Máximo Pradera (Madrid, 1958) es músico. También es periodista y presentador. Ha trabajado en la radio y en la televisión, tanto delante como detrás de las cámaras. Es nieto del fundador de Falange y sobrino del escritor Rafael Sánchez Ferlosio. Ha publicado cuatro libros, aunque solo los últimos hablan de música. En Tócala otra vez, Bach (Malpaso) hay anécdotas, historia musical, pasajes divertidos, lecciones de postureo y también, consejos para aprender a ligar. eldiario.es ha hablado con el tertuliano habitual de Onda Cero y columnista del Huffington Post sobre su última creación.
Tócala otra vez, Bach. Con este título, ¿qué definición ofrece el autor del libro?Tócala otra vez, Bach
Se me viene una frase de Pedro Mourlane Michelena, un compañero falangista de tertulia de mi abuelo, que era el rey del postureo intelectual en la época preguerra civil. Mi abuelo, que tenía un humor muy socarrón, siempre decía: “Con el trabajo que le está costando aparentar la cultura que no tiene, bien podría haberse construido una de verdad”. El libro es eso. Es un intento de que el lector se construya una cultura en una semana. Una cultura que no tiene para tratar de impresionar al otro.
El libro ¿vale tanto para mujeres como para hombres?
Sí. El punto de partida es una escena de Everyone says I love you, de Woody Allen. Allí, Allen se hace el encontradizo en Venecia con Julia Roberts. Es algo que me encanta, lo hace mucho en sus películas. En Hannah y sus hermanas también. Michael Caine se hace el encontradizo con la hermana, con Barbara Hershey, como método de ligue. En Everyone says I love you, Woody Allen sabe que a Julia Roberts le encanta Tintoretto y se aprende una guía sobre el pintor de la noche a la mañana.
Entonces ¿esto es un libro para aprender a ligar?
El pretexto es ese. Luego, el libro va mucho más allá y hay también pasajes de inteligencia emocional con la música, donde explico lo que es. La mayoría de la gente no sabe. La música es un lenguaje metafórico. Avanza en el tiempo igual hablando de sí misma. En el sentido que te voy a explicar ahora. Tú coges por ejemplo El cisne de Saint-Saëns y te das cuenta de que la segunda parte de la melodía es la repetición de la primera pero un tono mas bajo. La metáfora entendida como transformación de A en B sin dejar del todo B de ser A. Igual que en la poesía.
En la música, el material está continuamente transformándose, tanto rítmica como armónicamente. Por eso digo que habla de sí misma. Porque coge una frase, y es justamente la frase que acabas de escuchar pero transformada. Y rizas el rizo cuando la metáfora es doble: creas metáforas internas pero al mismo tiempo el músico te está diciendo que tal sonido son los pájaros. O en el caso de Saint-Saëns y El cisne. “Esto es un cisne”: Es la música transformada en un pájaro, en un ave. Pero al mismo tiempo, dentro de la música hay también metáforas internas. Todo eso se aborda en el libro, hay un intento de ayudar a la gente a que se meta de lleno en el lenguaje musical. Aparte, también hay cosas graciosas, como las tres reglas de los gremlins.
¿Le ha dado resultado alguna de las técnicas de las que habla en el libro?
¡Es autobiográfico! Ahora estoy mas delgado y podría ligar incluso sin el libro, pero en la época en que me sobraban 13 kilos mi única oportunidad era, como dice Juan Manuel de Prada, el “impresionarlas con la palabra”.
Hay muchas referencias al cine, como a El silencio de los corderos, al propio Woody Allen. ¿Cuáles son las tres reglas de los gremlins?El silencio de los corderos
Consisten en que cuando tú subes por fin a tu pareja a tu apartamento y la tratas de impresionar con música –vamos a suponer que Julia Roberts es melómana– hay tres errores en los que no puedes caer. El primer error es tener Tutto Pavarotti o Tutto Brahms. Las colecciones integrales de los compositores son una catetada. Ningún degustador tiene todo de un compositor. Dice mucho más de tu sensibilidad si tienes 12 versiones de la Cuarta de Brahms que si tienes todo Brahms. Porque dices, “joder, cómo tendrá el oído de refinado este tío para que pueda captar los matices sutilísimos que hay entre una versión y otra”, porque muchas veces no se distinguen.
