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Luis García Montero: “En estos cuatro años, en la izquierda madrileña hemos aprendido algo de los errores”

Luis García Montero

Miguel Ángel Villena

Luis García Montero (Granada, 1958) ha ido escribiendo Las palabras rotas. El desconsuelo de la democracia (Alfaguara) a lo largo de los últimos años a partir de sus cuadernos de clase, de algunos poemas, de sus artículos periodísticos… Catedrático de Literatura Española y autor de numerosos registros, el actual director del Instituto Cervantes está absorbido desde hace casi un año por la gestión del principal organismo de difusión del español en el mundo.

“El Cervantes”, comenta, “exige una dedicación completa y el libro ya estaba casi terminado cuando accedí al cargo”. Obra de intervención política, de un intelectual comprometido con su país y con su época, Las palabras rotas inciden en la actualidad pero desde el magisterio de escritores como Antonio Machado, Rafael Alberti o Federico García Lorca y de políticos como Gaspar Melchor de Jovellanos que el autor considera sus referencias fundamentales.

En un auténtico mestizaje de géneros (ensayo, poesía, autobiografía, historia literaria…) García Montero reconoce que era el tono que convenía al sentido y a la intención del libro. “Quería reivindicar”, señala con un discurso muy pensado, “aquellas palabras originales de la democracia que han sido prostituidas, manipuladas o corrompidas por el sistema. Hemos de prestigiar de nuevo palabras como libertad, progreso, verdad, tiempo, bondad o amor porque, en definitiva, el lenguaje representa el patrimonio más importante de una sociedad”.

“La libertad debe ser defendida, en la línea de la Ilustración, junto a la igualdad y la fraternidad. Porque si convertimos la libertad en la ley del más fuerte en lo económico o en lo militar, la libertad pierde toda su dimensión”, añade.

Con muchos toques autobiográficos y escrito en primera persona, el libro trasluce esa convicción de García Montero de que conviene ser “un escéptico con creencias”, como se definía Machado a sí mismo. De hecho, el maridaje entre lo intelectual y lo sentimental planea sobre todas las páginas de Las palabras rotas. “Uno de los errores en los que incurrimos con frecuencia”, señala, “pasa por separar la razón y el corazón. Pero ambos deben caminar unidos porque una ciencia sin valores éticos puede abocar a los campos de concentración nazis mientras unos sentimientos sin una base racional pueden llevarnos a reclamar la pena de muerte”.

Desde su condición de profesor y de columnista periodístico, García Montero insiste en que la democracia ha de ser precavida frente al uso desbocado de las redes sociales que extienden, a su juicio, en muchos casos las mentiras y perpetúan el individualismo.

En la entrevista aparecen, una y otra vez, referencias a la necesidad de un periodismo serio y honesto en estos tiempos de posverdad y de noticias falsas. Al igual que en el libro, el director del Cervantes apela en la charla con eldiario.es a la figura de un maestro como Albert Camus que sostenía que un país vale lo que vale su periodismo.

“La decencia del periodismo”, afirma García Montero, “se ha convertido en el debate básico de la cultura contemporánea. En un mundo de información intoxicada, de infoxicación como me gusta decir, donde nadie se hace responsable de nada ni existe memoria del pasado ni compromiso con el futuro, el periodismo honesto resulta imprescindible en una sociedad democrática”.

Con un pie en la cultura y otro en la política desde que comenzara a militar en el PCE en sus años de estudiante en Granada, Luis García Montero siempre se ha mirado en el espejo de aquellos intelectuales de la generación del 27 que defendieron la República con sus plumas, sus pinturas o sus canciones. No en vano el capítulo final del libro está concebido como unos diálogos con Juan de Mairena, el famoso personaje literario creado por Antonio Machado.

Fruto de este bagaje personal, el hoy director del Cervantes siempre defendió la poesía, su género favorito y por el que ha recibido numerosos premios, como una forma de resistencia. “Hay que defender”, manifiesta con mucha rotundidad, “el relato literario frente a la cultura de usar y tirar del neoliberalismo”. Así, asegura que “el relato requiere de un tiempo que no está concebido como una mercancía, como hace el capitalismo. Todavía voy más lejos porque el relato significa la rebeldía frente a la muerte como prueba el célebre cuento de Sherezade”.

Relato como toma de conciencia, como diálogo entre generaciones, como escuela de civismo y democracia, como transmisión de la cultura. Después de subrayar que el sistema pretende convertirnos en unos viejos cascarrabias, de vuelta de todo, o en jóvenes adánicos, que piensan que han descubierto la pólvora, García Montero aboga por mantener el legado del relato literario. “Por supuesto”, aclara, “adaptado a las circunstancias de cada época. Pero un joven nacido en un mundo digital tiene también que leer a Rosalía, a Leopardi o a Baudelaire”.

El “griterío” de los totalitarismos

Inmerso en la actualidad más viva, la de ahora mismo, el escritor granadino se muestra ilusionado por los resultados de las elecciones generales, pero a la vez preocupado por el auge de la extrema derecha no sólo en España, sino en el resto de Europa. En uno de los párrafos finales de su libro sostiene a modo de resumen de la filosofía que inspira Las palabras rotas: “Volver a las palabras originales de la democracia para asumir sus conflictos, no sus falsos consuelos, me parece un buen camino en un momento en el que el pensamiento reaccionario impone políticas de odio y de miedo como mecanismo de captación de voluntades. No es que haya primeros síntomas, es que las enfermedades del racismo y las identidades totalitarias vuelven a ser un griterío cadavérico en Europa”.

En vísperas de unas elecciones municipales, autonómicas y europeas, el que fuera candidato de Izquierda Unida a la Comunidad de Madrid en 2015 no se arrepiente de haber dado aquel paso al frente que se quedó sin recompensa por un puñado de votos, dando finalmente el gobierno a los populares. Este año sí que hubo acuerdo in extremis para que Izquierda Unida y Unidas Podemos concurran en coalición a la Comunidad de Madrid. García Montero también celebra el acercamiento entre el PSOE y Unidas Podemos de cara a mayor unidad de la izquierda y, pese al fraccionamiento en varias candidaturas con la lista de Íñigo Errejón, concluye: “Creo que hemos avanzado en estos cuatro años y hemos aprendido algo de los errores”.

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