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¿Qué tiene que ver Houellebecq con el atentado contra Charlie Hebdo?

Contra todo pronóstico, la provocación de Michel Houellebecq podría tener límites. El polémico escritor, protagonista de la última portada de Charlie Hebdo, interrumpió ayer la promoción de su sexta novela y abandonó abruptamente París. Fue el miércoles, el día en que fueron asesinadas doce personas en la sede del semanario satírico, el previsto desde hace siete meses para el lanzamiento de Soumission (Sumisión), una fantasía en la que el final de Hollande y el miedo al ascenso de la ultraderecha representada por Marine Le Pen propulsa hacia la presidencia al candidato Mohammed Ben Abbes y su partido Fraternidad Musulmana.

Es un escenario que el autor mismo califica de poco probable, “principalmente porque los musulmanes tendrían que llevarse bien entre ellos”. Pero la agitación ha sido tal que hasta el presidente François Hollande ha dicho que había que leerla “porque genera debate”. La portada iba firmada por uno de los dibujantes fallecidos, Stephane Charbonnier.

La novela, cuyo título es la traducción literal de la palabra Islam, comparte título con el documental del holandés Van Gogh, asesinado en 2004 por Mohammed Bouyeri, un islamista holandés de origen marroquí enfurecido por su retrato del Islam.

Su protagonista es el típico alter ego del autor que enseña en la Sorbona, frecuenta prostitutas y suspira por jovencitas. Antes de las elecciones, abandona la capital -como el propio Houellebecq- para escapar del intenso ambiente político y entregarse a placeres más tranquilizadores, como mirar castillos y beber armagnac. Cuando regresa, la república de la igualdad, libertad y fraternidad se ha convertido en una teocracia.

Las mujeres han abandonado la minifalda y la vida laboral, arropadas por las generosas subvenciones del Gobierno, que acaban con el paro masculino de la noche a la mañana. El crimen se dispara. Las universidades amanecen forradas con versos del Corán, la Sorbona tiene un rector con tres esposas y los profesores no musulmanes tienen que elegir entre convertirse al Islam o abandonar la docencia.

El académico, que está especializado en la obra de Joris-Karl Huysmans, el famoso decadentista francés que se convirtió al cristianismo, deberá elegir entre esas dos posibilidades.

La novela como género inofensivo

El escritor asegura que su intención no es polémica sino descriptiva y que, si alguien puede sentirse ofendido, son las feministas, cosa sobre la que no puede hacer nada. “La idea de fondo, lo que más puede molestar a la gente, es que la ideología no importa mucho comparado con lo demográfico”.

Acusado de hacerle el juego a Le Pen y de seguir el ejemplo de Éric Zemmour (El suicidio francés, 2014) en las últimas semanas Houellebecq ha defendido la naturaleza inofensiva de la ficción. “No sé de ningún ejemplo de una novela que haya cambiado el curso de la historia -dijo en la radio-. Son otras cosas las que cambian el curso de la historia: ensayos, el Manifiesto Comunista, pero nunca novelas”.

Su relación con el Islam no es nueva, ni amistosa. En 2001, por ejemplo, lo describió en una entrevista como la más estúpida de las religiones:

Cuatro organizaciones musulmanas le llevaron a los tribunales por insultar sus creencias religiosas e incitar al odio racial. Fiel a su persona pública, con el cinismo que le caracteriza, Houellebecq explicó al juez que no despreciaba a los musulmanes sino a su religión porque, al igual que el cristianismo y el judaísmo, está “basada en textos de odio”. El juez archivó el caso.

Paradójicamente, fue una crisis de ateísmo la que propició el libro. Después de la muerte de sus padres y de su perro, Houellebecq se declaró agnóstico, no ateo, y necesitado de espiritualidad. El título inicial de la novela era La conversion y su protagonista se convertía, pero no al islam sino al catolicismo. “Creo que hay una necesidad real de Dios y que el retorno de lo religioso no es un eslogan sino una realidad, y que está creciendo”.

En cualquier caso y para no sembrar preocupación entre los muchos fans (o regocijar a sus casi tantos detractores), conviene recordar que no es la primera vez que abandona París en plena promoción de una novela. Tanto es así que en su propio mockumental, El secuestro de Michel Houellebecq, se produce su desaparición, que da lugar a todo tipo de especulaciones. Entre ellas, un secuestro de Al Qaeda.