El baño humilde de Ida Vitale: “No hay poeta que no sea arrogante y se piense el mayor del mundo”
“Por su lenguaje, que es al mismo tiempo intelectual y popular, universal y personal, transparente y hondo. Convertida en referente fundamental para poetas de todas las generaciones y en todos los rincones del español”, ha concedido José Guirao, ministro de Cultura, sobre el atril de la Universidad de Alcalá de Henares, que este martes Día del Libro ha entregado el máximo galardón de las letras en español a Ida Vitale (Montevideo, 1923).
Decía la regla no escrita del Premio Cervantes que en 2018 le tocaba caer a este lado del Atlántico, pero el patrimonio literario de Vitale incluye a tantos poetas españoles, como José Bergamín o Juan Ramón Jiménez, que no hay razón para “haberse sentido nunca extranjera en España”.
La poeta uruguaya de 95 años, que repartió ayer lucidez y sentido del humor en los encuentros previos con la prensa, ha demostrado estas dos aptitudes también en su discurso. Los nervios acecharon a las puertas del Paraninfo, donde la de Montevideo aseguró haber hecho los deberes con las proclamas de los anteriores ganadores, en especial de las cuatro mujeres que la preceden en este panteón masculino.
“No me nace leer algo, me nace abrazar y decir cosas absurdas pero que me saldrían del alma”, ha comenzado la premiada mientras que su hija y sus dos nietas lloraban emocionadas desde la platea. Sin embargo, en cuanto ha comenzado a disertar desde la Cátedra se ha notado que las palabras estaban tan cuidadosamente elegidas como en sus poemas.
“Esta es una ocasión que, habiéndome llegado tarde, realmente me sorprendió. Lo inconcebible llegó en un momento en que la opacidad del descenso imprime en mi vida una geometría ilógica e improvistos recaudos”, ha enunciado a quien le quedan pocos galardones que recoger en sus 70 años de trayectoria literaria.
También ha querido recalcar que su agradecimiento sea en español. “Quizá suena raro eso de agradecer en español, pero es una guiñada a un escritor querido chileno que se quejó de haber tenido que agradecer en alemán”, ha bromeado ella, que se maneja a la perfección varios idiomas gracias a su oficio como traductora y a la herencia de su abuelo, un intelectual italiano.
Sin embargo, la verdadera guiñada del discurso se ha centrado en Miguel de Cervantes y en su obra culmen, que ya defendió que “debería leerse en los colegios mucho antes de los que se hace porque todo está en él”. En su caso, “mi devoción cervantina carece de todo misterio. Mis lecturas de El Quijote, con excepción de la determinada por los programas del Liceo, fueron libres y tardías. Ya adolescente me regalaron el volumen ilustrado y muy cuidado que todavía conservo”.
Vitale es una “lectora voraz, codiciosa de libros que empezó a escribir pronto”. El descubrimiento de dos poetas uruguayas de entresiglos -Delmira Agustini y María Eugenia Vaz Ferreira- le inclinó a la poesía lírica, aunque asegura que se inspiró en “el respeto” de Cervantes por sus personajes para crear sus propios universos.
“Se suele aceptar como buena la motivación dada por Cervantes para su Quijote, de desprestigiar las novelas de caballerías. Pero no hay que olvidar Argel, Sevilla, desengaño, pobre, enfermo, sin la protección que la dedicatoria a altos hombres podría haberle guardado”, ha defendido resumiendo las circunstancias en las que Cervantes creo El Quijote.
“Muchas veces, lo que llamamos locura del Quijote podría ser visto como una irrupción de frenesí poético, no subrayada por Cervantes, un novelista que tuvo la poesía como primer respeto”, ha dicho .
Y ha aprovechado el colofón del discurso para lanzar un dardo a los egos inflados de su profesión y que ya intuyó Cervantes. “No hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo. No es mi caso, puedo asegurarlo. Sin duda, Don Quijote no imaginó jamás que ese género femenino al que se considera por oficio llamado a honrar y a defender pudiera caer en tan osada presunción”, ha proferido haciendo alarde de su exquisita educación.
La poeta humilde ha bajado de la Cátedra arropada por un caluroso aplauso y lo ha recogido con su habitual última ironía: “Querría hacerme perdonar la audacia de venir aquí a meterme a hablar de Cervantes”.