En 1996, primero miles y después millones de lectoras se partieron de risa leyendo El diario de Bridget Jones, el libro de Helen Fielding protagonizado por una treintañera obsesionada con la pérdida de peso, problemas con el alcohol y el tabaco y con miedo a morir sola devorada por un pastor alemán. La novela, que ganó el British Book Award en 1998, ha vendido más de dos millones de copias, se ha publicado en más de 40 países y ha tenido dos secuelas: El diario de Bridget Jones: Sobreviviré (1999) y Bridget Jones: loca por él (2013). Ninguno vendió tanto como el primero –aunque el segundo estuvo cerca– pero los tres han sido adaptados al cine. La primera novela celebra este año su vigésimo quinto cumpleaños y el filme correspondiente su vigésimo.
El personaje había nacido un año en una columna que Helen Fielding publicaba en el diario británico The Independent. Su editor le pidió que escribiese algo basado en su propia vida pero, como explicó en The New York Times en 1998, optó por un alter ego: “Puedes ser mucho más honesta si escribes sobre algo que se supone que no es tu realidad. Así puedes contar sin vergüenza qué ocurre en esas tres horas que transcurren entre que te levantas y te vas a trabajar”. Por supuesto, El diario de Bridget Jones fue categorizado como ‘chick-lit’, literatura escrita por mujeres para mujeres de temática romántica y ligera enmarcada en una ola post-feminista que vino después de la segunda como argumentaron Cris Mazza y Jeffrey DeShell en su libro Chick-lit: Ficción Postfeminista publicado en 1995.
Por su parte, Fielding reconoció sin remilgos que se había basado en cierta manera en Orgullo y prejuicio (1813) de Jane Austen. De hecho, uno de los personajes principales del libro se llama Mark Darcy, un rico y aparentemente estirado abogado que comparte apellido y personalidad con Fitzwilliam Darcy, el personaje de Austen. La propia Bridget Jones les compara al principio de su novela: “Me pareció bastante ridículo llamarse míster Darcy como el de Orgullo y prejuicio, y permanecer a solas en una fiesta con aires de superioridad. Como llamarse Heathcliff el de Cumbres borrascosas e insistir en pasar toda la noche en el jardín, gritando ‘Cathy’ y golpeándose la cabeza contra un árbol”.
Fielding consiguió gran parte de su éxito porque muchas de sus lectoras se identificaron con el personaje de Bridget Jones. Fanny Blake, periodista especialista en el mundo editorial, escribió sobre este fenómeno a finales de los 90: “Lo que estamos viendo ahora es el crecimiento de una nueva y valiente ficción escrita por mujeres que aborda con humor y de manera realista temas reconocibles para las mujeres que intentan abrirse camino entre los 20 y los 30 años: a menudo profesionales con ingresos, que no pueden encontrar ni un hombre heterosexual ni nada en la nevera”.
Bridget vive con un temor a no encontrar pareja a esas alturas de su vida alentado por la presión de los que la rodean. Los amigos de sus padres que le recuerdan el ‘tic-tac’ del reloj biológico cada vez que tiene que responder que no tiene novio y el de aquellos amigos que se han convertido en ‘Petulantes Casados’, que se interesan por su vida sexual y que también la humillan con sus comentarios acerca de su soltería. Comparte esos miedos y experiencias con sus amigas Sharon y Maude y con su amigo homosexual Tom, en reuniones etílicas en las que despotrican sobre esas presiones sociales y sus desengaños amorosos.
Cada día apunta en su diario los kilos que pesa, la cantidad de copas que ha tomado, el número de cigarrillos que ha fumado, las calorías que ha ingerido, los cartones de lotería instantánea a los que ha jugado y el tiempo invertido en pensamientos obsesivos. Bridget es un desastre desde muchos puntos de vista. “Me sorprendieron muchísimo todas las mujeres que escribieron diciendo que se identificaban con Bridget porque muchos de sus pensamientos son muy paranoicos y, cuando te das cuenta de que tantas mujeres tienen los mismos pensamientos, es enormemente reconfortante pero al mismo tiempo alarmante. Estamos todos locos”, comentó Fielding en su momento.
