Un humorista llamado Castor, rico, con éxito pero muy amargado, se encuentra un día cualquiera con Julio, pobre, sin éxito pero con ganas de vivir. Los dos hombres son físicamente iguales, tanto que Castor le ofrece intercambiarse las vidas porque está harto de sí mismo, de su propia vida de éxito. Este es el planteamiento inicial de Gordo de Feria (Anagrama), la última novela de Esther García Llovet. Muchas más cosas les sucederán a estos dos pintorescos personajes, algunas llenas de humor y otras tan absurdas que solo podrían ocurrir en un escenario como los que crea esta autora.
García Llovet nació en Málaga (1963) pero vive y escribe en Madrid y sobre Madrid: “Es mi casa, es la casa de todo el mundo, llena de puertas, una ciudad a medio hacer, que no aspira a nada”, cuenta en esta entrevista. Aunque quizá por lo que más la llaman escritora atípica no sea tanto por sus historias estrambóticas o el extraño contexto en ese Madrid de los márgenes, sino porque siempre ha dicho que ella no quiere ser escritora, que lo que le gustaría es ser guionista y hacer películas; y sin embargo admite que no puede, que siempre que escribe le acaban saliendo libros con una narración cinematográfica, pero libros al fin y al cabo.
Normalmente es catalogada, por periodistas y otros escritores, como una rara avis con una prosa “extraña” o “diferente”, por poner ejemplos. ¿Se siente así, como una extraña dentro de la literatura en castellano?
No tengo ni idea de por qué me llaman así. No tengo intención de ser diferente, escribo como puedo, también como quiero, aunque intento que haya siempre humor, alto o bajo, y me gusta escribir diálogos: me gusta mucho escuchar a la gente hablar en los bares y en el metro o en la calle, esas frases que se oyen al azar y que siempre me parecen muy madrileñas. Los españoles hablamos mucho, qué maravilla.
Ha dicho estas dos cosas en otras entrevistas: “Yo estudié dirección de cine hace ya 25 años, que era y es mi auténtica pasión” y “podría no haber escrito nunca y estaría tan contenta”. Parecen denotar cierto desapego por la idea misma de la escritura, lo que es raro de encontrar en declaraciones de escritores, que suelen describir este oficio casi como una pulsión irrefrenable. ¿Qué es entonces la escritura?
Sigo queriendo hacer cine, como siempre, lo que pasa es que el cine no me quiere mucho a mí, por lo que veo. Escribo, sí, pero una vez que me levanto de la mesa llevo una vida muy poco literaria. Mis amigos no son escritores, quiero decir, muchos de ellos trabajan con la imagen de hecho. No creo que ahora mismo pudiera decir que estaría tan contenta si no escribiera, diría que es el suelo sobre el que camino, otra cosa es a dónde vaya yo.
Y sobre ese deseo último de hacer cine, parece que en sus novelas hay claramente una narración cinematográfica, ¿le han servido para reflejar, en parte, esa pasión?
Claro, si yo lo que quiero es escribir guiones, pero cada vez que lo intento me sale una novela. A ver si a la novena va la vencida. El guion tiene algo muy cerrado o más estructurado que me echa un poco para atrás, la novela tiene muchas más mangas por donde meter los brazos. Ya veremos.
Tanto en Gordo de feria como en Sánchez, sus últimas novelas, las situaciones que les ocurren a los personajes son totalmente imprevisibles. ¿También es así cuando comienza a escribir?
Sánchez primero fue una obra de teatro, luego un guion y finalmente una novela. Mucho curro, la verdad, aunque cada cosa me llevó unas cinco semanas porque escribo muy deprisa. Gordo de feria me propuse escribirla sin tener ni idea de lo que iba a pasar, sin escaleta ni nada, quería un disparate total porque le iba a la historia, como esos chistes malos que una vez que empiezas no sabes rematar.
Hay un elemento que aparece de manera recurrente en estos libros: el dinero. Más como elemento disruptivo que como introducción de la perspectiva de clase. ¿Qué significa el dinero para sus personajes?
Me interesa la gente que no tiene pasta y se le ocurren las salidas menos acertadas para conseguirlo, como por ejemplo, asaltar un banco o montar una carrera de perros o escribir novelas. La desesperación, ése chiste.
Eso me recuerda al protagonista de Gordo de feria: un chiste en sí mismo, un tipo de cómico especialmente decadente. ¿Estaba pensando en alguien en concreto al construirlo?
Me encanta el personaje del humorista, desde Andy Kaufman hasta Ignatius, me encanta lo distintos que son el humor inglés del español, lo difícil que es saber por qué ocurre eso, lo raros que son los humoristas, su melancolía, lo cascarrabias que son a veces. La complejidad que encierra algo que hace reír. Todos nos reímos y ni siquiera sabemos por qué. ¿No es mágico, eso?
El otro elemento imprescindible para configurar el contexto de estas novelas es la ciudad donde suceden. ¿Qué ofrece Madrid como lugar para explorar, especialmente ese Madrid de los márgenes?
Madrid es mi casa, es la casa de todo el mundo, llena de puertas, una ciudad a medio hacer, que no aspira a nada, como esas madres con quince hijos que les deja hacer lo que les dé la gana porque si no acabaría loca perdida.
También están muy presentes todas las nacionalidades que forman parte de ese Madrid, ¿esta ciudad les trata como si formasen parte de ella y no como los otros?
Madrid no le pregunta a nadie de dónde viene, es como cuando en el siglo XVI se viajaba a América, pero esto le pasa a todas las capitales, que acogen a todos y luego cada uno se derrama por donde puede. Los latinos y los chinos son los nuevos extremeños y andaluces. Aunque los chinos van a lo suyo, y hacen muy bien.
Resulta complicado de imaginar leyendo sus libros, pero ¿cree posible escribir una novela en un contexto de pandemia?
Acabo de terminar una novela hoy mismo. La escribí durante la pandemia, claro, pero precisamente para huir de ella aunque fuera con la imaginación. ¡No quiero leer ni ver nada sobre esta mierda cuando se acabe!