Hace un año que Jonathan Coe publicó su novela sobre el Brexit en Gran Bretaña, pero teniendo en cuenta al ritmo que avanzan los acontecimientos, ahora mismo podría tener material para una secuela. El corazón de Inglaterra llega ahora a España de la mano de la editorial Anagrama traducido por Mauricio Bach y parece que no podría haber escogido mejor momento.
Coe es un escritor perspicaz. Ha conseguido retratar cómo la sociedad inglesa moldeó su pensamiento (de 2010 a 2018) hasta llegar al Brexit. Y deja claro de qué lado está, pero lo hace de una manera tan divertida que hasta el lector más contrario a sus ideas podría reírse. O no, porque el tomarse demasiado en serio es uno de los problemas que plantea.
El personaje principal es Benjamin Trotter, que ya había aparecido en dos títulos anteriores, El club de los canallas y El círculo cerrado (los tres pueden leerse como una trilogía). Un tipo en la cincuentena que parecía vivir ya jubilado hasta que su única novela, publicada en la modesta editorial de su amigo Phil, resulta seleccionada para el premio Premio Booker.
Dicho acontecimiento hace que en su vida reaparezcan, casi por casualidad, personas de su pasado como Charlie, su amigo de la infancia y ahora payaso de fiestas infantiles, o Jennifer, una novia del instituto. Ambos animan su hasta entonces insulsa existencia en medio del caos en el que se ve inmerso el país.
A su alrededor orbitan su hermana Lois, traumatizada por un suceso de juventud que no consigue superar y su padre Colin, un hombre anciano que no asimila lo que sucede en el mundo y se aferra a unas ideas cada vez más conservadoras. También aparece su sobrina Sophie, profesora universitaria, que experimenta los efectos negativos de los pensamientos dogmáticos -da igual el signo- en su vida personal y profesional.
Y, por supuesto, está Doug, el periodista político que vive cómo se gesta la idea del referéndum cerca de las esferas del poder. Posiblemente, sus encuentros con Nigel Ives, colaborador de David Cameron, sean los pasajes más hilarantes del libro. Casi por desgracia, ya que en sus conversaciones se ve claramente que los políticos van como monos con pistolas tomando decisiones determinantes para un “pueblo” del que no saben nada.
En nombre de la libertad
Es difícil no extrapolar las páginas de Coe a situaciones como la del procés catalán, sin obviar las peculiaridades de Gran Bretaña, claro (“este es un país muy raro”, piensa Doug al observar la realidad política). O a cualquiera en la que el nacionalismo sea el motor principal de los acontecimientos.
Los personajes se ven abordados por los conflictos de identidad personal y patriótica. Las opiniones se polarizan y parece que ponerse de acuerdo es imposible en un país en el que hasta hacía unos años la integración era incluso motivo de orgullo. Y los dirigentes azuzan la tensión para conseguir sus fines.
Los conservadores erigen a la Unión Europea como símbolo opresor de una Inglaterra víctima de todos los males (crisis económica, pérdida de valores, mal clima, lo que sea). Y las palabras grandilocuentes y los mensajes vacíos que prometen un futuro mejor fuera de la comunidad sirven para una campaña política centrada en ganar votos a costa de lo que sea. Incluso un referéndum al que no le dan demasiada importancia, al que llaman Brixit sin tener ni idea de que los votantes dicen Brexit.
Este desconocimiento del pueblo al que tanto apelan se debe a una cuestión de clase social, por supuesto. Cameron y sus secuaces son antiguos estudiantes de Oxford que desde temprana edad comenzaron su escalada al éxito desde sus carísimos y exclusivos colegios. Toda su existencia ha sido un ensayo de lo que sería su papel en las élites de poder.
Los intelectuales y académicos también viven en su propia burbuja de ideas liberales (en lo social). No dan crédito a lo que escuchan a su alrededor: comentarios racistas, exabruptos contra “la corrección política” que impide al hombre corriente expresarse con libertad, temor ante la amenaza de las minorías que quieren la igualdad ¿De dónde ha salido todo eso? No han sido capaces de verlo desde su atalaya. La representación de este sector en la novela la encarna Sophie, a quien su marido no-académico le espeta:
El resto, ese pueblo al que se interpela, es el que trabaja por cuatro duros, el que sufre los recortes de sanidad y educación, el que está cansado, el que vive en el corazón de Inglaterra y que está harto de que nadie les vea. Va a votar guiándose por los sentimientos, agitados por consignas y unas cuantas 'fake news' como escenifica la película de Toby Haynes, titulada Brexit. El pueblo por el que los políticos no piensan hacer nada para mejorar su situación.
Desde que Coe publicó El corazón de Inglaterra, su duodécima novela, han sucedido muchas cosas, algunas dignas de ocupar un espacio cómico en un posible libro suyo (esas monedas vueltas a fundir por el cambio de fecha son una golosina). Ninguna, por supuesto, que tenga que ver con mejoras sociales -puede que más bien al contrario- porque el Brexit es lo que importa. Ojalá el escritor esté tomando notas. Teniendo en cuenta su obra hasta ahora, hay pocos mejores que él para contar lo que pasa manteniendo el humor en medio del caos. Y hace mucha falta.