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ENTREVISTA | Escritora

Valeria Vegas: “Las productoras no contratan a artistas trans porque crean en ellas, sino porque es 'cool”

Ser una mujer trans durante la Transición española y los años que le siguieron significaba exponerse a un panorama hostil y poco amigable. Muchas de ellas quedaron relegadas a la exclusión social, las posibilidades que tenían de encontrar un trabajo eran muy complicadas. Ante ello, el mundo del espectáculo y la prostitución se postulaba como una alternativa.

Esta fotografía de los años 70 y 80 es la que dibuja la escritora Valeria Vegas en su libro Vestidas de Azul (Dos Bigotes, 2019), en el que también analiza cómo la sociedad posfranquista, la prensa y la industria cinematográfica de la época miraban a las mujeres trans. Para ello, la periodista (Valencia, 1985) utiliza como detonante para su investigación el primer documental patrio protagonizado por seis mujeres trans, Vestida de Azul (1983) de Antonio Giménez-Rico.

Mientras se encuentra inmersa en el proceso de creación de la serie sobre Cristina La Veneno que graban Javier Calvo y Javier Ambrossi, la escritora trans se ha escapado de Madrid para acercarse a Fire!!, la Muestra Internacional de cine Gay y Lésbico de Barcelona. Sentada delante de la barra de la librería Calders del barrio de Sant Antoni, Vegas reflexiona sobre cómo ha cambiado la realidad para las mujeres trans en España treinta y seis años después del estreno de aquel documental.

¿Qué sigue vigente actualmente del análisis que realizas sobre la situación de la mujer trans una vez muerto Franco?

Hoy en día existe una integración social. Sigue vigente la transfobia, pero es como el racismo: va a seguir existiendo. Creo que no se puede erradicar. Es cierto que la gente está más predispuesta a estar informada de lo que pasaba en los años 70 y 80, cuando a todo lo llamaban “travesti” y no se planteaban lo que era la identidad de género. Aquellas mujeres relegadas a la exclusión y a la prostitución ahora suelen ser las mujeres trans migrantes, que no se pueden beneficiar de las leyes que tenemos en cuanto a ayudas o a cobertura de sanidad pública. Hay prostitutas trans hoy en día que se dedican a ello porque quieren y es muy lícito. Reivindico mucho la prostitución libre, dejando de lado las mafias.

En el libro expones que la representación de la mujer trans en la Transición era nula en la televisión; oscilaba entre el drama, el humor y la mofa en el cine; y en la prensa escrita, pasó del morbo inicial a una apertura de miradas. ¿Cómo es en la actualidad?

Hemos llegado a la discriminación positiva. Hemos pasado a un exceso en el que no creo que cuando una cadena o productora contrata a una mujer trans la esté contratando porque crea en ella, sino simplemente porque es cool. A Ángela Ponce, la candidata a Miss Universo, hace dos años no la hubiesen cogido como colaboradora, pero como ahora ha saltado a los medios, queda muy bien. Todos los años va una candidata a Miss Universo, ¿por qué no han cogido a otras? Sigue siendo la misma explotación del espectáculo, pero bien tratada y sin ser dañina. La tele no decía nada y hemos pasado de 0 a 100. Prefiero eso a la invisibilidad.

El cine se ha sensibilizado muchísimo, pero en los últimos cinco años, porque tiras de películas como Fuga de cerebros y sigue habiendo transfobia. En el último lustro se ha sensibilizado bastante, ya no solo con los personajes secundarios, sino con la intención de hacer papeles protagonistas que han tomado el relevo de esos personajes trans marginales de los 80.

Has nombrado a Ángela Ponce, un ejemplo claro de cómo las mujeres trans han conquistado espacios a los que antes no tenían acceso. Su vídeo desfilando por la pasarela de Miss Universo se ha convertido en todo un símbolo. ¿Cómo valoras esta aceptación y que se esté premiando?

