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El parón del coronavirus obliga a las editoriales a repensar su modelo: “Seguir como hasta ahora es hundir el barco”

Rubén Hernández, editor de Errata Naturae, trabaja en su casa-oficina en las montañas de Trasmiera

Francesc Miró

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Dos meses después, las librerías vuelven a abrir ya sin cita previa. Aunque aún no se puede tocar los libros, y que quien acude a comprar, no puede merodear. Debe ir a tiro hecho: saber lo que quiere y no pararse a debatir, ni dejarse recomendar por libreros y libreras.

También se reactivan las editoriales, tras un parón que ha alterado todos los calendarios y planes de futuro del sector, en ocasiones de forma dramática. La mayoría han retrasado los lanzamientos previstos para abril y mayo, mientras intentan rescatar del olvido los libros que publicaron en marzo, justo antes de la declaración del estado de alarma. Otras han tenido que cancelar títulos o se enfrentan a una situación de crisis que les obliga a frenar en seco.

Es el caso de la editorial Errata Naturae, que a finales de la semana pasada publicó un comunicado en el que anunciaba su parón de actividad hasta nuevo aviso, y las razones que refrendaban la decisión. “Muchos piensan, algunos nos dicen, que si te paras el sistema te arrolla”, arrancaba su declaración de intenciones. Plantean la necesidad de bajar el ritmo, de hacer las cosas de otra forma. No son los únicos: el confinamiento ha hecho necesario, sino urgente, repensar un modelo editorial que en España lleva años acelerando sin bajar la marcha.

 

Un parón para reflexionar

El comunicado de Errata Naturae, una de las editoriales independientes más importantes de nuestro país, fue recibido por muchos actores del sector como una llamada de atención: si sobrecargamos una estantería, corre el peligro de ceder. “La sobreproducción editorial es un problema consabido por todos en el caso del mercado editorial de España”, explica Rubén Hernández, editor de Errata, “pero nuestra decisión no tiene que ver solamente con esa cuestión: se trata de tener tiempo para repensar qué queremos ser en un mundo que está cambiando de forma radical”. 

Según el editor, “entrar de nuevo en aceleración, formar parte de ese ciclo y plantear novedades para este verano, nos impedía tener tiempo para reflexionar. Y eso es lo que queremos: reconstruir nuestro proyecto y hacerlo de cara a la situación que se está planteando”.

“Si pueden parar, no facturar, y durante un tiempo vivir solo de la venta del fondo sin novedades, felicidades, porque conseguir eso es muy, muy difícil”, señala Blanca Rosa Roca, editora de Roca Editorial. “Nosotros en marzo, sin ir más lejos, tuvimos ventas negativas porque llegaron muchas devoluciones. Nos hemos visto obligados a hacer un ERTE, y hemos reducido drásticamente el número de novedades que vamos a lanzar el resto del año”, defiende, pues a su parecer, “es imposible que saquemos lo que teníamos pensado sacar en doce meses, habiendo tres meses menos de actividad”.

Con todo, la editora afirma que recibirán el golpe con deportividad y avanzarán con cambios: “Hemos hecho una selección de todos los títulos que teníamos previstos: pasaremos algunos títulos de ficción nacional e internacional al año que viene, para apostar más por la no-ficción. Creemos que nos ayudará a comprender el futuro, muy complejo a nivel político y social”.

“El exceso de oferta es un grandísimo problema. Aunque no esté de acuerdo con algunos detalles del texto de Errata, el fondo de su texto me parece muy acertado y pertinente”, sostiene Alberto Garcia Marcos, editor de Fulgencio Pimentel, “si nosotros pudiéramos permitirnos parar, lo haríamos, sobre todo porque la trayectoria comercial de los primeros libros que se publiquen tras el confinamiento es muy incierta”.

Pero añade que “en su argumentación veo un problema, y es que la producción de las pequeñas editoriales no justifica la sobreproducción que, efectivamente, padece el mercado”. Según el editor de Fulgencio Pimentel, “aunque el 80% de las editoriales independientes decidiesen parar durante unos meses, el efecto cuantitativo en la sobreproducción sería mínimo. Sería un poco como si para combatir la ampliación de horarios de los locales de alimentación cerrásemos todas las pequeñas tiendas de barrio y dejásemos abrir a los supermercados”, opina.

