arquitectura narrativa atiende también a la íntima relación de los arquitectos que han terminado dedicándose al cómic, sin detenerse en lo anecdótico -como la conocida admiración que Le Corbusier sentía por las viñetas de Rodolphe Töpffer-. Es sorprendente, así, comprobar la cantidad de autores europeos que hoy se dedican al cómic pero ayer pasaron por la facultad de arquitectura: de Gianni de Luca a Milo Manara pasando por Jacques de Loustal, Lorenzo Mattotti, Emma Ríos, Daniel Torres o George Wolinski.

Pero es obvio que no hace falta haber pisado la facultad para entender este matrimonio y sus posibilidades narrativas. Alguien que lo sabe bien es Chris Ware, uno de los máximos exponentes en este campo. “Si no es el que mejor, es uno de los que más ha explotado esta relación. Su Building Stories, casi se diría que la obra más espectacular en utilización de formatos de la actualidad y es innegable que ha impulsado mucha energía creativa en ese campo”, cuenta Bordes. “Hay muchísimos otros autores que están explorando el diálogo entre arquitectura y cómic como Art Spiegelman o Grant Morrison. El cómic es un elemento constructivo bastante sofisticado”.

Estos referentes nos llevan hasta la más obvia de las consecuencias de esta historia de amor: la arquitectura dibujada dentro del mismo cómic. En nuestro país, de hecho, tenemos un clarísimo ejemplo: 13, Rue del Percebe. Un ejemplo que Bordes califica de “rara avis porque es muy conocida en España pero es prácticamente desconocida en Latinoamérica y absolutamente desconocida en el estadounidense o en el francobelga”.

Según él, “realmente el mérito de Ibáñez es más cuantitativo que cualitativo. 13 Rues del Percebe ha habido muchos a lo largo de la historia, pero es curioso que a veces pase desapercibido un ejemplo tan claro de página arquitectónica, una expresión de muchas historias encapsuladas en un edificio dibujado en sección”, reflexiona el autor.

Y por último, “está esa raza de dibujantes y autores de cómic que tienen mentalidad de arquitecto, que utilizan esa mirada particular que me gusta llamar ‘de arquitectos del cómic’ como Gianni de Luca”. Se trata de un término inventado que, sin embargo, sirve para expresar un estilo determinado dentro de las corrientes contemporáneas del cómic. Autores que utilizan la arquitectura para que las partes y el todo dialoguen de manera determinada.

“Estamos contando una historia que va de viñeta en viñeta pero luego la suma de todas esas viñetas dicen otra cosa. El arquitecto de arquitectura y el arquitecto del cómic trabajan esos distintos niveles y ahí reside una de las claves de entender el cómic como una arquitectura particular: es un artefacto complejo que tiene muchas piezas que armar y una configuración final es más que la suma de las partes”, resuelve.

Estudios como Cómic, arquitectura narrativa no solo abren la puerta a una concepción distinta, más amplia y profunda, del llamado noveno arte. También nos hacen entender las infinitas ramificaciones del diseño y la construcción, poco relacionadas habitualmente con el arte de contar historias. Sin embargo, la habilidad de articular las partes con un todo hace que podamos hablar de la arquitectura de la información, de la arquitectura de una web o de un videojuego. ¿Por qué no de un cómic? Al fin y al cabo, quizás todas las artes vayan de contar historias.