Creo que tiene trampa y Ángela no tiene la culpa de ello. Se sigue premiando a una mujer guapa. No estamos premiando a una mujer que ofrezca otros valores. Que está muy bien, pero en el fondo volvemos a lo mismo. Te aceptamos porque eres guapa, porque estás operada genitalmente… pero todo lo que se escape de ahí tiene que ir al late night a las doce de la noche. Es aceptada, vale, muy bien, pero es aceptada porque cumple ciertos cánones.

Activistas como el sociólogo Miquel Missé remarcan que hay una idea invisible pero imperante: que lo que se espera de una persona que ha realizado una transición es que no se note que la ha hecho. En ese sentido, ¿aplaudiríamos del mismo modo a una mujer trans latina de clase baja con la voz grave y muy alta?

Es justo esto. La sociedad y nosotras mismas tenemos que mentalizarnos de que es igual de mujer aquella que no cumple con los cánones femeninos imperantes. Es un ejercicio que nos va a llevar mucho tiempo entender porque a las propias mujeres cis también se les hace ver quién es más mujer que otra. Por ejemplo, la mujer con el pelo más largo es más mujer que la que tiene el pelo corto. Si entre las propias mujeres cis existe esta escalera, pues imagínate con las mujeres trans que en derechos van un poco por detrás.

Las protagonistas de Vestida de Azul cuestionan abiertamente la necesidad de pasar por la mesa de operaciones. Tú también lo planteas a través del análisis. ¿Hay un mensaje en la sociedad que promueve que el objetivo a alcanzar en las personas trans es la cirugía de reasignación?Vestida de Azul 

Ese mensaje existe y está impuesto por la sociedad, no por ellas mismas. Cuando esa persona ha accedido a esa operación la llaman “mujer de verdad” y eso es cruel porque, ¿quién es mujer de verdad y quién es mujer de mentira?. Todo el mundo busca una aceptación por parte de los demás. Eso hace que digas: “Me van a aceptar si me he operado o voy a encontrar pareja antes”.

Estoy a favor de que la gente haga lo que quiera por sí misma no porque se lo imponga alguien o por temores. Si tienes problemas, después de salir del quirófano van a seguir estando.

Ha habido una generación de mujeres de los años 80 y 90 que llegaban a la operación más que por un deseo, por una influencia; otras muchas lo hacían porque querían y otras, porque las obligaban. Antes de la ley de 2007 para modificarte el DNI tenías que operarte. ¿Cuántas personas habrán dicho “yo me opero con tal de que no me vuelva a pasar tener que ir a Correos, a un hotel, a subir al avión, a pagar con tarjeta… y enseñar el DNI?” Era otra cuestión la que las llevaba a verse obligadas a esa intervención.

Someterte a una cirugía de reasignación suponía conseguir un mayor grado de aceptación social y poder conseguir otros beneficios del sistema durante los años de la Transición. ¿Esto se sigue dando en 2019?

Ahora ya no lo haces para poder cambiarte el DNI, hay otros requisitos como estar dos años en tratamiento hormonal, pero sigue habiendo gente [trans] que piensa que sí alcanzará la felicidad en la mesa de operaciones. Puedes alcanzarla, pero aún se llega ahí por inseguridades y no por una decisión estudiada e íntima.

En Vestidas de azul indagas en las dificultades que tenían las personas trans para acceder al sistema laboral en aquellos años. Según datos de la FELGTB, la tasa actual de paro de las personas trans es del 85%. ¿Por qué no ha habido un cambio cuatro décadas después?Vestidas de azul

Se pensaba que si tenías el DNI podías optar a un trabajo, pero, aunque lo tengas, si tu apariencia no es la que ellos esperan y no eres femenina, el dueño de la tienda no te quiere como dependienta ni como cajera de supermercado. Afortunadamente ya no existe ese mundo del espectáculo que cuento en el libro porque era engañoso. No era un entorno en el que ellas se formasen y prosperasen, no les daban de alta, los empresarios no tenían consideración hacia ellas como artistas, las utilizaban, era un tipo de prostitución encubierta, era explotación.