No es la única creadora que se ha llevado esa sorpresa. Thom Yorke, cantante de Radiohead y compositor del himno Creep, sintió algo parecido cuando un gran número de seguidores masculinos de la banda afirmaron ser como el protagonista de la canción, un obsesionado con una mujer que se define como un “desgraciado y un raro”. O como Manolo Martínez de Astrud que le dijo a Kiko Amat en una entrevista en 2013: “Genís decía siempre que el infierno me lo había ganado por dar cobertura ideológica a los capullos que afirman que Minusvalía les define. Gente que cree que el pedazo de cabrón de esa letra es alguien hilarante con quien compararte, ”eso me pasa también a mí“ y tal. Bueno, si eso también te pasa a ti háztelo mirar, colega, porque es una persona bastante chunga”.
¿Era Bridget Jones feminista? ¿Lo sería ahora?
Han pasado muchas cosas desde finales del siglo XX hasta ahora dentro del movimiento feminista y es innegable que el discurso de Fielding está dirigido solo a un tipo de mujer: cis hetero blanca de clase media con estudios superiores que vive en una gran ciudad. No hay más diversidad que la homosexualidad de su amigo Tom, también blanco y bien posicionado. Su fijación por encontrar pareja puede verse como obsoleta ahora, al igual que su obsesión por tener un físico que encaje con el concepto de belleza normativa.
La historia tampoco pasaría ahora el filtro del acoso sexual (sobre todo la película) ni el de la masculinidad tóxica. La propia Fielding reconoció en 2020 que el sexismo al que tiene que enfrentarse el personaje en la película de la que ella fue co-guionista, con ejemplos como el de la mano que le toca el culo o la imagen de las tetas que exige su jefe cuando trabaja en la televisión, es increíble. Dijo que no hubiese sido capaz de escribirla ahora mismo y que estaba sorprendida de cómo han cambiado las cosas desde entonces. Al fin y al cabo han transcurrido dos décadas.
La periodista Suzanne Moore escribió una furibunda columna en The Guardian a propósito de la publicación del tercer libro de la saga titulada Por qué odio a Bridget Jones en 2013. Además de hacer un repaso por lo absurdo de la trama de la nueva novela y de cómo la evolución del personaje ha hecho que sea menos creíble aún, afirma que: “Bridget (...) fue para mí el epítome del posfeminismo: insípido, consumista y obsesionado con una misma. La tan cacareada independencia de Bridget, obtenida gracias al feminismo de las dos décadas anteriores, se manifestaba principalmente como la libertad de enfadarse, apreciar a sus amigas y hablar abiertamente de sus deseos sexuales”. Y afirma categórica que el post-feminismo es antifeminismo.
Moore obtuvo dos respuestas a su texto. Una por parte de la propia escritora, que declaró: “Creo que es preocupante en primer lugar que la gente piense que un libro sobre una mujer que se ríe de sus debilidades no es feminista. Es una señal de fortaleza poder reírse de uno mismo, no de debilidad. El humor es una herramienta muy poderosa, como todos sabemos, para superar tiempos difíciles” y le devolvió el golpe al señalar: “Si se me permite, la acusación de que no es feminista es un poco superficial”.
La otra fue por parte de Hadley Freeman, periodista en el mismo periódico y autora del libro The Time of My Life (Blackie Books, 2016), que más de una vez ha expresado su devoción por Bridget Jones: “Es cierto que Bridget y sus neurosis están fuera de sintonía con la actualidad. Pero la idea de que tienes que pensar como la heroína para disfrutar de la novela es un poco limitante (...) La idea de que una mujer no debería disfrutar de un libro que no pasa la prueba de feminismo es un enfoque bastante contraproducente de la literatura. ¡No más canon del siglo XVIII, XIX y la mayor parte del siglo XX para ti, amiga mía! Igualmente extraña es la idea de que el deseo de Bridget de compañía y los sentimientos ocasionales de gordura la convierten en una ‘antifeminista’ en lugar de ‘humana’. El deseo de amor de una mujer no es una prueba de fuego para su feminismo”.
Ambas perspectivas pueden ser igualmente válidas si se atiende a los argumentos, aunque quizá un público lector más joven considere superadas estas cuestiones. Por su parte, Bridget apunta su propia opinión sobre el tema en su primer libro: “La gente sensata diría que tengo que gustarle a Daniel tal y como soy, pero yo soy hija de la cultura del Cosmopolitan, he sido traumatizada por las modelos y por demasiados enigmas, y sé que ni mi personalidad ni mi cuerpo están a la altura si los dejo a su merced. No puedo soportar la presión. Voy a cancelarlo y a pasar la noche comiendo donuts con un cárdigan manchado de huevo”. Feminista, postfeminista o antifeminista, sobre todo Bridget Jones es y será muy divertida.