“Ser presidente de los Estados Unidos es básicamente lo más fácil del mundo. Lo único que tienes que hacer es llegar puntual a los sitios”, opina el protagonista de uno de los relatos que forman parte de Alguien que te quiera con todas tus heridas.
Pronto descubriremos que no es que sea, efectivamente, un presidente de los Estados Unidos. Tiene un trabajo de poca monta en un parque de atracciones temático llamado Presidentilandia: se gana la vida vistiéndose del vigésimo primer presidente, Chester A. Arthur, y haciéndose fotos con los visitantes. Con cabezón incluido. Solo que nadie quiere hacerse fotos con él, porque en el fondo nadie conoce a Chester A. Arthur. Toda su ambición se reduce a vestir un día el traje de Washington, Lincoln o Roosevelt, para levantarse lo suficiente en propinas como para invitar a cenar a su compañera Emika, que trabaja en vestuario.
Hablamos de uno de los personajes del primer libro de Raphael Bob-Waksberg, creador de series como BoJack Horseman o Undone, que ha llegado a nuestras librerías de la mano de Círculo de Tiza, con traducción de María Campos Galindo. Como él, la gran mayoría de los personajes que habitan el mundo de Alguien que te quiera con todas tus heridas son adorables perdedores. Personas rotas, incapaces de defenderse ante los golpes directos que les propicia su querida y despiadada Norteamérica moderna. Personas que buscan en sus afectos cercanos el único analgésico posible.
Un viaje a la mente del creador de BoJack Horseman
Este libro lo forman historias extravagantes, alucinadas y belllas. Historias como la de una mujer cabreada con su hermano dramaturgo por convertir el suicido de un familiar en obra teatral, la de un perrete llamado Rufus que no entiende porqué su dueño es tan torpe o la de unas superheroínas cuyos poderes solo funcionan con un nivel de alcohol en sangre nada saludable.
Pero por disparatadas que sean sus premisas, por distinto que resulte el recurso formal utilizado para narrarlas, todas las historias que componen Alguien que te quiera con todas tus heridas forman parte del mismo tejido emocional. Más que una mera compilación de relatos es un recorrido estimulante, por momentos realmente genial, al universo creativo de Raphael Bob-Waksberg, a quien conocíamos como guionista pero no como escritor.
“El proceso de escritura fue muy solitario, pero el cambio de ritmo me sentó bien”, cuenta el creador de BoJack Horseman a elDiario.es. En su trabajo como guionista cada ocurrencia se decidía y debatía en grupo. Este libro es enteramente su responsabilidad. “Me gustó la libertad que conlleva trabajar en algo nuevo. En la serie me tomé muchas libertades respecto a la forma de contar lo que quería contar, pero a pesar de eso había ciertas reglas sobre cómo funcionaba el mundo de BoJack. En cambio con este libro pude crear mundos completamente nuevos, regidos por reglas completamente nuevas en cada historia”.
El escritor no niega la influencia de BoJack Horseman en Alguien que te quiera con todas tus heridas. “Al fin y al cabo trabajé en este libro y en la serie al mismo tiempo: estoy seguro de que ambos proyectos se influyeron mutuamente”. Y de hecho cuenta que “hicimos un episodio en la quinta temporada que era un monólogo. BoJack hablaba de sí mismo durante veinticinco minutos. Y lo que me hizo pensar que iba a funcionar era que podía sostener la narrativa con la voz de un solo personaje, porque ya lo había conseguido en las historias en las que estaba trabajando para el libro”.
Bob-Waksberg se refiere a Free Churro, sexto episodio de la quinta temporada de la serie, considerado nada menos que uno de los mejores capítulos de la historia de la televisión en IMDB. Un episodio absolutamente brillante y rompedor en una serie de animación, que contribuyó a ganarse aún más el favor de la crítica y audiencia. Aquella temporada fue galardonada por la crítica nortemaricana -Critic's Choice Awards-, el sindicato de guionistas -WGA-, y el sector especializado -los premios Annie de la International Animated Film Association-.
Como en BoJack Horseman, y más tarde en Undone, la ansiedad y la depresión sobrevuelan muchos relatos que componen este libro. Para Bob-Waksberg, el ensimismamiento y la soledad son grandes males a combatir desde la cultura, desde la creación. “Es peligroso apegarnos demasiado a nuestro propio dolor, pensar que eso es lo único que nos define”, explica. “A veces cuidamos nuestras heridas como si fueran pequeños gatitos, cuando probablemente sería más saludable para nosotros y las personas que amamos que pudiéramos encontrar alguna forma de seguir adelante, a pesar de estar heridos”.
Poner en cuarentena al cinismo
En Alguien que te quiera con todas tus heridas uno puede reconocer notas que armonizan las inquietudes de Bob-Waksberg con las de escritoras norteamericanas como A. M. Homes o Lionel Shriver, por poner dos ejemplos. Son puentes tendidos que se pueden ver en su humor hiriente, su talento evidente para generar imágenes indelebles, y sobre todo una compasión de fondo para con sus personajes.
Él, por su parte, añade otros referentes en su filosofía pesimista y vitalista al mismo tiempo. “Para mí, la idea de ese 'pesimismo vital' está muy vinculada con cierto sentido del humor judío con el que crecí”, cuenta, “obviamente mi trabajo es mucho más melancólico que, digamos, el de los hermanos Marx o Mel Brooks, pero creo que procede de un sitio similar, entre lo cínico y lo absurdo”.
David Foster Wallace dijo en una entrevista con Larry McCaffery que el cinismo había sido una herramienta útil para los narradores estadounidenses de los cincuenta y sesenta, pero que había terminado por esclavizar a toda una generación de creadores. “La ironía posmoderna y el cinismo se han convertido en un fin en sí mismos, [...] que no funciona en los modos de enfocar la redención, porque a todos esos ironistas hastiados les parecerán sentimentales e ingenuos”, afirmaba en una conversación incluida en el libro de entrevistas editado por Pálido Fuego.
En ese mismo sentido, Alguien que te quiera con todas tus heridas no se queda simplemente en producir la carcajada cínica: indaga, siempre, en la esperanza. El cinismo, la ironía y el humor son herramientas y “cualquier herramienta puede usarse para bien o para mal”, opina Bob-Waksberg.
“Tengo la impresión de que nos convencemos a nosotros mismos de que si usamos las herramientas adecuadas con destreza (en el lenguaje o en la vida), es porque somos buenos. Pero usar esas herramientas para ganar una discusión, por ejemplo, no significa que tengamos razón. Creo que es bueno cuestionarnos constantemente qué estamos haciendo con las herramientas discursivas que tenemos”.
De ahí que sus relatos militen en desacreditar la ironía para herir a alguien, el cinismo para mirar por encima del hombro, o el humor como cámara de resonancia de violencias ampliamente normalizadas como el racismo o el machismo.
Sus personajes intentan empatizar, ponerse en la piel del otro, conectar. Algo para lo que se necesita un cierto grado de compasión pero también valentía. “Aunque es evidente que no todos necesitamos ser igual de valientes para todo”, puntualiza. “Yo nunca he tenido que reunir el valor necesario para caminar sola por la noche desde una estación de metro hasta mi casa. Muchas cosas que son fáciles para mí, requieren de mucha valentía para personas de otros géneros y razas”.
“La vida es aterradora y te abruma y puede ocurrir en cualquier momento. Y cuando te enfrentas a ella puedes ser cobarde o puedes ser valiente, pero de todos modos, vas a tener que vivir”, escribe.