El pasado día 26 de diciembre de 2022, el escritor y guionista Hanif Kureishi, famoso principalmente por su novela El buda de los suburbios y por el guion de la película Mi hermosa lavandería, estaba en Roma viendo el partido Liverpool-Aston Villa por televisión mientras se tomaba tranquilamente una cerveza. Como él mismo relató unos días después a través de su cuenta de X (entonces Twitter), después de que Mo Salah, el jugador del Liverpool, marcara un gol, comenzó a sentirse algo mareado.
Para ver si se le pasaba, puso la cabeza entre las piernas. Lo siguiente que recuerda es que se despertó en medio de un charco de sangre, con el cuello torcido de una forma grotesca y con su mujer, Isabella d’Amico, de rodillas junto a él.
El escritor sintió que la muerte andaba muy cerca. En su delirio vio cómo un objeto cóncavo semicircular con garras se arrastraba hacia él (acabó siendo su propia mano) y creyó firmemente que se estaba marchando de este mundo.
Pero todavía no había llegado su hora. Kureishi fue trasladado de urgencia al Hospital Gemelli de la capital italiana en el que consiguió salir de la situación crítica, pero donde también se enteró de que, a consecuencia de la caída, había perdido la movilidad de los brazos y de las piernas.
Fue operado de urgencia e inició una rehabilitación de resultados inciertos, pero desde el principio quedó claro que, aunque no se pudiera mover, no se iba a quedar callado. Definió su situación como “humillante, degradante y una carga para los demás” y pidió a sus crecientes seguidores en redes sociales que le indicaran si conocían algún hardware o software asistido por voz que le permitiera “ver películas, escribir, comenzar a trabajar nuevamente y continuar” con su “nueva media vida”.
Siguiente capítulo
Aunque descendiente de una familia acomodada, los comienzos de Kureishi como escritor no fueron precisamente fáciles. Su carrera literaria comenzó en los años 70 escribiendo novelas pornográficas bajo los seudónimos de Antonia French y Karim.
En una entrevista en 2014 que concedió a The Guardian, el autor no recordaba aquellos primeros años con especial cariño. En ella, explicaba su lucha por convertirse en escritor, cómo sacaba a duras penas para vivir y cómo su vida estaba marcada entonces por las decepciones. Escribía novelas en la mesa de su cocina y eran rechazadas: su destino parecía abocado al fracaso.
Pero entonces llegó su gran oportunidad. Aprovechando sus propias experiencias como estudiante descendiente de padre inmigrante, escribió el guion de Mi hermosa lavandería (1985), una película que acabó dirigiendo Stephen Frears y que trataba de los años de formación de un chico britanicopaquistaní gay en la Inglaterra de los 80.
El filme, protagonizado por Gordon Warnecke y Daniel Day-Lewis, fue un éxito absoluto de crítica y taquilla, y Kureishi fue nominado al mejor guion en los BAFTA y en los Oscar. En estos últimos acabó perdiendo frente a Hannah y sus hermanas de Woody Allen.
A partir de entonces, todo cambió: su novela El buda de los suburbios (1990) fue publicada a bombo y platillo, ganó el premio Whitbread a la mejor primera novela y acabó siendo adaptada para la televisión por la BBC en forma de serie con banda sonora de David Bowie.
Con ese libro y en su obra posterior, Kureishi siempre ha destacado por su particular (a veces polémica) visión sobre el multiculturalismo, las diferencias de clase y el legado del Imperio Británico tanto en los colonizadores como en los colonizados. Su grave percance de salud, más que debilitar esa vena crítica, ha provocado todo lo contrario.
El movimiento de la parálisis
Desde el accidente y a pesar de las dificultades, Kureishi no ha parado de trabajar, dictando a su mujer y a sus hijos una serie de textos y tuits que suponen un particular giro a su obra. En los textos que han ido apareciendo a lo largo de este año en sus redes sociales y en The Kureishi Chronicles, la newsletter que envía a través de la plataforma Substack, El escritor parece que se siente más libre que nunca para expresar sus opiniones o contar historias personales que nunca había contado. Paradójicamente, que su cuerpo esté inmovilizado le ha proporcionado una libertad total de pensamiento, una sinceridad absoluta.
