Javier Gallego: “El capitalismo es poderoso hasta para convertir la rebeldía en series de televisión”
“Os odio a todos porque podéis ser imbéciles pero tenéis la inteligencia justa para respirar, vuestra angustia no os paraliza, no es más fuerte la ansiedad que vuestro instinto, sabéis dar un paso y después otro, sabéis lo que decir y lo que hacer, sabéis cómo y por qué, y si no lo sabéis, disimuláis, sabéis estar, sabéis nadar, o al menos, flotáis, y yo me hundo y me ahogo, abajo”. Este es el sentir de uno de los protagonistas de La caída del imperio (Random House), el debut en la novela del periodista Javier Gallego, que irrumpe, desata euforia y posteriormente escuece como las tres noches –y encadenamiento de resacas– en las que se desarrolla; y que coinciden con el estallido del 15M.
El director del podcast Carne Cruda y colaborador de elDiario.es reflexiona en su libro en torno a dos cuestiones: cómo seguir viviendo según tus principios cuando no existe la opción de elegir, y cómo asumir el paso del tiempo. “Todas las generaciones jóvenes han vivido un momento de rebelión contra la herencia recibida”, sostiene ante este periódico, augurando que el estallido que provocó la de la suya en 2011 se repetirá pronto para responder a la de precariedad laboral, los precios desorbitados de la vivienda y unos problemas de salud mental cada vez más crónicos.
En los ocho años que han pasado desde que empezó a escribir la novela, tanto el 15M como sus consecuencias han evolucionado también, así como la generación de la que habla. ¿En qué medida afectó esto a la historia?
Es una novela muy generacional porque describe a una en concreto, la mía, que vivimos el 15M como catarsis de la crisis; pero muy transversal para muchas, porque describe lo que vive prácticamente cada generación cuando es joven. Las que han venido después también han vivido un momento de desencanto y rebelión contra la herencia recibida.
Quería hablar de algo que es universal y común a toda juventud: el momento del auge, la exaltación del imperio, de sentirte emperador e inmortal, y la caída. Cuando empieza a desvanecerse, los sueños empiezan a romperse y la realidad se impone al ideal. Esa lucha, esa confrontación de los personajes por mantener sus sueños. Seguir viviendo al margen de lo establecido cuando las posibilidades son muy pocas porque viven en una precariedad, una incertidumbre y una falta de horizonte que les hace muy difícil elegir.
Pero aun así, elegimos.
Uno de los personajes, que es policía, plantea el debate sobre la dificultad de elegir entre vivir en contra de lo normativo y la legitimidad de elegir la norma. Como él, hay quien puede decir que no quiere vivir en los márgenes, arrastrados, en la precariedad y sin certezas; y el resto le responde que cree haber elegido, pero en realidad no hace más que encajar en un molde que está hecho. Y ellos quieren romper el molde.
Me gusta el discurso contracultural de romper el molde que a todos nos dan cuando nacemos. La educación lo es. Ellos dicen que es más bien domesticación, que desde que nacemos hasta que nos hacemos mayores lo que nos están haciendo es cortar las alas, limitar las posibilidades y reducir nuestras expectativas para que encajemos. La salida puede llevar al descarrilamiento. Esa es la dificultad, cómo habitar los márgenes sin acabar siendo marginal.
El momento del auge, la exaltación del imperio, de sentirte emperador e inmortal, y la caída es universal y común a toda juventud
¿Por qué situó la novela en el 15M?
Porque me interesaba explicar el contexto sociopolítico a través de las vidas personales y la colectiva de un grupo de amigos; que están marcadas por sus condiciones materiales. Y sus dos opciones de enfrentarse a la realidad son la evasión y la confrontación. El compromiso político y al mismo tiempo un querer escapar. No quería hacer una novela del 15M, porque entonces habría explicado qué pasó después. Quería contar qué llevó a ese estallido social, que creo que volverá suceder. El malestar que se está generando con la vivienda y la precariedad los problemas de salud mental en la juventud... En cuando se acumule un malestar prolongado en el tiempo, estallará por algún lado.
¿Cree que estamos en un limbo esperando a que llegue la catarsis?
Hay un momento de cronificación de la crisis que lleva a un conformismo y a cierta aceptación de que la realidad es así y no se puede cambiar. Eso ha generado una cierta anestesia. Una desesperanza. Hay unos indicios muy preocupantes de medicalización, suicidios, depresión y ansiedad en los más jóvenes. La sensación de que las cosas no pueden ser de otra manera porque llevan siendo así desde que tienen conocimiento lleva a una parálisis pero en algún momento dará una reacción.
También yo vengo de una generación en la que vivíamos un cierto hedonismo y escapismo porque las cosas habían sido fáciles. Habíamos vivido bien. Sin embargo, de repente nos llegó un mazazo, y tardas en reaccionar hasta que sales del shock y te enfrentas a la realidad. Eso siempre termina por suceder. No hay momento de crisis ante el que alguien no responda con cierta violencia. Ahora mismo hay estupor o conformismo, también porque el capitalismo va haciendo mella. Tiene mecanismos muy poderosos hasta para convertir la rebeldía en series de televisión.
Estamos viendo la distopía todo el día en Netflix, pero no salimos a la calle contra la distopía climática, social, política, la vuelta de las ultraderechas y los herederos del fascismo... Lo vemos en las series pero parece que sabiendo que existen, ya no tenemos que hacer nada. Cómo la televisión y los medios de comunicación están canalizando esa rebeldía y enfrentamiento con la realidad pero no lo está sacando a las calles, es un fenómeno a estudiar.
