“El sexto cuaderno aparecerá en breve”, anunció José Saramago en 2001, cuando escribió el epílogo para la edición en español de sus diarios. Sin embargo, lo que iba a ser un pequeño lapso de tiempo ha terminado convirtiéndose en años. Hasta que, fruto de un hallazgo fortuito, apareció el nuevo ejemplar en un ordenador personal del Premio Nobel de Literatura.
Alfaguara publica El cuaderno del año del Nobel justo en el 20 aniversario del galardón concedido por la Academia Sueca, el cual agradeció en forma de homenaje a la lucha de sus abuelos, a la vida basada en la humildad y a la defensa de los derechos humanos. “El cuaderno no llega tarde, lo ha hecho cuando tenía que hacerlo”, explica Pilar del Río, periodista y esposa del escritor.
Del Río todavía se emociona a la hora de relatar cómo encontró los textos escritos por Saramago, aparecidos el mismo año que no habrá Nobel de Literatura por el escándalo de abusos sexuales desatado en la Academia Sueca.
Todo surgió a raíz de la cronobiografía que Fernando Gómez Aguilera estaba preparando del portugués y la investigación que fue necesaria para organizar sus discursos. En este proceso de recopilación tuvieron que investigar los ordenadores que Saramago utilizaba desde que abandonó la escritura a máquina. “Descubrió que los ordenadores eran el mejor campo de batalla”, detalla Pilar del Río sobre la predilección del autor por el campo informático, uno muy adecuado “para su mente ordenada”.
Fue entonces cuando Del Río, una madrugada del pasado mes de febrero, encontró en uno de sus viejos ordenadores una carpeta llamada “Cuadernos” que había permanecido intacta durante lustros. Pilar abrió el archivo y allí se encontraba el documento Cuadernos 6, que contenía todos los días y los meses que el escritor portugués dejó por escrito. “Fue emocionante, pero también me sentí como una imbécil: 20 años allí y no lo había visto nadie”, rememora su esposa, todavía emocionada al pensar en cómo la alegría y la ansiedad le invadieron por partes iguales.
De esta forma nació el sexto cuaderno que llega en nuestros días, unos diarios que Saramago dejó atrás por la imposibilidad de atender todos los puntos de una agenda que cada vez se complicaba más. Especialmente, después de recibir el Nobel. “El cartero venía con una caja con la correspondencia, y Saramago respondía igual a unos niños de una escuela que a un gran medio importante. Lo hacía según su criterio”, asegura Del Río.
“El cuaderno menos cotidiano”
El sexto cuaderno de Saramago se encuentra dividido en tres partes: un prólogo de Pilar del Río, que narra el momento del hallazgo, el último cuaderno de Lanzarote y una serie de conferencias pronunciadas por el escritor ese mismo año de 1998 que ofrecen una visión clara de sus inquietudes sociales, políticas y literarias.
Se trata, según Del Río, del “cuaderno menos cotidiano”. “Es un Saramago más denso, en el que hay más observación, donde ensaya sobre personajes como El Quijote o autores como Pessoa”, añade. Son además, según la periodista, unos textos visionarios que adelantaron muchas de las preocupaciones ahora presentes en la Comunidad Europea: “Lo que estamos haciendo con la socialdemocracia europea, los derechos de los trabajadores, el eurocentrismo...”, afirma.
Muestra de ello son los pensamientos reflejados por el autor el día 3 de octubre sobre la izquierda política: “Por culpa de la asfixiante marea alta de los neoliberalismos, ibas por ahí con el alma fundida, tirando al centro y escondiendo las banderas, sin rumbo y mustia de convicciones, sin ninguna idea coherente sobre cómo deberías comportarte ante la evidencia de que el motor mandarín de la Querida Europa estaba siendo lubricado y gobernado desde hacía dieciséis años por cabezas alemanas conservadoras”.
Tampoco dejó de lado su posición política, pero, como Del Río recuerda, el autor portugués decía ser “un comunista que escribe, no alguien que hace comunismo con la escritura”. Sobre esto mismo reflexionará Saramago a lo largo de un cuaderno en el que no todas las páginas se encuentran completas: en algunas se limita a enunciar el asunto que iba a abordar antes de entregarlo a editores.
El cuaderno del año del Nobel se presenta en una edición conjunta con Un país levantado en alegría, una reconstrucción del periodista Ricardo Viel de los días que rodearon al nombramiento del Nobel. Ya que, en las notas de Saramago referidas a ese momento, este se limita a mencionar las entrevistas o los viajes que tenía. Y no fue porque después de aquello se transformara en otra persona. “José era un hombre muy pudoroso. El Nobel le dio más visibilidad, pero no cambió lo que era ni sus principios. No se sentó en mesas distintas”, asegura Del Río.