En un texto que él mismo publicó poco después de su accidente en The Guardian en enero de este año, el autor explicaba lo siguiente respecto a esta nueva fase de su obra: “Lo único, aparte del amor de mi esposa, que me mantiene con vida y le da sentido, es que tanta gente lea estos textos bastante tristes, si no ya divagantes, y que respondan a ellos (…). No aconsejaría a nadie tener un accidente como el mío, pero tengo que decir que yacer completamente inmóvil y en silencio en una monótona habitación en las afueras de Roma, sin muchas distracciones es, sin duda, bueno para la creatividad. Sin periódicos, sin música y sin todo lo demás, me he dado cuenta de que te vuelves muy imaginativo”.
Hablar al oído
“Escribiré sobre escribir así como de mi nueva condición de inmovilizado”, dijo el autor en la primera de sus cartas en Substack, enviada solo unos días después de su accidente. “Escribiré sobre sexo, drogas y música, sobre programas de televisión y escritores a los que admiro. También sobre mis recuerdos, entre otros importantes asuntos”.
Y desde luego ha cumplido su palabra. Kureishi ha contado, por ejemplo, una orgía en la que participó en Ámsterdam en 2004, cuando ya estaba casado con su mujer a la que precisamente es a quien le dictó este texto. “Si esto fuera una película”, escribe el autor en esta entrega, “la cámara debería enfocar a la cara de Isabella [su esposa] conforme escribe esto por mí”.
La historia de la orgía se corta abruptamente después de decir esas palabras (quizá esa confesión tuvo ciertas consecuencias a nivel marital que tuvieron que ser tratadas de forma privada). El caso es que unas semanas después el autor concluyó el relato, esta vez quien escribía era su hijo Kier, de 24 años. “Ella se quitó la ropa y yo enseguida hice lo mismo pensando ‘A la mierda, ¿por qué voy perder esta oportunidad de divertirme en Ámsterdam?’ Fuimos a la cama y comenzamos a liarnos. Ella me explicó, cuando empezamos a follar, que a su novio le gustaba mirar. Me preguntó si me importaba pero, ¿qué podía decir salvo que no?”. La misma narración está salpicada de referencias a la marihuana que fuman durante toda esta experiencia.
No todas las entradas de este particular diario personal son tan reveladoras, aunque sí hay unas cuantas más dedicadas al sexo, como esta en la que afirma que “perder tu sexualidad de la noche a la mañana, de golpe, es como perder un sentido. Algo que te ha guiado y te ha activado a lo largo de toda tu vida desaparece de forma inesperada”.
También hay momentos para la diversión, como la propuesta de concursos literarios, la recuperación de artículos sobre su propia obra, como este en el que hablaba sobre la escritura de El buda de los suburbios, o de relatos como Remember this moment, remember us, publicado hace unos años en una recopilación de la editorial Faber & Faber.
Uno de los momentos más conmovedores hasta la fecha de los nuevos textos publicados por Kureishi es uno titulado Una visita a casa, en el que relata su regreso a su casa de Londres, tras ocho meses de estancia en hospitales de Italia y Reino Unido. “Me encantaría subir y volver a ver mi estudio y el dormitorio, pero es imposible. Nos preguntamos qué ajustes se tendrán que hacer en casa para que vuelva a ser un lugar habitable para mí”, relata.
No se quedará en Substack
Hace solo unas semanas la editorial Penguin Random House anunció que en 2024 publicará un libro que recopilará lo mejor de esta especie de diario de recuperación de Kureishi.
Se titulará Shattered (en inglés, roto), y promete inaugurar toda una nueva etapa en la carrera del autor británico. Una que será las más arriesgada de un autor que siente que ya no tiene nada que perder.