El legado actual de José Saramago, en contra del mito del “autor difícil”
En 1979, el escritor José Saramago salió de Portugal por la frontera de Valença do Minho y se plantó en Galicia. Su objetivo era hacer una ruta por su país que diese lugar a un libro, pero para ello tenía que salir de él porque el título del proyecto era Viaje a Portugal. Para ir a un sitio primero hay que estar fuera de él, así que pasó un tiempo paseando por pueblos y ciudades cercanas hasta que el quinto día cruzó el río Duero vía Zamora y emprendió su periplo lusitano.
El libro se publicó por primera vez en 1980, aunque con los años se han hecho numerosas reediciones, tanto en portugués como en castellano. Anagrama acaba de lanzar la última, traducida por Basilio Losada, con fotos inéditas hechas por el autor y el fotógrafo Duarte Belo. Es uno de esos volúmenes encuadernados en tapa dura con lomo forrado de tela, propio de las ediciones especiales.
En este caso, la razón es que se trata de uno de los títulos de la colección Biblioteca Saramago –con portadas de Manuel Estrada– que la editorial ha lanzado para celebrar el centenario del autor, que se cumple el próximo 16 de noviembre. No es el único homenaje al hombre que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1998. Por poner algunos ejemplos, el pasado 25 de abril se depositó su legado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes y el cupón de la ONCE del 19 de junio estuvo dedicado a una de sus obras emblemáticas, Ensayo sobre la ceguera. Desde la Fundación José Saramago se muestran sorprendidos por las respuestas que están teniendo las propuestas de conmemoración que han hecho a las instituciones y a los ámbitos universitarios, académicos y artísticos. Los lectores también están participando con entusiasmo.
Para Pilar del Río, presidenta de la Fundación, esta reacción indica que el escritor “forma parte de los afectos de los lectores y su voz está instalada en la sociedad contemporánea”. En su institución suelen decir que es “el centenario de un contemporáneo”, dice. Es una de las personas que mejor le conocía, ya que fue traductora de su obra y su esposa desde 1988.
“La voz de José Saramago, que siendo una voz singular, se hace múltiple cuando se está leyendo, los lectores nos sentimos incorporados al relato como si se nos estuviera contando al oído”, defiende. Además de coordinar la mayoría de las actividades que se están llevando a cabo por el centenario, el pasado mes de abril presentó su libro (es no solo traductora sino también periodista) La intuición de la isla: Los días de José Saramago en Lanzarote (Itineraria Editorial).
Fernando Gómez Aguilera, director de la Fundación César Manrique, es especialista en la obra de Saramago y comisario de su Fundación. Acaba de publicar el libro El pájaro que pía posado en el rinoceronte (editorial La Umbría y la Solana), que recoge quince textos en los que reflexiona sobre la literatura que el autor luso escribió a partir de 1993. Ese fue el año en el que se instaló en la isla canaria, después de la polémica que provocó la novela El Evangelio según Jesucristo en Portugal en 1991.
“Es el ciclo mayor de su producción (una veintena de obras). Reúne características propias, diferenciales, que suponen un giro con respecto a lo anterior. Saramago lo denominó el ciclo de la ‘piedra’, frente al anterior de la ‘estatua’”, explica. El título de este nuevo volumen de Gómez Aguilera viene de una cita de George Steiner que alude a “los picabueyes, los pajaritos que se colocan sobre los rinocerontes y alertan tanto de la presencia del paquidermo como de la proximidad de los humanos”. Para él, “subraya, metafóricamente, la condición de centinela, de alertador en este caso, sobre las desviaciones del sistema. Y, también, sobre las derivas humanas nocivas, características de la literatura y el pensamiento de Saramago”.
Saramago en la actualidad
Los lectores y lectoras que deseen adentrarse en el universo del escritor portugués tienen un gran listado de títulos ante sí. Novelas, varios libros de relatos y de literatura infantil y juvenil, diarios, crónicas publicadas en periódicos, obras de teatro, ensayos e incluso su autobiografía Las pequeñas memorias (2006). Una cantidad considerable de textos entre los cuales puede ser difícil escoger. La escritura de Saramago no está considerada precisamente ligera, lo cual puede causar reticencias al público.
