Fernando Alfaro convierte su mística musical en novela “cruenta y fugaz”: “La vida pasa en un suspiro”

30 de marzo de 2024 22:25 h

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Hace más de 30 años, Fernando Alfaro se encontraba en Inglaterra, grabando el que sería el segundo álbum de Surfin’ Bichos, Hermanos carnales. Recuerda que tuvo una conversación con un hombre de cierta edad, que preguntó intrigado a aquel joven español a qué se dedicaba. Alfaro contestó que era músico. “Y el hombre reaccionó con un gesto de admiración, consideración, aceptación... No sabría cómo definirlo exactamente. Lo que sí que me quedó claro es que nuestro trabajo le parecía importante porque allí la música está considerada como cultura. Y eso me llamó mucho la atención porque entonces en España, si hacías rock te miraban casi igual que si fueses camello”.

Alfaro recupera esta anécdota al hilo de una conversación acerca de Mundo turbio (Editorial Contra, 2024), su primera novela, un libro que para su autor tiene un punto reivindicativo. “Es una manera de decir que, de este colectivo, el de la música pop, pueden salir manifestaciones artísticas válidas que no sean necesariamente musicales”. Alfaro no habla por hablar. Su canon artístico está unido a unas letras que, como asegura el escritor, poeta y ensayista Agustín Fernández Mallo, “son diferentes a todo, de una poética única en la música española”. De hecho, Fernández Mallo vio en el personaje de Alfaro una mística que le inspiró para crear uno de los personajes de su primera novela, Nocilla Dream, publicada en 2006. “Había leído que eventualmente hacía de gasolinero en Albacete, en una estación ubicada en un lugar que en mi cabeza imaginé inhóspito, y además había leído que en sus ratos libres componía allí mismo canciones. Eso lo prefiguraba como muy atractivo para ponerlo en una narración”, dice el escritor.

Mundo turbio es una historia de inadaptados y parias, seres que en muchas ocasiones suelen caracterizar las canciones de su autor. Esa tendencia estaba ya en las letras de La luz en tus entrañas (1989), el primer disco de Surfin’ Bichos, una obra por la cual asomaba un narrador que había elegido el camino de las canciones. Ese camino fue macerándose a lo largo de una discografía que, más allá de nombres artísticos (Chucho, Fernando Alfaro y los Alienistas) responde siempre a un inconfundible imaginario, conformado por personajes maltrechos que deambulan por un mundo tan extraño e imprevisible como ellos.

En esas canciones está también la génesis de Mundo turbio, cuyo precedente fue el libro de relatos Pere y María (2020). “[El editor] Didac Aparicio me propuso que escribiera una novela protagonizada por personajes de mis canciones, y que el libro incluyera una compilación de canciones. Acepté el encargo, pero me propuse que la novela tuviera su propia vida, que fuese independiente de esas letras. Nunca resulta una buena idea explicar los significados de las canciones. Pero una cosa es explicar y otra, ampliar. Cuando las canciones aparecen en Mundo turbio es sobre todo para iluminar la narración. En cualquier caso, no es necesario haber escuchado mis discos para que la lectura de Mundo turbio absorba a quien se asome a ella”.

Tenemos la sensación de que la vida pasa en un suspiro y la novela intenta reflejar eso, es un intento de intentar atrapar esa niebla de la que hablaba Unamuno, la sensación de que todo lo vivido no ha sido más que un sueño

El libro da comienzo con un epígrafe que dice: “La vida será cruenta y fugaz”. Una frase que sintetiza la esencia de este relato cuyo protagonista es un trasunto literario del autor. “Tenemos la sensación de que la vida pasa en un suspiro y la novela intenta reflejar eso, es un intento de intentar atrapar esa niebla de la que hablaba Unamuno, la sensación de que todo lo vivido no ha sido más que un sueño. Es esa fugacidad lo que hace que la vida sea cruenta”. En poco más de 250 páginas, Alfaro cuenta la vida de Ángel Turbio, un ser abocado a recorrer los límites del abismo y a burlar las leyes del infierno. La acción transcurre en lugares y épocas sin determinar, pero fácilmente reconocibles. El arranque tiene lugar en un ámbito rural de la España de la segunda mitad del siglo xx.