No hay momento de crisis ante el que alguien no responda con cierta violencia. Ahora hay estupor o conformismo, también porque el capitalismo va haciendo mella. Tiene mecanismos muy poderosos para hasta convertir la rebeldía en series de televisión
¿Somos los medios parte de esta anestesia?
Hay una parte de los medios que son parte del contrato social en el que el sujeto acaba convertido en objeto. Pero a raíz de la crisis del 2008 ha habido un periodismo crítico que se ha rearmado y tomado posición; y que está tratando de degradar el discurso hegemónico que dice que las cosas son como son y no se pueden cambiar. O incluso el que ante un presente incierto y horizonte aterrador, mejor volvamos a lo de antes.
Es la lucha ideológica que estamos viviendo: entre la vuelta al pasado de los reaccionarios y los más progresistas que no saben ofrecer a la población un futuro alentador. Por eso se están imponiendo las ultraderechas. Ante una catástrofe climática, las oleadas migratorias, problemas de hambruna, de paro, de guerra... la izquierda y los medios de izquierdas tienen la obligación de ofrecer no solo diagnóstico, sino también soluciones. Intentar hacer pedagogía de que las cosas pueden cambiar a mejor. Si no, apaga y vámonos.
Ante una catástrofe climática, las oleadas migratorias, problemas de hambruna, de paro, de guerra... la izquierda y los medios de izquierdas tienen la obligación de ofrecer no solo diagnóstico, sino también soluciones
¿Podemos desde los medios generar realmente cambio?
Los medios son una herramienta fundamental de la democracia. No existe manera de ejercerla sin un periodismo que fiscalice a los poderes políticos y económicos. No existe una sociedad sana si no está bien informada ni se le dan las herramientas para tener criterio. Una sociedad manipulada la puedes llevar a donde quieras, y más en esta época, donde la información es más viral que nunca. Vivimos con un apresuramiento que nos lleva a consumir información y a que esta nos consuma más que madurarla.
Hay discursos que sí se han alterado y que están reflejados en la novela, como el cambio del relato en torno a la Transición, por ejemplo.
Se rompieron muchos consensos a raíz, precisamente, del 15M y de la crisis. El libro habla de La caída del imperio porque hay varios imperios que se caen. El de la juventud, el amor y el del discurso hegemónico del sistema y el relato que nos habían contado. En el caso de España, de la Transición. Esta acaba con el 15M y con él empieza un nuevo ciclo político, en las calles, que fragua luego en Podemos, Unidas Podemos, las mareas y los partidos del cambio de este ciclo que se está cerrando diez años después, aunque tiene todavía muchas derivas.
¿Qué consecuencias imaginaban entonces que tendría el 15M? ¿Es optimista de cara al futuro?
Soy un realista... esperanzado [ríe]. Los cambios son muy difíciles, lentos y a largo plazo. Pero quien creyó que la revolución iba a ser total y que se iba a dar de la noche a la mañana, fue ingenuo. Ha habido cambios muy considerables en la mentalidad, de poner en cuestión al mercado, las instituciones y el funcionamiento de las cosas. Evidentemente el sistema político es muy poderoso y hay que seguir cuestionándolo. Es difícil luchar contra él. Una manera de hacerlo es vivir al margen y buscar las escapatorias, que como dicen los personajes: “No es huir, es no dejarte atrapar”. Que son dos cosas diferentes.
La parte de las fiestas, el alcohol, las drogas... Salir es signo de querer pasarlo bien, pero hay otra parte de necesitar tomarse ya no una, sino cinco cervezas al salir de trabajar.
Hay una necesidad de evasión ante un presente inhabitable. Y de a veces diluirse en la noche y en las sustancias para no sentir. Anestesiar el cuerpo para no sentir la mente. Esto ha venido ocurriendo generación tras generación. Pero sí que es verdad que ante un presente y futuro inciertos, uno busca la oscuridad de la noche precisamente para diluirse y escapar. En la novela debaten sobre si seguir escapando por los paraísos artificiales a riesgo de acabar siendo otro peón del sistema o realmente salir fuera e intentar cambiarlas.
Los personajes hablan sobre el paso del tiempo. Entienden que no pueden vivir siempre como si fueran adolescentes pero a su vez se preguntan: ¿Qué es ser joven y qué es dejar de serlo?
En las últimas generaciones se está repitiendo el mismo fenómeno, que no es ni siquiera una juventud, es una adolescencia eterna, obligada por las circunstancias materiales. La dificultad de salir de casa y abandonar el nido, porque cuando se hace sí que es con los lazos unidos a tus padres porque dependes de ellos económicamente. O porque vives en una precariedad que te hace mirar todo el rato para atrás. Esto genera la sensación de que no podemos ser mayores y al mismo tiempo no queremos serlo porque la vida de los mayores es muy incierta, precaria, desoladora. Hay una especie de limbo. Se habla del síndrome de Peter Pan cuando una generación no quiere crecer, pero 'Nunca Jamás', a donde les lleva, es a un limbo. Ahí están los niños que han muerto, detenidos en el tiempo.
¿Qué hacemos con los compañeros que actúan como si creyeran que van a heredar la empresa en la que trabajan?
Cuando hay un perro pastor de las ovejas que cree que es parte del pastoreo y no deja de ser una oveja disfrazada de perro pastor. Abrirle los ojos, decirle que no va a heredar la empresa, que esta prescindirá de ti cuando lo necesite porque eres absolutamente prescindible. Nosotros somos piezas intercambiables del sistema, no significamos nada. Quien trabaja para el sistema y cree que va a heredar la empresa no se da cuenta de que es un utensilio más de esa maquinaria. Hasta que no te des cuenta de que eres un sujeto pensante, que cuestione el orden de las cosas, no serás más que otra oveja vestida con piel de lobo.
5