En la superficie, Hollywood gótico es un recorrido por la historia de Drácula -especialmente su primer medio siglo-, desde sus pasos iniciales como creación literaria a manos de Bram Stoker hasta su fulgurante paso por los escenarios de medio mundo y transformación en hito pop gracias a la película de Universal y el carisma de Bela Lugosi. Un recorrido profuso, abundante en detalles y contextualización de todo tipo, tal y como le gusta a David J. Skal, autor también del imprescindible Monster Show, Una historia cultural del horror, editado por Valdemar en 2008.
Cuando cierra el libro, el lector tiene la sensación no solo de conocer las múltiples miserias y puñaladas traperas que rodearon a la concepción y expansión del monstruo, sino también de comprender por qué Drácula se ha convertido en lo que es hoy: una cáscara que admite muchas lecturas (más que cualquier otro mito con nombre propio, y eso que Frankenstein o los muertos vivientes no andan precisamente faltos de interpretaciones), y que por eso ha soportado con tanta fortuna los envites de las décadas.
¿Metáfora erótica polivalente? ¿Advertencia sobre la lucha de clases? ¿Vírico simbolismo sobre las enfermedades venéreas? ¿Actualización de los cuentos de terror góticos? ¿Quizás inconsciente plasmación de los fantasmas emocionales de su creador, el hoy aún no del todo comprendido Bram Stoker?
Todo eso estaba en la novela, y Skal va extirpando con precisión quirúrgica cada una de esas capas, analizando distintos borradores y ediciones del libro. También analiza las obras teatrales que configuraron el Drácula que conocemos hoy con exquisita delicadeza, lejos de ese aire de suficiencia que caracteriza a veces a la crítica cultural cuando examina el pasado más populachero de la industria del entretenimiento. La capa, el castillo, las telarañas, todos los tropos vampíricos que luego Bela Lugosi haría suyos nacieron a veces por decisiones coyunturales, a veces por la fuerza de la necesidad, y Skal entiende las extrañas mareas que subyacen bajo la cultura popular y cómo a veces la casualidad construye el mito.
El mérito de Skal está no solo en la profusión de datos o la amenidad de su exposición, sino también en hacer comprensible las fuerzas telúricas que convierten a un personaje de éxito en aterradora parte de las pesadillas colectivas.
Tópicos desenterrados
Pero lo más interesante de Hollywood gótico, sin duda, es cómo Skal pone sobre la mesa un par de ideas generalizadas y las disecciona, matizándolas y, en última instancia, reduciéndolas a polvo, tal y como era reducido Drácula al exponerse a la luz del sol. La primera, que la novela es un clásico incontestable. La segunda, que la mítica película de Tod Browning de 1931, protagonizada por Bela Lugosi, es la mejor encarnación del personaje en la pantalla.
Para desarticular el primer tópico, Skal analiza con detalle el proceso creativo de la novela de Stoker y saca a pasear todos los elementos que pudieron influirle, empezando por los de su vida privada. La condición del autor de representante del entonces popularísimo actor teatral británico Henry Irving tiene un gran peso en la génesis de Drácula, por una parte a nivel inspiracional: ¿fue Irving la inspiración del Conde, tal y como Lord Byron lo fue de El vampiro de John William Polidori antecedente literario directo de Drácula? ¿O acaso no lo fue, como siempre se ha dicho y repetido sin demasiado sentido crítico, la Carmilla de Sheridan le Fanu?
Por otra parte, tenemos la profesión de Stoker, que empapó la novela a un nivel también meramente práctico, desde los acuciantes problemas económicos de Stoker a sus nunca del todo satisfechas pulsiones creativas.
Skal incluso explica qué elementos influyeron en la percepción pública del libro tras la muerte de Stoker: su viuda se quedó con los derechos de la novela como uno de sus escasos ingresos económicos y la protegió con mano férrea. Skal narra con todo detalle su dantesca lucha para conseguir que ardieran en la hoguera los negativos originales de Nosferatu, clásico expresionista de Murnau de 1922 y adaptación pirata de la novela.
Las muchísimas versiones teatrales, unas aprobadas por la viuda de Stoker, otras no tanto, casi todas cojas por un motivo u otro, terminan de redondear la visión que hemos tenido siempre de la novela como un volumen hermético y complicado de abordar, cuando no es así del todo. Skal se encarga de matizar sus problemas (empezando por la poco ágil prosa de Bram Stoker) y sus indiscutibles logros (el tramo inicial en el castillo de Drácula sigue siendo un hito de la literatura macabra), y de explicar por qué ha fascinado a generaciones.
El segundo núcleo de atención de Skal es la película de Tod Browning, cuyos valores matiza mucho más severamente. El film arrastra una serie de problemas principalmente a causa del propio director, devastado tras la muerte del que era su pareja artística habitual, el mítico Lon Chaney, primer actor previsto para el papel de vampiro. El descontrol del apartado técnico y artístico -empezando por un actor húngaro, Bela Lugosi, que se negaba a aprender inglés y se aprendía sus textos de oído- dio como fruto una película desganada y teatral, que no sacó partido casi de las posibilidades del entonces floreciente cine sonoro.
Paradójicamente, el espectador puede descubrir qué podría haber sido esa película con la versión en español de Drácula: en los tiempos en los que el doblaje no existía por imposibilidad técnica, se rodaban dos versiones de las películas. Una en inglés con las estrellas de Hollywood y más presupuesto y otra por la noche, reutilizando equipación y decorados con actores españoles y mexicanos.
La película resultante en este caso, el Drácula de George Melford, protagonizada por Carlos Villarías y Lupita Tovar, es lo que debería haber sido la versión de Browning: ágil, inquietante, directa y extirpados los abundantes problemas de guion de la versión original. Skal habla además de la reciente recuperación y restauración de la película, en la que participó activamente.
Hollywood gótico se completa con un denso sobrevolar sobre el resto de los Dráculas del siglo: desde la desdichada existencia que vivió Bela Lugosi, marcado por su papel más carismático, al triunfo del recién fallecido Christopher Lee como vampiro renovado en la segunda mitad del siglo XX; del lavado de cara romántico y nada fiel -pese a la publicidad- de la versión de Francis Ford Coppola a las innumerables explotaciones en clave racial o erótica que ha disfrutado el mito.
Sobre todos ellos pasa Skal algo más fugazmente -Hollywood gótico quintuplicaría su extensión si el autor incidiera con tanto detalle en todos los Dráculas de la historia- pero sirve como perfecto colofón para este extraordinario repaso a una de las criaturas de ficción más infecciosas, irresistibles y versátiles de la cultura popular.