Durante la Transición, había actrices trans que aceptaban papeles casi humillantes, como el caso que citas de Carla Antonelli, pensando que así entrarían en la industria. El debate vuelve a estar sobre la mesa después de que grandes producciones hayan contado con intérpretes cis como Paco León y Scarlett Johansson para ponerse en la piel de personajes trans. ¿Deben los y las intérpretes trans interpretar personajes trans?

Si son buenos intérpretes, sí; si son malos intérpretes, no. Solo porque sea trans no me vale. ¿Qué ocurre? A las personas trans también les molesta hacer de trans. En este país hay actrices trans que no quieren hacer de trans y es su libertad individual. Quieren hacer de madres, quieren hacer otras cosas porque son actrices. Si tú como persona trans solo puedes hacer papeles trans, trabajas una vez cada dos años. Lo ideal es que alguien cis pueda hacer un papel trans y una mujer trans pueda hacer un papel cis. Yo quiero que Laverne Cox haga más papeles y que no la encasillen.

Al final estamos hablando del séptimo arte. Si hubieran hecho un casting en 1977 para Cambio de sexo de Vicente Aranda y diez años más tarde con La ley del deseo (Pedro Almodóvar, 1987) seguramente no habrían encontrado a una mujer trans que lo hiciera igual de bien que Victoria Abril o Carmen Maura. En cambio, hubo una película llamada Adela (Carles Balagué, 1987) protagonizada por Fernando Guillén y por una mujer trans, Yani Forner, y ella lo hace mal. Está muy bien porque le daban una oportunidad, pero se notaba que era algo testimonial y parece que estaba ahí para que se notara que era una mujer trans.

El icono trans más reciente que tenemos es Cristina La Veneno. Los Javis preparan una serie sobre ella basándose en sus memorias Ni puta ni santa (Autoedición, 2016), que tú escribiste. Siguiendo tu análisis en Vestidas de azul, ¿cómo la trataron los medios?Ni puta ni santaVestidas de azul,

Cuando ella irrumpe en 1996, la tratan de travesti. No había mala intención porque era el término que se usaba. Era “un travesti ordinario y maleducado”. Es verdad que era ordinaria, pero nadie se molestaba en entender qué había detrás. Estaba hablando de lo que la gente no quería oír. Cristina era un bofetón para la moralidad. Era una señora exuberante. ¿Por qué no iba a presumir ella de su cuerpo? Las mujeres cis lo hacen y no pasa nada. En esa época, Marlène Mourreau lo hacía y no era ordinaria, pero lo hacía La Veneno con un escote y ya lo era.

Contaba que les tiraban piedras, que en el pueblo estaba amargada y lo que le pagaban. Estaba contando una realidad. No miremos para otro lado: existen clientes, existen siliconas y existe el acoso en los pueblos. Nadie captó lo que estaba contando. Incluso el propio programa Esta noche cruzamos el Mississippi (Telecinco, 1995-1997) no tenía intención de darle un lugar reivindicativo. La utilizaban. Con el tiempo, su mensaje se ha entendido mucho mejor.

Eres asesora y guionista en la serie sobre La Veneno. ¿Quién será la actriz protagonista? ¿Se baraja algún nombre?

Los Javis tienen opciones para todo el reparto pero no puedo decir nada. Sé que también tienen la intención de hacer un casting. Pero no hay nada firmado sobre quién será Cristina. Se va a rodar este año seguro.

¿Cómo concebimos socialmente a día de hoy a una mujer trans?

Se las sigue concibiendo de una manera en la que tiene que ser graciosa o explosiva, pero hay una mayor intención de empatía. Es cuestión de que la gente tenga ganas de entender. Se oye mucho el “yo te comprendo” pero después piensan que la transexualidad es la homosexualidad elevada al cubo. Falta aún mostrar más pluralidad [de realidad trans]. Aún se tiene un concepto muy sexual de la transexualidad.