A eso precisamente hace referencia Pilar del Río, que aconseja a los posibles lectores que se liberen de cualquier prejuicio previo. “Que lean sin temor, sin oír a quienes dicen, a veces de manera frívola y otras malintencionada, que es un autor difícil. Claro que lo es, como aprender a montar en bicicleta o ponerse guapos”, sostiene. “Cuando se entra en la obra ‘saramaguiana’ y se empieza a sentir que uno mismo es más inteligente de lo que nos dicen, que podemos entender más allá de los mensajes de WhatsApp, que somos capaces de incorporar otros mundo a nuestro mundo, entonces no hay placer mayor”. Su recomendación es empezar leyendo unas páginas en voz alta hasta entender el ritmo. “Luego todo es fácil y las historias que se cuentan son realmente sorprendentes. Merece la pena”.
Cuando se entra en la obra ‘saramaguiana’ y se empieza a sentir que uno mismo es más inteligente de lo que nos dicen
El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, ganador del Premio Cervantes 2017, fue amigo cercano de Saramago y también conoce bien su obra. Para él, el mejor legado del portugués es “una escritura lúcida, que mirará siempre hacia el futuro, y que pasará de una generación a otra de lectores”. Él recomienda a los nuevos lectores que empiecen por Ensayo sobre la ceguera (1995), sobre todo después de lo vivido con la crisis sanitaria del coronavirus. De hecho, fue uno de los libros más leídos durante el confinamiento. “Sirvió durante la pandemia para reflexionar sobre el aislamiento, la soledad, las catástrofes colectivas. Mejor papel social no se le puede pedir a un libro de imaginación”, afirma.
Los libros de Saramago, como el que menciona Ramírez, siguen siendo una buena herramienta de la que servirse para hacer un análisis de lo que pasa a día de hoy, aunque hayan transcurrido décadas desde que los escribió. Gómez Aguilera también apunta como evidente a Ensayo sobre la ceguera, pero también menciona Alabardas, la última novela del escritor, que nunca llegó a terminar. “Aborda el tema actual de la industria armamentística y la guerra, sobre un gran conflicto moral individual que tiene en su base la banalidad del mal, además hace resonar la relación del negocio armamentístico con los intereses de poder, el conflicto armado como palanca económica manchada de horror”, sostiene.
No termina ahí su listado de recomendaciones. “Ensayo sobre la lucidez cuestiona la calidad de nuestras democracias y sus derivas autoritarias. En Caín se plantea, con crudeza, la incompatibilidad de la religión con el libre albedrío y fustiga la Biblia a partir de una contralectura textual, racionalista, en la que el autor se confronta al relato consolidado sobre Dios”. Asimismo, está convencido de que “el transiberismo que Saramago defendió en La balsa de piedra cobra hoy más actualidad que nunca, en un momento en que el mapa geoestratégico del mundo se está reordenando”. “La obsesionada búsqueda del otro en Todos los nombres subraya una de las carencias de nuestro tiempo de soledades, a pesar de la apariencia de hipercomunicación, no pocas veces enmascaradora y hueca”, añade.
'Ensayo sobre la ceguera' sirvió durante la pandemia para reflexionar sobre el aislamiento, la soledad, las catástrofes colectiva
Pilar del Río también reflexiona sobre qué títulos son más útiles para intentar entender lo que sucede en la sociedad actual a través de las reflexiones del autor portugués. “¿Somos ciudadanos o consumidores? ¿Valemos por nuestra condición cívica o si no podemos comprar estamos excluidos de la sociedad?. Ese asunto se trata en La caverna”, sostiene.
También se pregunta si los ciudadanos somos hegemónicos o nos preparan el terreno para que elijamos lo que ya está decidido por otros y la respuesta está en Ensayo sobre la lucidez. “Si se fabrican armas, habrá que fabricar conflictos, nadie fabrica para tirar a la basura, ni empresas ni estados. Y habrá que experimentar el material fabricado organizando conflictos, guerras regionales o generales. De eso trata Alabardas, alabardas”, determina.
Según comenta, el mayor legado que han dejado las obras de Saramago es la oportunidad de reflexionar sin miedo. Él construyó sus libros “desde la ética de la responsabilidad, usando la razón y la conciencia sin pasar por el observatorio del poder, que tiene marcadas las opiniones que debemos tener en cada momento, esas neutralidades o indiferencias tan bien vistas por quienes marcan los pasos a seguir, la ‘dulce’ corrección social”.
Sergio Ramírez aporta una reflexión más sobre el peso de la aportación de Saramago a la literatura y al pensamiento: “el relato como una gran parábola, que en su universo descripto contiene una reflexión imaginativa que funciona como un espejo de la realidad. La realidad de cualquier época, o tiempo, y sobre todo del presente”.
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