La segunda regla contiene una carga de socarronería, en realidad, como las otras dos. Esto me lo pregunta mucha gente: “¿Cómo me inicio en la música clásica, por qué empiezo?” El mundo de la clásica es un mundo de versiones y digo en plan de broma que siempre escojan la versión más lenta. Si la versión es lenta, se supone que sientes la música más intensamente.
La tercera regla es huir de las marcas comerciales tipo Adidas, Nike... Lo que sería el equivalente en zapatillas a todos los que suenan, como Lang Lang, Áshkenazi... De todos los que las grandes discográficas intentan vendernos como comercial.
Hay que ir a los clásicos.
Sí. O a los rebuscados, a esos que publican en sellos de música antigua. O a los que hacen versiones absolutamente desconocidas. Escuchando a esos enseguida podrías pasar por un entendido.
¿Estaríamos participando entonces de la actitud que se deriva de lo que define como “postureo chungo” en el libro?
Eso es cuando metes la pata. Meto una famosa anécdota de Alberto Ruiz-Gallardón. Es el rey del postureo chungo. En el pasado le traté bastante. Yo solo hablaba con él de música, ya que pertenecía al Círculo del Escorial cuando era presidente de la Comunidad. Incluso, me regaló una integral de Glenn Gould en laserdisc sin que yo le pidiera nada. Y me la mandó a casa. Claro, como Gould es un músico excéntrico y que disgusta a mucha gente, él postureaba con Gould, y que solo él lo entendía y tal...
¿Es un postureta Gallardón?
¡Era el rey del postureo! Soy músico. Hablaba con él y me daba cuenta de que no tenía ni puta idea. Tú notas que un tío es un postureta cuando llega la hora de la verdad, por ejemplo, de defender el Conservatorio, y esa persona se lava las manos: “¡Que le den por culo!”. Querían rebajar la categoría del Conservatorio del Escorial y los profesores estaban muy cabreados. Uno de ellos denunció una metáfora, un símil musical que usó Gallardón para comparar la armonía que tenía que haber en política o en la convivencia en España con la música y hablaba de los acordes de la flauta. ¡La flauta es un instrumento que no puede dar acordes! Este profesor decía: “¿Qué clase de melómano es este tío que no sabe distinguir una melodía de un acorde?”.
También cuento que él en su casa presumía de muchas versiones. Y, bueno, en realidad la regla dos de los gremlins la saque de él. Yo digo con maldad que el 80% de los CD que tenía en su casa estaban con el celofán puesto.
¿Sirve el libro para identificar a verdaderos posturetas? O, por el contrario, ¿te enseña a ser uno de ellos?
Sí. Te puede pasar como a Mourlane Michelena, que tú lees el libro con el intento de aparentar una cultura que no tienes y acabas teniendo una de verdad, porque hay muchas cosas que te van a servir. A nada que te guste la música, con el pretexto de que vas a ligar, vas a disfrutar más de la música. O al menos eso espero, vamos.
Habla también de compositores gays. ¿Cómo estaba considerada la homosexualidad en los círculos musicales del siglo XVI, XVII, XVIII o XIX?
Todo ese capitulo parte de un trauma que tenía mi padre. Él no entendía nada de música pero le gustaba ir al auditorio y le gustó desde joven. Sus amigos le reprochaban que le gustara Chaikovski. El ruso es un músico muy directo. Te gusta como a un niño le puede gustar la tarta de manzana. No hace falta esfuerzo. En la música clásica hay un prejuicio que es que si no duele, no es cultura. Será ocio, o incluso vicio. Pero que si no te cuesta, si no sufres escuchando la música, y como con la tónica llegas al cabo de 15 escuchas, pues que en realidad no estas haciendo el esfuerzo de acercarte. Chaikovsky es como la negación de eso, porque te gusta a la primera. O no te gusta, pero es muy directo.
