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La literatura de urgencia durante el coronavirus: ¿cuándo hay que escribir para no caer en la banalidad?

Una mujer con mascarilla mientras lee un libro

José Antonio Luna

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“No sabía cómo escribir sobre esto, con qué herramientas, desde dónde enfocarlo. Si antes, cuando escribía mis libros, me fijaba en los sufrimientos de los demás, a partir de entonces mi vida y yo se convirtieron en parte del suceso. Se fundieron en una sola cosa y no había manera de mantener una de mantener una distancia”.

La cita podría ser de un autor refiriéndose al actual impacto del coronavirus. Son muchos los que, a pesar de reconocer estar viviendo un periodo histórico, dicen haber visto mermadas sus capacidades creativas. Pero no, el texto anterior no alude a esta crisis. Es la introducción de Svetlana Alexièvich en Voces de Chernóbil (1997).

La premio Nobel cuenta que podría haber escrito un libro rápidamente, una obra más que relatara qué sucedió en la central, quién tenía la culpa o cómo se ocultó el incidente al mundo. “Pero había algo que me detenía. Que me sujetaba la mano. ¿Qué? La sensación de misterio”, reflexiona la autora porque, según ella, “es tan fácil deslizarse a la banalidad. A la banalidad del horror…”. Entonces, toda obra temprana sobre la COVID-19, ¿corre el riesgo de ser banal?

Voces de Chernóbil es un libro maravilloso que conozco muy bien, pero lo que intenté hacer yo con En tiempos de contagio no tiene nada que ver. Es un libro escrito conscientemente dentro de la epidemia, en el medio de las cosas. Es la fotografía de un momento de transformación”, explica a eldiario.es el autor italiano Paolo Giordano, responsable de la primera obra sobre la pandemia. Fue publicada el 26 de marzo, fecha en la que, por poner en contexto, las muertes totales por coronavirus en España superaban las 4.000. El lanzamiento de la obra fue tan temprano que incluso adelantó a Pandemia, “la reflexión de urgencia” del filósofo esloveno Slavoj Zizek.

Giordano reconoce que no tuvo demasiados días para escribirlo y que sustituyó su escritura calmada por “unas prisas febriles”. La intención era que llegara a la gente antes de que el mercado editorial entrase en cuarentena, de ahí que optara por publicarlo todavía con la incertidumbre de saber en qué se convertiría esta pandemia. ¿Es un periodo adecuado para ponerse a teclear? “Todos los momentos son buenos. Y ninguno lo es. Espero que llegue un momento de nacimiento, una tensión, y no la puedo programar. Si llega, respondo como puedo”, asegura el autor.

En la misma línea se sitúa Marta Puxan, experta en teoría de la narración de la Universidad Oberta De Catalunya (UOC): “Los tiempos de la literatura y una enfermedad son múltiples, al igual que ocurre con las guerras. Creo que siempre es una buena ocasión para escribir. En cualquier circunstancia un autor puede sentir la necesidad y percibir la pandemia de forma distinta según los tiempos”.

A priori podría pensarse que la producción exprés está condenada a la baja cultura, pero esta no siempre es una ecuación válida. El concepto de oportunismo, utilizado a veces con carga peyorativa, únicamente consiste en aprovechar unas circunstancias para sacar el máximo beneficio posible.

“Orwell decidió escribir Homenaje a Cataluña en medio de la Guerra Civil. ¿Y qué le pasa a ese libro? Que cuando lo lees sientes que es muy intenso emocionalmente y perceptivo con muchos aspectos cotidianos que probablemente serían imposible de imaginar con un distanciamiento. Orwell no sabía cómo iba a terminar la Guerra Civil, y por lo tanto muchas de sus percepciones estaban equivocadas, pero eso no le quita valor al texto: es un tipo de literatura de emergencia, del momento”, aprecia la docente.

¿Es posible diferenciar la buena de la mala cultura?

Al igual que ocurre con otros periodos históricos, el número de obras trascendentes serán ínfimas. No todas adquirirán la misma significación que, por ejemplo, tiene hoy A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España (1937) de Chaves Nogales para retratar la Guerra Civil.

Diferenciar entre literatura valiosa y trivial no es fácil. Según Puxan, “si tienes conocimientos sobre técnica narrativa o un gran bagaje literario que te permita hacer estas distinciones, quizá puedas tener distancia crítica para poder ver hasta qué punto los textos sobreviven al momento”, pero recalca que eso “siempre es difícil con la literatura contemporánea”.

Normalmente, como sostiene la experta, es necesario un tiempo antes de poner etiquetas a un periodo de producción literaria, ya que es “el distanciamiento del crítico más que el del autor el que genera un valor”. “Ahora vamos a asistir a un 'boom' relacionado con el mercado y con las circunstancias. Probablemente porque hay una visión oportunista, por un lado, pero también porque hay una conciencia de experiencia histórica muy fuerte que a su vez genera necesidad de producir”, añade.

Aunque de un hecho histórico como el que vivimos puede nacer literatura en muchos tiempos distintos, Puxan distingue tres: la de ciencia ficción, que habla de hipotéticas pandemias que podrían ocurrir; la testimonial, que muestra la incertidumbre actual; y la histórica, que tendrá capacidad de analizar el suceso tras un tiempo. O, lo que es lo mismo: futuro, presente y pasado.

“Estos tres momentos de escritura generan relatos muy distintos, cada uno con los elementos que posee en ese instante, pero ninguno de ellos se puede convertir en una novela que abarque esos tres periodos”, señala la especialista en narrativa. La mejor vara de medir, para no caer en practicar la futurología, es el tiempo. “Mucha de esta literatura se va a olvidar, porque será del momento, y luego quedarán solo unas pocas”, concluye.

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