El resultado del encierro: nuevos modelos para nuevos lectores

Durante estos dos meses el cese de actividad en el tejido cultural de nuestro país no ha sido sinónimo de inmovilismo por parte de la población, que ha seguido consumiendo cultura sin salir de casa. Muchas personas han aprovechado la situación de encierro para dedicar un tiempo a la cultura que antes no tenían.

El interés por los libros, de hecho, ha aumentado. Según un estudio de la Federación de Gremios de Editores de España, los índices de lectura han aumentado un 4% durante el confinamiento. Leer es, junto a ver la televisión y hablar por teléfono, una de las tres actividades que más han ayudado a los españoles a sobrellevar la situación. Se diría que las múltiples iniciativas para fomentar la lectura durante el encierro, puestas en marcha por libreros y editoriales, ha surtido efecto.

Errata Naturae y Roca Editorial fueron dos de los sellos que compartieron algunos de sus títulos de forma gratuita durante las primeras semanas de confinamiento. “Esto es una postura política: si consideramos que los libros son un bien de primera necesidad, y nosotros lo hacemos, entonces en una situación de excepcionalidad todo el mundo tiene que tener acceso a ellos”, opina el editor de Errata.

Algo con lo que concuerda la editora de Roca Libros: “creo que los libros son de primera necesidad, como toda la cultura. Si los músicos, los actores, los bailarines están regalando su arte online ¿por qué no hacerlo nosotros?”, opina. Y afirma que, como le pasa a Errata, ahora más gente conoce su fondo editorial: “Los títulos que regalamos son los que más estamos vendiendo ahora. La gente los ha leído, los ha recomendado o ahora quieren comprar libros de los mismos autores”. 

“Regalar libros en formato electrónico, que fue lo primero que se hizo cuando parecía que esto duraría tres semanas, me pareció un despropósito”, defiende por contra Alberto Garcia Marcos. Según él, aquello “solo produjo un exceso de oferta gratuita y la percepción de un descenso del valor intrínseco de las obras regaladas”.

No obstante, el editor de Fulgencio Pimentel remarca que han nacido nuevas formas de adquirir y hacer libros durante el confinamiento que sí resultan interesantes: “iniciativas como los bonos de las librerías me parecen excelentes y, de hecho, creo que deberían mantenerse cuando todo esto pase. Todo lo que sea echar un capote a las librerías me parece rebién”. Y subraya que, en el fondo, “lo que sea que los propios implicados en la cadena del libro inventen y hagan para salir de una crisis me parece maravilloso, lo cual enlaza con la iniciativa de Errata Naturae, que al menos se ha arriesgado a hacer algo distinto”.

“Ese tipo de iniciativas, más allá del rédito económico de las librerías, tiene un rédito psicológico y social importante que viene a decir que se pueden hacer las cosas de otro modo”, defiende el editor de Errata por su parte. “Esas redes de apoyo mutuo que han nacido entre los diferentes agentes del sector son el futuro. Se pueden hacer libros de otra forma, repensando todos los aspectos desde la producción hasta la distribución. Se puede demostrar que es posible y eso estamos intentando”. 

“No es que hayamos visto la luz y nos hayamos dado cuenta de que estábamos sobrealimentando la máquina. No: lo que estamos viendo es que este mecanismo deficitario y defectuoso, en los próximos años, la crisis del sistema no lo va a aguantar. Seguir como hasta ahora es hundir el barco”, afirma contundente Rubén Hernández.

Blanca Rosa Roca, por su parte, cree que el sector podría incluso salir reforzado de esta crisis. “Igual nos damos cuenta de que valorábamos demasiado cosas que ahora consideraremos superficiales. Igual cambiamos nuestro sistema de valores”, defiende la editora de Roca Editorial. “Mucha gente que ha estado confinada, ha redescubierto la lectura, porque una de las causas históricas de los bajos índices de lectura ha sido siempre la falta de tiempo. Con el confinamiento, muchas personas han vuelto a leer”.

De hecho, afirma que en el sello que dirige “se han duplicado la venta de eBooks, que es básicamente de lo que hemos vivido estos dos meses”. Por eso, dice estar “preocupada por la crisis que se nos viene encima”, pero ser optimista. “Los que han vuelto a leer ahora, seguirán leyendo mañana. Creo que de esta saldremos más críticos y la gente querrá leer y comprar libros para estar enterada de cómo funciona el mundo que nos rodea” .

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