“Es el encontronazo de un niño con la vida. Quería que el ritmo general de la narración fuese vertiginoso. Pero a la vez, también quería detenerme para recrear ciertos detalles, en cómo se fabrica un tirachinas con una rama, o cómo una botella de plástico puede convertirse en una pipa de crack. Esos momentos en los que la narración se ralentiza son también un reflejo de esa necesidad de aferrarnos a cosas que nos demuestren que lo vivido ha sido real”. Alfaro prefiere hablar más de libros en los que se ha inspirado que de influencias literarias. Menciona a Delibes y las novelas iniciáticas de Marsé, la novela negra de Jim Thompson y Edward Bunker, el Cormac McCarthy de La carretera y el Céline de Viaje al final de la noche.

Surgidos en Albacete, en 1988, Surfin’ Bichos llegaron para imponer una nueva mirada en la música pop española que, tras la euforia de la movida, empezaba a perder capacidad de innovación y ganas de arriesgar. Es por ello que la banda está considerada como la antesala de la generación que, tan solo unos años después, conformó lo que hoy se conoce como indie español. El histórico debut del grupo, La luz en tus entrañas, que este año cumple 35 años, tendrá en breve una reedición. “Hacía mucho tiempo que no lo escuchaba. Creo que ha envejecido bien, mejor que otros discos que salieron en esa época, y no me refiero tanto a la parte musical como a los textos. Las letras tejen un mundo paralelo. Y aunque en algunos casos está contando cosas tremendas, es difícil cancelarlo. Está fuera del tiempo, por eso sigue vigente”.

Creo que 'la luz en tus entrañas' ha envejecido bien, mejor que otros discos de esa época, y no me refiero tanto a lo musical como a las letras, que tejen un mundo paralelo. Y aunque en algunos casos está contando cosas tremendas, es difícil cancelarlo

En 2022, Surfin’ Bichos volvieron a entrar en un estudio después de treinta años de inactividad, y registraron Más allá (2023), el álbum que rubricó su regreso a los escenarios. El cuarteto se mantiene en activo, pero sin prodigarse demasiado en directo. “La ventaja de esto es que no me quita demasiado tiempo para otras cosas. Chucho también sigue en marcha; quiero sacar un disco que se titulará Chucho, prehistoria: Demos y demonios. Incluí el título en la discografía que acompaña a Mundo turbio para obligarme a sacarlo lo antes posible. También espero reeditar el disco de Fernando Alfaro y los Alienistas, que ni siquiera está disponible en plataformas digitales. Aún no tengo un sello discográfico que esté interesado, pero quiero hacerlo. Son ganas de complicarme la vida, lo sé, pero estamos hablando todo el tiempo de lo mismo, de negar la muerte”.

La trayectoria de Alfaro es extensa y prolífica, y también ha generado una saga artística que continúa dando buenas noticias. Por eso resulta inevitable por su hija Natalia ―fruto de su relación con Isabel León, excomponente de Surfin’ Bichos y Chucho―, que acaba de estrenar su propio proyecto musical, Lea Leone, con el álbum Alodinia. “Me cuesta opinar al respecto por que hay una enorme implicación emocional, pero me encanta lo que hace, es genial. Es completamente distinto a los discos que Isabel grabó como Is y a lo que he hecho yo. Tiene otras fuentes, otra voz narrativa. Ha estudiado Medicina y a eso es a lo que quiere dedicarse. Una decisión que le dará mucha más independencia artística a la hora de hacer su música”.

La vida y la literatura pelean constantemente entre sí para ver quién se impone. Ambas discurren a un ritmo endiablado, y, en el caso de Mundo turbio, gana la segunda. Alfaro tenía la intención de crear un libro que “arrastrara al lector por los pies”. Un libro íntimamente unido a la vertiente poética de unas canciones que han creado su propio compartimento en la música española. De sus letras dice Fernández Mallo que lo que le atrae de ellas “es que muchas son realmente poemas, tienen entidad propia, pueden leerse sin música y conserva su núcleo y su producción de estímulos. Su capacidad para metaforizar situaciones concretas, llevándolas a un espacio verdaderamente extraño y poco habitual que podría resumir, grosso modo, en una curiosa síntesis y conjunción de lo levemente surreal y lo levemente místico. Y en ese 'levemente' está la clave, un extraño y poco habitual equilibrio. Para eso hay que tener verdadero talento poético”. Un talento poético que, tras sufrir una mutación inevitable, se ha hecho también prosa.