La 43ª edición del Premio Miguel de Cervantes, el más relevante de las letras en español que concede el Ministerio de Cultura, ha hecho añicos todas las quinielas. Según la ley no escrita que alterna el premio entre España y Latinoamérica, este año le tocaba caer al lado oriente del Atlántico, pero no ha sido así. Sin embargo, lo más sorprendente es que, además de uruguaya, la ganadora ha sido mujer: la quinta desde que se inauguró el Cervantes en 1976.
La poeta Ida Vitale (Montevideo, 1923) toma el relevo al nicaraguense Sergio Ramírez, y se suma a María Zambrano (1988), Dulce María Loynaz (1992), Ana María Matute (2010) y Elena Poniatowska (2013) en el reducido podio femenino. El premio ha sido otorgado un día después del fallecimiento del escritor mexicano Fernando del Paso, que consiguió este mismo galardón en 2015.
El ministro de Cultura, José Guirao, le ha dedicado unas palabras antes de leer el acta del jurado, que reconoce a Vitale “por su lenguaje, uno de los más destacados y reconocidas poesía en español, que es al mismo tiempo intelectual y popular, universal y personal, transparente y honda. Convertida desde hace un tiempo en un referente fundamental para poetas de todas las generaciones y en todos los rincones del español”. Y ha leído un fragmento de su poema Gotas.
Una defensora de la poesía universal y visible
Con un sinfín de premios a sus espaldas y más de 70 años de trayectoria literaria, Ida Vitale se ha alzado con un doble premio este jueves: el de hacerse con el Cervantes y engrosar la lista de mujeres premiadas por el Ministerio de Cultura. La poeta afirmó en una entrevista ofrecida a EFE este septiembre, que su género debe ser “algo para todos” y no “especializada o recóndita”, al tiempo que lamentó que se haya relegado a un lugar menor en el ámbito de la cultura.
La poeta, que vive en Montevideo, tuvo que exiliarse en México en 1974, empujada por la dictadura cívico-militar de Uruguay (1973-1985). Aunque aseguró que trata de “ver todo lo positivo” porque sino corre el riesgo de amargarse mucho, aún reflexiona sobre su decisión de abandonar México y regresar a Montevideo en 1984, en plena transición democrática.
“Dejamos México (con Enrique Fierro, su segundo marido) cuando acá volvía la democracia y creíamos que era nuestra obligación volver”, afirmó Vitale, quien permaneció solo un par de años en Uruguay y luego volvió a emigrar, aunque esta vez a Estados Unidos.
“Aquellos años fueron bastante catastróficos”, recordó Vitale y reflexionó: “La gente un poco piensa que cuando vuelve la democracia todo se arregla en un día. No, un país no es una tela”. Con ese panorama, a finales de los ochenta se instaló en Austin, Texas, junto a su esposo. Allí permaneció treinta años hasta que en 2016 enviudó y decidió emprender poco después su vuelta a Montevideo.
Consultada sobre el papel de la poesía en la actualidad, Vitale lamentó que esta se haya visto relegada a un lugar menor, aunque explicó que “quizás” ello corresponda a que “la cultura no es homogénea” y a que “cuando las cosas bajan, baja todo”, en relación con la degradación cultural de las sociedades.
De esta manera, recordó que en su infancia a su casa llegaban todos los días cuatro diarios que contenían sus respectivas páginas culturales, en las que era “normal” que se incluyeran poemas. “No sé si eso ayudaba a que la gente se interesara por leer poesía o si eso lo hacían porque en ese momento la gente no tenía tan alejada a la poesía”, expresó y se preguntó: “¿El huevo o la gallina?”.
A sus 95 años ve con recelo la cruzada por imponer un lenguaje inclusivo, al considerar que se trata de una práctica que acarrea una “intención reductiva” de la lengua.
“El lenguaje es muchos o es uno, de acuerdo con hasta qué punto lo aprovechás o lo hacés evolucionar, pero no reducirlo”, concluyó la autora, que también ha sido destacada con galardones como el Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo, así como el Internacional de Poesía de Federico García Lorca.