'Liquidación': la novela que diseccionó el sistema capitalista a través de una pandemia en 2018

¿Qué haríamos si se acercara el fin del mundo? Probablemente, nada. Si un virus originado en China amenazara con acabar con la vida tal y como la conocemos, seguiríamos cumpliendo metódicamente con el horario de oficina. Así lo hace Candance Chen, protagonista de Liquidación (Temas de Hoy), la novela en la que la autora estadounidense Ling Ma planteó un apocalipsis dominado por la ironía y la rutina, anticipándose dos años a algunos debates que comienzan a tomar forma tras la crisis del coronavirus.

Cuando Ling Ma ganó el Kirkus Prize en 2018, la idea de una enfermedad desconocida que pusiera en jaque al sistema productivo era patrimonio de la ficción. Ahora, la traducción realizada por Munir Hachemi y editada por Temas de Hoy (Planeta) llega a las librerías españolas en contexto muy distinto: la COVID-19 ha causado más de 500.000 muertes y millones de personas en todo el mundo ya sufren los efectos de la recesión económica. Si meses atrás gobiernos y ciudadanos subestimaron la posibilidad de un contagio global, lo mismo le ocurre a Candance, una ‘millennial’ para quien la Fiebre Shen, una infección fúngica originada en el sur de China, es inicialmente un obstáculo por el que los pedidos desde Hong Kong no llegan a tiempo. Cumpliendo diligentemente con su trabajo como coordinadora de la sección de biblias en una productora editorial, acaba por convertirse la última habitante no infectada de Nueva York. 

“Debido a que los síntomas iniciales de la Fiebre Shen suelen confundirse como los de la gripe común, muchos pacientes no saben que han contraído la Fiebre Shen”, lee Candance en un folleto que bien podría aludir al coronavirus. Aunque el paralelismo termina ahí, pues en cuestión de semanas, quienes contraen la Fiebre Shen pierden irreversiblemente facultades cognitivas y motoras hasta “derivar en una pérdida fatal de conciencia”. Se convierten en una suerte de zombies inofensivos, familias que se sientan a la mesa una y otra vez, dependientas que continúan doblando camisetas en un bucle infinito, taxistas que conducen sin rumbo por la Gran Manzana. Candance los mira extasiada mientras documenta un Nueva York fantasmal, hasta que se ve obligada a buscar a otros supervivientes.

Una oda a la nostalgia y el desarraigo

Al contrario que otras distopías, Liquidación se desarrolla en una línea temporal concreta: otoño de 2011, cuando cientos de manifestantes protestaban ante los imponentes despachos de Wall Street. Mientras unos cuantos desafiaban al sistema, la mayoría de habitantes de Nueva York pasaban sus días tratando de sobrevivir a él. “No quiero buscarme la vida cada hora de cada día para pagar el alquiler”, lamenta Jonathan, pareja de la protagonista. Él ve la pandemia como el motivo definitivo para marcharse de una ciudad cada vez más inhóspita, harto de la gentrificación y los precios abusivos. Para Candance no es tan sencillo. Como migrante de segunda generación, le cuesta abandonar aquello por lo que tanto lucharon sus padres cuando llegaron de la provincia china de Fujian: una vida supuestamente llena de oportunidades.

Porque Nueva York, como dice uno de los personajes de la novela, “pertenece a los migrantes”. Lejos de la metrópoli, mientras intenta adaptarse a un grupo de supervivientes que buscan en Google cómo hacer fuego y están liderados por Bob, un hombre que “había jugado a cada edición del Warcraft con un fervor casi religioso”, Candance se evade con sus recuerdos y los de sus padres. 

En capítulos alternos, rememora su llegada a Nueva York “a lomos de la corriente de los demás” tras graduarse en la universidad, los consejos para un buen cuidado facial de su madre, quien “prácticamente se inventó una vida en América rezando” y la “emoción teñida de desesperanza” que le provoca Fuzhou, la ciudad que abandonó con seis años para vivir en Utah. Allí creció también la autora de Liquidación, que al igual que su protagonista es originaria de una urbe de la provincia de Fujian, Sanming. Para Ling Ma, el fin del mundo sirve como pretexto para evocar el desarraigo, la nostalgia y la soledad de la diáspora china.

Repensar nuestros sistema imposibles

En Pandemia, ensayo publicado poco después del estallido de la COVID-19, el filósofo Slavoj Zizek alertaba del “triste hecho de que necesitamos una catástrofe para ser capaces de repensar las mismísimas características básicas de la sociedad en la que vivimos”. Precisamente, Ling Ma inventó una catástrofe para ironizar sobre las metrópolis en las que a duras penas conseguimos vivir y la deslocalización industrial de la que nacen los bienes que consumimos, incluso la Sagrada Biblia. 

Candance, que habita en la idea de Nueva York más que en el Nueva York real, acepta que vivir en una ciudad es “propagar y formar parte de sus sistemas imposibles”. Y también disfrutarlos. Lo hemos visto: en el capitalismo tardío a muchos les resulta inconcebible renunciar a Glovo o Uber Eats y dejar de adquirir productos que no sean de primera necesidad, aunque el contexto sea la mayor crisis sanitaria en un siglo.

Liquidación fue escrita entre 2012 y 2016, y su autora se ha mostrado reticente a promocionar la obra durante la crisis del coronavirus. “La realidad siempre supera a la ficción”, afirmó en una entrevista con la revista Domus a finales de mayo. “Durante este tiempo, lo que nos ha sorprendido a muchos es cómo la realidad parece adherirse a las películas de catástrofes o a algunos deshechos culturales que hemos visto antes. Las fotos de una Nueva York vacía parecen venir de una película apocalíptica que sólo recordamos un poco, pero que definitivamente ya hemos visto. Las exageraciones que pensábamos que solo podían ocurrir en la ficción -como los líderes de EEUU que abogan por que las vidas humanas se sacrifiquen en favor de la economía- están ocurriendo en la vida real”.