Mi padre me decía a mí: “¿Me puede gustar Chaikovski?” Y todo eso venía porque le reprochaban sus compañeros de auditorio que le gustara el ruso. Le espetaban como que era demasiado superficial. Y ahí explico por qué te puede gustar Chaikovski y por qué no es superficial. Simplemente es otra forma de componer.
Chaikovski era homosexual. ¿Unos siglos difíciles para ellos?
En el XVIII estaba más tolerado que en el XIX. Y también dependía del tipo de sociedad. En el siglo XIX ruso, ser gay era muy conflictivo. Como ser gay ahora con Donald Trump. Depende de la sociedad. En la Italia del XVIII, el palacio del cardenal Ottoboni era una casa de putas. Ahí follaban todos con todos. Varía mucho según las sociedades y las épocas. Pero desde luego que Chaikovski lo pasó francamente mal. De hecho tuvo que simular un matrimonio para frenar las habladurías, porque se había tirado ya a no sé cuántos alumnos en el conservatorio de San Petersburgo y la gente empezaba ya a toser.
La cuestión es que no hay música gay. No hay música que la oyes y dices, “joder qué mariconada”. Pero sí hay formas de interpretar que podríamos asociar a una parte de lo gay, que es la parte de la aceptación y de la exageración de las emociones. No al melodrama. Hay una forma de interpretar, con mucho vibrato y mucho calderón y mucho estilo rapsódico que sí podrías decir: “Esto es una mariconada”. Pero lo mismo que cuando ves un mueble kitsch.
También utiliza el término casta. ¿Va ligado siempre el gusto por la música clásica con la gente de alto nivel económico?
Ha variado según las épocas. Por ejemplo, la ópera, que se crea en un think tank cultural, nace en torno al año 1600 en un grupo de thinktankeros comandados por el padre de Galileo, Vincenzo Galilei, que empiezan a especular sobre cómo era la tragedia griega. Nace como un espectáculo aristocrático. De hecho, la primera opera así importante se representa en la boda de María de Médici y al poco tiempo enseguida se convierte en un espectáculo muy popular: se llegan a construir hasta 30 teatros de ópera en Venecia. Y la gente compraba su entrada e iban todos los venecianos, no solo los príncipes.
La cultura depende del tratamiento que le des. En Francia y en Alemania la música es algo mucho más accesible. Los directores tocan en vaqueros y aquí hay una especie de solemnización que la asemeja más a un acto social que a una experiencia cultural o emotiva. En España, la música está muy mal tratada, a pesar de que aquí hemos tenido y seguimos teniendo músicos muy buenos.
Ese mal tratamiento, ¿es culpa de anteriores gobiernos?
Culpa de una cultura de la cultura. En el sentido de que, por ejemplo, se piensa que la industria cultural es una industria muy potente. En España aporta el 3,4% del PIB. En todos los países, si está bien tratada, la cultura mueve millones. Hay dos extremos en nuestro país con la cultura pero no hemos encontrado todavía la vía del medio. Por un lado, el leyrepajinismo, que es considerar que 'cultura' es una exposición de cajas de zapatos vacías. Que todo es cultura, que todo vale con tal de que esté convenientemente expuesto.
Y luego está la otra actitud. El botellismo de Ana Botella, que es considerar que la cultura es desconfiable porque incita al pensamiento, a la reflexión, a la crítica y que si no se puede hacer dinero con ello, no es conveniente para el ciudadano. Y bueno, puede dar dividendos o no. Por ejemplo, el Thyssen pierde dinero y yo creo que presta un servicio de primer orden a la sociedad española. Ahora mismo está perdiendo pasta.